Pasaron los días, y Lizza escapaba de Michelle mientras ésta castaña hacía lo posible por chocar en los pasillos con la despeinada. Lizza tuvo suerte en esquivar sus intentos de conversación incómoda pero no por mucho. Era martes y eso significaba: dos horas de matemáticas. No era mala en matemáticas, es más, era de las mejores de la generación, lo lamentable es que compartía salón con ella. Era la primera hora de mañana y matemáticas empezaba en la segunda, antes de receso. Maldijo para sus adentros Lizza y caminó con paso firme a su casillero.
-Hola -saludó Margaret apartada a dos casilleros de Liz.
-Hola Margaret, -contestó- ¿cómo estas?
-He estado mejor -respondió circunspecta- ¿tu?
-Igual.
-Dejaste tu libreta ayer en el salón de Filosofía -estiró su largo y pálido brazo sosteniéndole la libreta francesa a Lizza. Se extrañó, ayer no entró a Filosofía a ninguna hora.
-No entré a Filosofía ayer...
-Solo me encargo de regresarte la libreta, no resolver misterios -en seco contestó- Nos vemos.
-Adiós -se despidió con pocas ganas. Supuso que Margaret no se levantó con el pie correcto y se lo torció. Por supuesto, Margaret no es de las chicas que llevan flores en su cabello, perlas en sus dientes y soles en sus ojos, pero hoy se veía mas frustrada de lo normal. Lo ignoró y fue a su no muy querida clase, Socio-economía.
-Buenos días chicos -dijo el maestro más genial de todos.
-Hey, profe -miró con picaría Gabriela al profe- ¿nuevos lentes? -preguntó. El maestro bufó, agarró los lentes colgados de su camisa y se los dio. Gabriela hizo una sonrisa tan extraña que con verla te reías a carcajadas, y en efecto, el salón lo hizo. No se hizo gran cosa en la clase, lo de siempre: veían al profesor sentado lanzando y cachando una pelota de goma, mientras les hablaba sobre la política Neoliberal y su surgimiento en la Guerra Fría. Quien tenía preguntas, le lanzaba la pelota para que así pudiese hablar. Lizza tenía una pregunta pero el miedo a que la pelota le rebotara a su nariz la hizo silenciar, pero la duda seguía ahí.
-Profe, Lizza tiene una pregunta -escupió Isabella. "Maldición Isabella", pensó Lizza.
-Ah, ¿es cierto, Lizza? -miró fijamente a Lizza, quien solo asintió. El maestro rió, se paró y lanzó la pelota a su dirección. Lizza ansiosa se cubrió con su carpeta con el miedo de tener que respirar su propia sangre de la nariz, pero la pelota pasó rodando por sus pies. Todos rieron, incluyendo al profesor. Avergonzada, agarró la pelota y preguntó.
-A pesar de la desregularizacion financiera, ¿como fue que las finanzas obtuvieron mayor importan–
Y el timbre sonó. El timbre sonó con una pregunta sin responder.- ... cia. -Devolvió la pelota y todos salieron del salón.
-Uff, bueno... Para la otra, Liz -soltó Isabella, parada acomodando sus libros del pupitre, y Lizza le dio un leve golpe a su hombro. Se quejó Isabella mientras se sobaba- Auch, soy débil, ¿se te olvida?
-Y me dan miedo las pelotas, ¿se te olvida? -Se cruzó de brazos frente a Isa. La amiga se recargó sobre el pupitre y le sonrió cariñosa.
-Vale, no es miedo a pelotas -rodeó los ojos Lizza-, es miedo a que te peguen -Lizza no dejaba de aniquilarla con la mirada e Isabella mostró sus perlas blancas al tiempo que sonreía dulce - Ya, mon coeur, no me mires así o te saldrán arrugas en la frente. -le pinchó su brazo con ternura- Te acompaño a tu clase, ¿si?
-Siempre lo haces -contestó Lizza pretendiendo estar enojada. Mientras que a Isabella se les podían percebir a simple vista sus pequeñas arrugas a los costados de sus ojos claros que se hacían al sonreír
-Y te invito una malteada en receso. Malteada de fresa... -incitó acercándola más a ella. Lizza no se contuvo al tacto. Rieron nerviosas. Con una pequeña distancia, y Lizza entre las piernas de Isabella.
-¿Y pastel de zanahoria? -replicó Lizza fallando en reprimir la sonrisa de su cara.
-Y pastel de zanahoria, -aceptó Isabella- para las dos. Si no, no -condicionó y le besó la frente. Para su sorpresa, Lizza le dió el abrazó mas sincero que nunca ha podido dar. Y se le fue otorgado a la chica mas dulce y pecosa que pudiera existir en el planeta. Isabella se sintió cálida,.. como en casa. Escuchó como Lizza lagrimeaba un poco, y no tardó en acariciar su cabello despeinado al mismo tiempo que tarareaba unas palabras, de una canción.
-Je vais t'aimer. Comme on ne t'a jamais aimée. Je vais t'aimer. Plus loin que tes rêves ont imaginé. Je vais t'aimer. Je vais t'aimer... -Lizza dejó de llorar.
-Maldita seas, Isabella. -rió- No te entiendo - Isabella sonrió, y sostuvo a su mundo en sus brazos.
-Lesbianas... -dijo Margaret tras la puerta, cuya ventanilla tenia una abertura donde cabía perfectamente la lente de su Canon. Ajustó, clic y caminó hasta su clase de Fotografía.
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Pájaros en el ático
Non-Fiction"El cielo púrpura, y sus manos tibias" ¿Has sido rechazado por el que creías ser el amor de tu vida? Después de múltiples rechazos, Lizza tuvo supuesta fortuna de que la quieran pero... ¿ella ya no? Tantos no, la hicieron insegura, fría y rota que...