La Mamá de Luis

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Había sido un día extraordinario. En el trabajo me dieron ese aumento que tantos años estuve buscando, en ese trabajo al que le he dado tantas horas de mi vida. Camino a casa compré del Pollo que tanto les gusta, hasta compré una botella de vino para celebrar. Lambrusco, que es el que le gusta a mi hija. Me pareció extraño que no hubiera nadie, especialmente Luis que últimamante no salía a ninguna hora, o al menos eso era lo que yo pensaba. El teléfono sonó. Al finalizar la llamada me quedé pasmada, simplemente no tuve fuerzas para colgar el teléfono, me quedé así, con el auricular en la mano, mi mente dando tantas vueltas, sentía náuseas, sentí vergüenza. ¿En qué momento pasó de ser un juego de adolescentes a esto?

Me llamaron del hospital, mi hija había sido atendida con éxito, unos tipos la habían golpeado. A ella y a su novio y este había perdido un ojo ¿Por qué a las personas buenas les pasan estas cosas tan malas? Mi mano temblorosa sacó uno de mis mentolados de su cajetilla, la otra que temblaba aún más encendió un cerillo, si, uso cerillos porque me parece más romántico. Unir el fuego del cerillo con la punta de mi cigarro fue toda una proeza, cuandolo logré sentí un poco de alivio al recibir ese humo caliente en mis pulmones, sé que no debo fumar, pero en este momento lo necesitaba. Solo unas fumadas antes de levantarme y correr como una histérica rumbo al hospital. En eso la puerta se abrió, el reflejo del solno me dejó ver de inmediato quien era, pero era onvio que se trataba de Luis, este se escabulló a su cuarto sin notarme. Yo le hablé aunque tenía lagarganta seca y casi no lograba articular palabras. Al parecer no me escuchó y se encerró en su habitación. Me limpié las lágrimas, apagué el cigarro en un cenicero que escondo bajo mi sillón y fui a tocar a su puerta. Su voz de dentro sin abrir, preguntó:

- ¿Quién?

- Abre Luis, soy yo. Contesté.

Hubo un silencio, recargué mi frente en su puerta y de pronto la perilla comenzó a girar lentamente, cuando lapuerta se abrió, me sorprendió ver que mi hijo tenía manchas de sangre, estaba en calzoncillos y se veía muy nervioso. Yo lo observé y solo pude decirle:

- Luis, algo terrible pasó. Y ahí él me detuvo.

- Ellos no debieron entrar en nuestro territorio, todos saben eso ¿Por qué se quisieron ahcer los valientes si sabían que no tenían ninguna oportunidad? Todo esto es su culpa. Su culpa.

Me quedé observando a mi hijo tratando de deducir lo que me quería decir. No había que ser muy inteligente para descifrarlo. Aún así pregunté intentando reclectar más pistas, quería equivocarme en eso, de verdad quería estar equivocada.

- ¿Por qué estás todo lleno de sangre?

- No es mía, es de él. Pero él tuvo la culpa. - Contestó y no necesitó decir más.

- ¡Luis! ¿Qué hiciste Luis? ¿Cómo pudiste?

Luis cerró los ojos y yo me volví la llorona delas leyendas, me derrumbé y me hinqué mientras lloraba como no recuerdo haberlo hecho nunca antes. Mientras lo hacía Luis me veía con desprecio.

- Sabía que te ibas a poner de su lado.

Me dijo, y se veía tan enojado, yo contesté entre lágrimas, tal vez un poco resignada a la idea de que mi hijo era un monstruo aún cuando yo no lo quería aceptar.

- Estoy muy decepcionada de ti... lo que hiciste hoy no tiene nombre, negaste a tu propia hermana, permitiste que la golpearan esos salvajes, tú viste como le pegaron y no hiciste nada por defenderla.

- Ella tuvo la culpa, no debió haberse metido, ella llegó de pronto y se metió a los golpes, no hubiera podido hacer nada aunque hubiera querido.

- No puedo creer que hayas traicionado así a tu propia sangre, es tu hermana. ¿Sabes qué uno de los muchachos a los que golpearon es su novio?

- Si.

- Él perdió un ojo con la golpiza, tu hermana está deshecha.

- Yo... lo siento... no lo sabía... Eso le pasa por andar con un moreno apestoso.

- ¡Tu hermana es morena! ¿Qué quieres? que ande con uno de esos malditos que los golpearon solo por ser rubios, sin importar lo negro que están por dentro, pues estás muy mal, esta vez llegaste muy lejos Luis, demasiado lejos, quiero que te vayas de mi casa.

- Esta también es mi casa, mi Papá la compró para todos.

- No señor, esta casa yo la compré y todavía la estoy pagando, no me salgas con los cuentos de tu Papá, él se largó por mujeriego y borracho, y para que lo sepas le encantan las morenas, deberías ver cuánto y no es lo que tú crees o lo que te hizo creer con sus bromitas acerca de los morenos, tú te lo tomaste en serio ese es tu problema, por ahora ya no quiero que estés aquí en mi casa, no después de lo que hiciste.

- Está bien, me largo, de todos modos ya no aguanto estar con ustedes, hace mucho que debí haberme ido de aquí, esta casa hasta huele feo, todos los morenos huelen feo ¿No te has dado cuenta? Mejor me largo, luego que no estén vengo por mi ropa.

Así se fue, mi propio hijo se fue diciéndome que le doy asco. Mi hija está en el hospital con golpes y mi yerno perdió un ojo. Todo, el mismo día que me dieron el ascenso que por años busqué, el ascenso que me hizo estar siempre fuera de casa, descuidando lo más importante en mi vida. Vaya día tan extraordinario.

Conejos BlancosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora