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-¡Déjame! ¡Aléjate de mí, carajo! -gritaba histérica Liz. No podía ver bien, el agua salada le inundaba los ojos, y sus brazos se agitaban de modo que lastimaba a Michelle.

-Liz, auch... espera yo... por favor, escuch-

-¡No quiero nada! ¡¿Me escuchas?! ¡NADA DE TI! -salió corriendo a las escaleras de aquel lugar. Corrió y corrió por los pasillos con gran velocidad mientras el timbre de la institución fue tocado, por su suerte no había nadie deambulando por su recorrido aún hasta la salida que yacía comúnmente abierta.

-¡Liz! Maldita sea... ¡LIZ! ¡LIZZA!-maldijo y bajó escaleras sin embargo los chicos de preparatoria le impedían el paso. Trató de escabullirse y salió entre los cuerpos. Buscó su cara y sus desenfadados cabellos que la hacían singular entre todas. No la encontró, se escapó de su vista. Estaba agotada emocionalmente, aunque no fuese un momento estilo Blue Valentine, no se esperaba ser tan abierta con alguien pero Lizza había cambiado algo dentro de ella, que ni las supuestas santísimas plegarias a Dios de su madre pudieron lograr. Pero se fue, su pequeña mariposa se fue de nuevo...

Lizza

-Estúpida, estúpida... ¡agh eres una pendeja! -pateaba Liz a la reja del edificio abandonado a 4 cuadras lejos de la escuela donde se había parado del cansancio. Entonces, miró su teléfono que no dejaba de sonar desde hace dos cuadras atrás. Tenía 4 llamadas perdidas y varios mensajes pero no se dispuso a indagar, evitó cualquier contacto humano por ahora. Pateaba la reja mientras gimoteaba sin cesar hasta llegar a un punto donde su consciencia le exigía no hacerlo más. Se secó las lágrimas con la manga larga de su chamarra cuidadosamente de que el maquillaje no se escurriese por completo. Sacó temblorosa de su mochila un encendedor y un cigarro. No estaba en buen estado entonces que otra cosa mejor que un cacho de cáncer de pulmón para darle un poco de sentido a su vida. Inhalaba mientras permanecía recargada de la pared inerte, como si le hubiesen sacado su pequeño pedazo de sol, el único que le quedaba. De nuevo, se inhibía en pensar sobre eso.

-No, no deberías... -se decía temblorosa mirando al suelo donde caían las pocas lagrimas que le quedaban. « No seas tonta...» sostenía en su cabeza. Empezaba a pensar y pensar de todo lo ocurrido en el pasado, de todo lo que le hizo un daño que la hizo cambiar en todo para convencerse de no volver. De no ser una tonta incompetente con poco amor y respeto para ella misma. No estaba bien volver, si volvía... sería el fin de su auto-valoración. Sostuvo la nicotina en sus pulmones por más tiempo y la dejó escapar despacio. Lo hizo de nuevo y otra vez hasta estar serena y de acuerdo con su raciocinio. Entonces pensó mejor. Acabado el cigarro estaba y su andar comenzó.

Michelle

Michelle no dejaba el cubículo de tantos que hay en el baño por más que todas le pedían que saliera, no solo para saber lo que había ocurrido sino para buscar a Liz de quien no tenían ni una sola pista de donde se había escabullido.

-Michelle, vamos sal... -decía preocupada Leslie, quien tocaba la puerta suavemente creyendo que así saldría su amiga.

-Estarás bien, te queremos. Sal Mich, vamos -pedían las demás.

-Váyanse... -reprimía los sollozos para no ser escuchada, más no podía Michelle. Las necesitaba fuera, lejos de ella y no ser escuchada. Necesitaba de ella pero no quería reconocerlo. Pensaba en ella y cerraba los ojos fuertemente soltando lágrimas amargas al mismo tiempo que abrazaba sus piernas. No dejaban de tocar la puerta y pedir, estaba por salirse de su control. Hasta que el agua se derramó del vaso.

-¿Sabes? Déjala irse a la chingada, ¿de acuerdo? Es una perra y no sabe apreciar nada. No debes de llorar por alguien que no se merece tu mirada ni la de nadie -abrió la puerta Michelle, entonces Leslie y las demás se apartaron al ver su fulminante mirada en su húmeda cara.

-No. no la dejaré.

-Michelle, estarás bien sin ella. Ven... -Leslie intentó acercarse para abrazarla pero Michelle la paró inmediatamente.

-No le digas perra, ¿okay? Y no, no me merece, sino mas que eso. -ordenó desgarrada dejando con sorpresa a las chicas.

-Ella te hizo llorar, Michelle-

-Ni siquiera sabes si fue ella, Leslie. Pudo haber sido alguien más.

-Ah, ¿si? ¿quien te haría llorar así? ¿Doña Crispina, la de intendencia? -Leslie burlona replicó.

-Quien sabe, podría ser -dijo firme y avergonzada Michelle.

-No me hagas reír Michelle. Deja de taparla. Ella solo hace sufrir a todos, y lo sabes.

-A todos... -río- solo porque no hizo lo que tu querías, no significa que nadie mas la quiera -dijo finalmente Michelle. Un golpe bajo para Leslie que la dejó furiosa.

-¡Es una perra, Michelle! Lo único que piensa esa hija de puta es un modo de joderte sin antes usarte como un juguete barato. Así que no me andes contestando con éstas babosadas.

-Te dije que no la llamaras así. No la conoces como tanto alardeas, solo yo -se acercó a su cara, con notable molestia- así que no andes echando mierda a la espalda de la gente si no sabes por lo que han pasado, ¿entendiste?

-¡No me hables así, te dije! -se puso a la defensiva Leslie, separada por unos escasos centímetros de la cara de la castaña. Michelle comenzaba a cansarse de la actitud de Leslie, no podía más con eso.

-Yo la quiero. La perdí por mi culpa e iré por ella. Te guste o no.

Un último vistazo a las amigas y se esfumó del lavabo con su mochila. Su paso era decidido; no era el tipo de chica que comete el mismo error 3 veces.

Pájaros en el áticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora