«My brother's girlfriend» James Sirius Potter

dos

La música sonaba muy fuerte y no permitía que puedas hablar con alguien si te encontrabas lejos. Las luches parpadeaba y cambiaban de color como al compás de la música.

El lugar estaba lleno de adolescentes de quince a dieciocho años. Aunque era un boliche muggle muchos magos iban durante el verano para encontrarse y disfrutar con sus amigos.

Todos los chicos habían ido menos Lily, Hugo, Cristopher y Lauren ya que tenían trece años.

— Animate Lys, sino otro te va a ganar. Lucy es una chica linda y sociable. —lo alentó Frank.

Ambos estaban solos en la barra.

— ¿Y si me rechaza?

— Le decís que era una broma.

— Estoy hablando en serio.

— Andá con ella. No seas vueltero. Si no vas nunca sabrás si siente lo mismo o no.

— ¿Cuánto decís que me va a doler? ¿Quién tiene más fuerza: James, Fred, Louis o Hugo?

— No sé. Cuando termines en San Mungo me contás.

Lysander le lanzó una mirada de odio a su amigo para después ir a buscar a la pelirroja.

— ¿Estás solo?

Roxanne Weasley se había acercado a la barra y ahí se encontró al hermano de su amiga.

— Si. Todos me abandonaron.

— ¿Por qué no vas a bailar?

— No sé. Todos están con alguna chica y yo estoy solo. No sé si ir y bailar solo.

— Yo también estoy sola.

— ¿Y Liz?

— Con Albus.

Roxanne miró a Frank sin que éste se diera cuenta. Lo conocía hace mucho tiempo y siempre lo había visto como el hermano de su amiga o el amigo de su hermano.

— ¿Tengo algo?

— No. ¿Querés bailar?

— ¿Me hablás a mí?

— Si. ¿Bailamos?

— Bueno.

Ambos fueron a la pista y empezaron a bailar no muy juntos aunque cada vez se acercaban más.

— James, ¿Cuánto tomaste? —preguntó Jade Brown.

— No sé. —contestó borracho— ¿Bailamos?

La chica lo olió pero inmediatamente se alejó ya que no tenía un aroma muy lindo se podría decir.

— Estás re borracho.

— Te parece. Estoy re bien.

James le tiró la boca pero ella se corrió.

— ¿Qué hacés?

— ¿Cómo qué hago? Te trato de besar.

— Debés tener un aliento horrible.

— Si querés me como un chicle aunque no tengo chicles. —rió.

— Yo tampoco tengo. ¿No tenés ganas de vomitar?

— No, no. Yo —se señaló— tengo aguante. No voy por ahí vomitando.

— Estás muy mal.

— ¿Podemos bailar?

— Bueno, está bien.