--¿Estás bien?—preguntó al notar mi desquiciado ataque de tos.
--Agua—balbuceé y de un salto, corrió hacia el refrigerador. Llenó un vaso con agua y me lo tendió. Bebí hasta que el nudo de comida y miedo cedió.
--¿Mejor?
Asentí.
--Mejor.
Sus ojos oscuros fijos en mí.
--Decía que no puedes quedarte aquí, no porque no quiera, sino porque mi mamá no lo va a permitir. Es muy quisquillosa y como dijiste esta mañana: no eres la clase de chico con la que le gustaría ver enrollada a su hija.
Mis palabras enarbolaron su ego, que se alzó en su interior haciéndolo enderezar la espalda y mirarme con los ojos entrecerrados una vez más.
--Puedo desafiar sus reglas—un brillo perverso cruzó su mirada. Levanté las cejas.
--Albert, no.
--Un poco de adrenalina no le viene mal al cuerpo—arrastró el taburete que había usado y lo situó a mi lado. Me obligué a sonreír por encima del tenso rubor que cubría mi rostro. Con que así se sentía Paula al tenerlo cerca...
--La que me puede costar un castigo de por vida, sí—mascullé. Albert sonrió y acercó su rostro al mío. Cuando nuestros labios se juntaron, percibí una corriente eléctrica que nada tenía que ver con la que había sentido por la mañana.
«Sus férreos labios se volvieron tiernos alrededor de los de Paula, quien enredó los dedos en el cabello detrás de su nuca y lo atrajo hacia ella. Albert sonrió contra sus labios: --te amo, Paula—dijo en voz ronca»
--Te amo, Paula—susurró Albert contra mis labios.
--¿Eh?—dije en respuesta. Albert se alejó de un tirón y sus ojos oscuros se abrieron como platos ante las palabras que había pronunciado.
--Yo—comenzó—No sé por qué dije eso. No lo sé. Yo... Allie, lo lamento—se apresuró a decir mientras se ponía de pie. Su rostro se crispó y sus labios formaron el nombre de Paula una vez más, pero su mirada aterrada oscilaba entre mi rostro y un punto invisible sobre mi cabeza. Retrocedió un paso y se pasó la mano por el cabello.
--Albert...--dije, con un gesto de mano no me dejó continuar y salió como una exhalación por la puerta que daba al jardín. Su silueta se movía con más rapidez de la que había hecho en la mañana.
«Louis Grant perdió el conocimiento durante una entrevista hace un par de minutos. Los médicos dicen que es deshidratación, pero antes de eso le preguntaban sobre la conexión entre Albert y Paula, y ella no supo responder» me envió Jorge en un mensaje de texto. Mi corazón se aceleró. Los personajes literarios son parte del autor, si bien no los representan por completo, son parte de su mente y sentimientos. Arranca uno de su intelecto, y le estarás robando energía.
«¿Crees que tenga algo que ver con que Albert esté aquí?» le escribí a Jorge con tecleadas frenéticas. Respondió de inmediato:
«Por supuesto, él es parte de ella» dijo. Me llevé una mano a la frente perlada de sudor y, llena de pánico, me puse de pie. Albert caminaba desorientado de un lado a otro en la terraza del jardín, frotaba sus manos entre sí. Sus ojos oscuros brillaban con súbito sufrimiento.
--¿Estás bien?—pregunté cuando crucé el umbral de la puerta del jardín. El crepúsculo caía en el horizonte y los haces de luz anaranjada lo bañaban formando un aura espectral alrededor de su perfecto rostro de «ángel misterioso». Sus ojos se fijaron en los míos, sus cejas arqueadas mostrando el sufrimiento por el que pasaba su corazón.
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Allie y la pluma dorada
FantasyAllie es una chica de 15 años amante de la literatura juvenil fantástica, que junto con su mejor amigo, Jorge, consigue una pluma fuente dorada con el poder de traer a la vida a cualquier personaje ficticio que ella desee. Sin embargo, no todo es co...