Allie y la pluma dorada

Final

--Gracias—respondí. Albert sonrió, sus brazos rodearon mi cintura y aproveché para inhalar por última vez el aroma cítrico de su chaqueta de cuero negra.

Sus labios presionaron los míos por última vez con una ternura fantástica. Se alejó.

«Albert Bo...» escribí, levanté la mirada, sus ojos fijos en mi rostro.

--Me tatuaré una estrella de cinco puntas con una A en el centro—dije. Se remangó la manga derecha dejando al descubierto la estrella de cinco puntas que adornaba su muñeca. Carcajeó y me guiñó el ojo. –Hecho.

«ham» terminé de escribir en la hoja en blanco y una ráfaga gélida se alzó por debajo de mis pies.

--Cierra los ojos—dijo Morata y lo obedecí. No quería ver cómo desaparecía Albert. Un par de labios rosaron mi mejilla y el aire frío se evaporó.

Cuando abrí los ojos (aproximadamente un minuto después), dirigí la mirada al libro entre mis manos solo para percibir como las palabras reaparecían en él, y entre ellas, el nombre del chico que nunca voy a olvidar:

«Albert Boham».

Los personajes literarios pertenecen a un espacio tiempo distinto al nuestro, uno que está conectado con su autor y las emociones que éste puso en ellos. Es utópico imaginarnos trayendo a la vida a nuestro personaje preferido, pero nuestro frío mundo podría corromperlo o llevarlo a la locura, por lo que es mejor visitarlo en el suyo. Nosotros somos lo suficientemente fuertes como para sobrevivir con ellos. No importa si te lanzan a una arena llena de mutos o te persigue un ejército de traidores armados hasta los dientes, o incluso, si te toca ir a ese país oculto de los mundanos, tú eres más fuerte que ellos porque has soportado la hostilidad humana.

Así que, si algún día vas a la venta de garaje de algún Morata y ves la pluma dorada, piénsalo dos veces antes de sacar a ese chico perfecto del libro.

Atentamente, (juro que fue real)

Allie Peroza.

P.D.: El tatuaje de la estrella con la «A» en el centro, es hermoso. Me gusta ver mi tobillo derecho unas cinco veces al día.

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- Angélica.