Viernes, 23 de febrero

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No puedo casi moverme. He tenido que bajarme de la cama haciendo la croqueta, ya que no siento las piernas. No sé si a esto se le podría llamar agujetas o realmente me habré roto todas las fibras existentes en mi cuerpo. Se supone que con el tiempo me iré acostumbrando a pedalear hasta ser capaz de verme tres capítulos seguidos y salir como una rosa. Para el siguiente día pruebo con la cinta o la elíptica, a lo mejor es más light.

¡66,4 kilos! Está claro que algo falla. Y es que ayer al llegar a casa, entre el encuentro con Sebas y que no sé a vosotros, pero a mí el ejercicio me abre el apetito, la cena lo que se dice ligera no fue: un bol entero de ensalada de pasta completita que tenía en la nevera desde hacía unos días, acompañado de medio litro de Coca-Cola.

Esto me lleva a fijar el tercer punto de mi lista.

Propósito 3: Hacer una dieta equilibrada. Reducir la cantidad de azúcares que consumo al día, eliminar los carbohidratos a partir de las seis de la tarde e incorporar las legumbres y hortalizas a mis hábitos alimenticios. En el fondo la teoría me la sé y no parece difícil. A ver si así empezamos a notar los resultados.

Parte positiva del día: es viernes y tengo todo el fin de semana por delante para descansar un poco. Además, los niños lo pasarán con Javier. Parte negativa: tengo visitas atrasadas de trabajo, por lo que hoy me queda una recua de kilómetros por delante. Para el mes que viene es el cierre de objetivos y no quiero que Sergio tenga excusas justificadas para bajarme el porcentaje de cumplimiento y reducir mi paga extra. Así que si consigo arrastrarme hasta el asiento de mi Ford, si llego, el resto es pan comido.

9:00 p. m. Acabo de entrar en casa y estoy deseando espatarrarme en el sofá. Me quito la ropa y me pongo mi pijama calentito de felpa con mis zapatillas rellenas de borreguito. Hace mucho tiempo que no experimento el placer de tener la tele y todo el sofá para mí (la televisión principalmente, porque en los pocos momentos que estamos en el piso, mis hijos la tienen secuestrada con la Play 4 y el dichoso Fornite). No me considero mala madre por pensar en disfrutar una noche de tranquilidad con manta y palomitas. Hoy me las merezco después del ejercicio de ayer.

Pillo el móvil y veo que tengo unos sesenta y cinco wasaps sin leer. La mayoría son de los grupos de padres de los compañeros de los niños. Odio esos grupos. Los tengo todos silenciados hasta el próximo año. Si no lo hiciese, estoy convencida de que mi cabeza sería capaz de llegar a explorar por el continuo goteo de mensajes que entran sin parar. Por no decir cuando entre dos madres o padres se ponen a chatear entre ellos dentro del dichoso grupo: ¿No se dan cuenta de que el resto tenemos vida y no nos interesa su conversación ni los veinte mensajes seguidos de emoticonos que se envían? Si a esto le añadimos que, teniendo en cuenta que tengo dos hijos y que los dos juegan en deportes de equipo, haciendo cálculos nos salen la friolera de unos ¡diez grupos activos a la vez!

Reviso los remitentes a ver si hay algo interesante. De pronto me doy cuenta de que me encuentro mirando lo que más de un año llevo evitando: ¡el estado de Sebas! ¿Para qué? ¿Me estaré ya volviendo una paranoica como mi hermana María? No, qué va, yo no soy así. Es simple curiosidad. Además, lo tengo bloqueado, por lo que él no puede saber ni que estoy en línea ni que lo estoy mirando. Y pienso dejarlo así. ¿Qué se ha creído con esa actitud de sobrado de ayer?

De repente mi móvil empieza a sonar metiéndome un susto de muerte.

—¡Menudo susto, María! —grito al responder.

—¿Qué pasa? ¿Interrumpí algo? —dice en tonito sarcástico.

—No, simpática. Es que estaba aquí concentrada con un tema del chollo y empezó a sonar de repente —mentí de forma deliberada, ya que ella vivió mi ruptura con Sebas y sabe de sobra los motivos. No me apetece que sepa que lo he vuelto a ver porque si no me va a estar comiendo la cabeza con: ten cuidado, no te fíes, aléjate de él, que te vuelve a enganchar y tú caes, ya sabes que los hombres no cambian, si lo hizo una vez lo volverá a hacer...

—¡Cancela todos los planes que tengas para mañana! ¡Nos vamos de concierto! Manu toca con su grupo en el nuevo local de moda del que te hablé el otro día, ¿te acuerdas? —dice emocionada.

—María, en serio, estoy reventada. Llevo una semana de locos y este fin de semana lo único que quiero es descansar —digo con la esperanza de que se apiade de mí.

—¡No puedes hacerme esto! ¡Sabes que llevo mucho tiempo sin salir de marcha y lo necesito! Además, estoy segura de que la arpía de la becaria es capaz de estar allí moviendo su culo para intentar camelarlo. ¡No puedes dejarme sola! —grita a punto de entrar en un ataque de ansiedad.

—Vale, vale. Pero cuando termine el concierto me retiro —contesto resignada.

—¡Genial! ¿Quién es la mejor hermanita pequeña del mundo? —La escucho decir mientras me puedo imaginar la cara de felicidad que tiene al otro lado de la línea después de haberse salido con la suya. ¿Cómo puede pasar de la histeria total a la alegría más eufórica en cuestión de segundos?

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DIARIO DE UNA CUARENTAÑERA: Los propósitos de Sara #PGP2022 #CA2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora