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«Creemos conocernos por completo, pero la verdad es que no. Porque... si así fuera, ¿no hubiésemos encontrado ya, eso que buscábamos para sentirnos felices y complacer la satisfacción efímera del momento? Decimos "sé qué necesito", pero al final, cuando nos encontramos con lo que creemos que nos dará ese sentimiento de bienestar, no parece ser como esperábamos.»

El repentino cosquilleo que le recorrió hasta la última punta de sus cabellos, lo hizo despertar, como si hubiese estado en un trance y no durmiendo como aparentaba. Se sentía raro. No sabía por qué. Ni pensaba darle muchas vueltas al asunto. Tal vez solo era porque la Navidad estaba a la vuelta de la esquina. Sí, posiblemente. Su teléfono marcaba las siete de la mañana del veintitrés. No tenía mensajes, nada interesante que ver. Solo repitió su rutina, una a la que acostumbraba tanto que su cuerpo se movía por inercia a hacer tareas, una tras otra. No sabía si era porque se estaba volviendo viejo o cada vez más solo, pero aquel día todo parecía ir a un ritmo rápido fuera de sus ojos, pero en cámara lenta para su percepción.

¿Cansado?

Podría ser...

¿De qué? ¿Estar solo?...

Apretó sus párpados con sus dedos y tomó varias respiraciones lentas, ahora debía acabar su hora en el trabajo, no era momento para aquello. Seguía igual, igual a todos los jodidos días que empezaban a ser ladrones hasta de su oxígeno. Nadie pasaba por esos lados casi, después de todo trabajaba en una simple tienda de conveniencia en una estación de gasolina. Su casa estaba al menos treinta minutos, de distancia, en bus. A menos que no estuviera a tiempo y fuera en bicicleta, a lo que recurría pocas veces por seguridad ya que esa zona realmente no era bastante iluminada, el peligro era evidente al ser una avenida principal y el horario no podía ayudarle.

Se estaba quitando la gorra con el logo de local y acomodando como pudiera sus cabellos castaños. Trabajar a las once de la noche, seguido de cinco horas extras, no era particularmente emocionante pues era muy común encontrarse aburrido, leyendo alguna que otra revista para pasar las largas horas de la madrugada, ya era normal que de no ser vacaciones la gente casi no fuera al lugar.
Así había sido hasta que la campanilla de la puerta, lo hizo voltear para encontrarse con una emoción nueva inundando su vida al completo. Quería exagerar y exclamar que su alma había salido de su cuerpo por unos largos segundos, pero no lo haría, más retendría aquella imagen visual.

—Buenas noches o... ¿madrugada? —Una voz muy agradable le dirigió la palabra educadamente.

Un chico con gran sonrisa, ojos pequeños, cabellos grises, cuerpo pequeño; no más que el de él, cubierto con un buzo y pantalones negros, aura cálida y armoniosa, se apareció. No pudo formular algo en específico, así que hizo una torpe reverencia y al rato que lo vio darse la vuelta para buscar sus mercaderías susurró un bajo y tardío:

—Bienvenido...

Se asustó cuando este agarró un paquete de galletas, se giró y le dio otra pequeña sonrisa para continuar agarrando paquetes, quién diría que había escuchado su voz con lo casi inaudible que se volvió.

Tal vez el sueño le estaba provocando todas esas reacciones y suposiciones descabelladas. Terminó de cobrarle y le dio su vuelto con un caramelo por puro impulso, porque no se lo cobró.

Este formuló un: —Muchas gracias.

Seguido de un: —Ten buena noche buena.

Para irse.

Su mente gritaba "por favor, aún no te vayas". Porque dieron las doce de la madrugada y era veinticuatro de diciembre, siendo una víspera distinta a las anteriores. Estaba jodidamente harto del sabor de la soledad. Era como tomar alcohol del más puro y fumar la hierba más fuerte. Quería sentir la dulzura, eso que le parecía prohibido por nunca haber podido experimentarlo.

No supo nuevamente por qué estaba viendo negro, no sabía por qué se sentía sumergir en un nuevo sueño, más profundo del que había tenido anteriormente. 

I Want To Understand [Yoonmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora