Convencida de que Albert era real, me quedaba otra interrogante: ¿Qué iba a hacer ahora? Albert se alejó y una sonrisa orgullosa adornó sus facciones.
--Sabe a fresa ¿es labial?—preguntó con el objetivo de incomodarme: lo logró sin problemas. Carcajeó una vez más y se pasó una mano por el cabello.
--Llegaré tarde a clases—dije, atropellando las palabras.
--Te llevo—sacó las llaves plateadas de su chaqueta y les dio vuelta entre los dedos. Levanté una ceja. ¿El deseo traía la Yamaha V-Max incluida?
--Si tienes un casco extra. Mamá es cero tolerante a las motocicletas. –respondí haciéndome la interesante. Albert volvió a soltar una risotada y se encaminó hasta la acera frente a la casa.
--Es divertido cuando haces cosas que a las madres les desagrada. Yo, por ejemplo, debo ser el último en la lista de «los chicos con los que tendrías permiso de salir»--dijo mientras pasaba la pierna por encima del asiento de la moto (una fiera elegante entre rojo, negro y plateado). Subí torpemente al asiento trasero, agradeciendo llevar un mini short de licra debajo de la falda.
--Lamento informarte que ese puesto es de Patch Cipriano—dije mientras me ponía el casco y lo abrochaba bajo mi barbilla.
--Soy un skater y motorizado de diecisiete años ¿qué supera eso?—dijo incrédulo.
--Él es un ángel caído que lucha contra los Nefilim y se gana la vida apostando en bares de mala reputación donde siempre asesinan a alguien—contraataqué mientras deslizaba mis manos por su torso, presionando sus abdominales, que leí, eran producto de una rutina matutina de ejercicios. Albert me miró por encima del hombro y sonrió.
--Me escogiste a mí en lugar de él, así que ¿Quién gana?—reímos y el brillo en sus ojos me hizo estremecer. La motocicleta le rugió al transporte escolar, de refilón atisbé la figura de Jorge al subirse al autobús. ¿Qué diría ahora? Había traído a la vida a uno de mis amores literarios.
Albert se mantuvo rondando la escuela toda la mañana, uno de los profesores había dicho que llamaría a la policía, pero no lo hizo, pues, mi «amor literario» ahora «amor real» se alejó en el receso y esperó por mí a la hora de salida.
--Creí que te habías enfermado—me había dicho Jorge cuando me había conseguido en el aula esperando por la clase. Lo arrastré hasta el cuarto del conserje y le conté todo. Sus ojos negros brillaban confundidos, pero no porque me creyera, sino porque creía que estaba loca.
--¿Seguro que no tienes fiebre? Podemos ir a coordinación y pedir un pase para que vayas al médico—me había dicho una vez hube terminado el relato. Gruñí en respuesta.
--Estoy bien, no estoy desvariando. Es real. Albert es real. Lo traje al mundo real con ayuda de la pluma que me regaló el Señor Morata. –respondí exaltada. Jorge volvió a lanzarme una mirada alarmada y respiré hondo.
--Espera por mí a la salida de clases, te lo voy a demostrar. Él me trajo en su motocicleta.
Jorge sacudió la cabeza en sentido negativo—ya es oficial: estás loca—dijo—el Señor Morata está chiflado, dicen que está perdido en el País de las maravillas o en Narnia. No lo sé, sus vecinos casi no le hablan. Le dicen «Morata el tocado»
--No está loco. Te juro que digo la verdad. Albert me besó, es real—los ojos de Jorge se abrieron hasta lo imposible detrás de sus anteojos.
--Allie, me preocupas—dijo al fin.
Apenas salimos de clases, arrastré a Jorge hasta la esquina en donde estaba estacionada la Yamaha V-Max. Los ojos de mi amigo brillaron de admiración al ver una de ésas tan cerca.
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Allie y la pluma dorada
FantasyAllie es una chica de 15 años amante de la literatura juvenil fantástica, que junto con su mejor amigo, Jorge, consigue una pluma fuente dorada con el poder de traer a la vida a cualquier personaje ficticio que ella desee. Sin embargo, no todo es co...