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◌Un par de horas antes◌

Isabella

La maestra dejó a Isabella irse después de una larga charla sobre sus calificaciones.

-Nos vemos mañana Miss, gracias–dijo Isabella con su caricaturesca mochila y descuidada cartulina. Salió de la oficina para posar su frente sobre la pared de al lado.

-Baise –Rezongó en francés la castaña obscuro. Escuchó unos pasos y se encorvó, así no ser vista como trastornada, quien maldecía en otro idioma a la pieza de cemento blanco como si éste le pudiera responder. Era la maestra de biología la de los pasos y solo se limitó a saludarla con la mano acompañada de una media sonrisa. Después de la incomodidad, se aproximó al cesto más cercano y tiró la cartulina como si fuese una pelota de básquetbol y ella Michael Jordan, pero no duro mucho su sueño frustrado. No encestó e hizo una mueca disgustada, no estaba en ánimos para el básquetbol. Al querer agarrar el objeto a orillas de caerse por la escalera una chica salió agresivamente pateando la cartulina y empujando a la castaña haciendo que sus anteojos se cayeran de los escalones. No pudo saber con exactitud quien era la fémina pero no se encontraba bien, en absoluto. Bajó los escalones con cuidado intentando no caer, y al querer agarrar sus lentes otra chica bajó bruscamente pero esta vez no fue empujada solo sorprendida, al ver que era Michelle quien estaba corriendo y parecía que lagrimeando. Gritó pero no sabía con exactitud que cosa había dicho. Los alumnos estaban bajando, entonces Isabella se apresuró por quitarse del camino a curiosear lo que estaba pasando con Michelle.

-Hey, Michelle, ¿estás bien? –con ternura, y su popular acento francés, preguntó.

-No. Nada, digo, si estoy bien –trémula contestó confundiendo a Isabella. Michelle caminó hasta al baño con paso rápido y lágrimas en sus ojos; Isabella decidió no seguirla, pero no quitaba el hecho de que quisiera ir a consolarla o alegrarla, pero pensó «Sus amigas lo harán, más Leslie».

Michelle e Isabella no eran amigas en sí, sino compañeras pero si se hablaban bien y reían, aunque sus amigos y los de Michelle no eran sociedades que les gustase hablar entre sí, o tan siquiera mirarse. Como perros y gatos. Michelle era de los gatos, según el criterio de Leonardo.

En el recorrido a su típica mesa con sus amigos, buscaba a Lizza con los ojos sin mirar tan profundo entre la multitud. Sin embargo se encontró con Jessica y Leonardo jugueteando con papeles y lápices de colores. Se rió por la inmadurez de sus amigos.

-Oigan, ¿han visto a Liz en alguna parte? –se acomodó sus lentes.

-¿Qué? ¿Romea extraña a su amada Julieta? –se burló Jessica, pero Isabella se limitó a solo ruborizarse y hacer una mueca con mejillas infladas, tal como las ardillas. Leonardo seguía entretenido con los diversos papeles haciendo algo que solo él podría entender –No, no la vimos bajar.

-La vi con Michelle en el pasillo cerca del garrafón hablando, ya no supe de ninguna de las dos –exclamó el concentrado de Leonardo con su singular papiroflexia.

-Mm... -«Michelle lloraba, Lizza no está...» pensó. Había ocurrido algo, algo que hiciese que Michelle se pusiera mal- debió haberse ido a casa, supongo...

-Genial, mi zorro está listo –interrumpiendo sonriente, Leonardo miró su basura de papeles enredados con orgullo. Jessica comenzó a reírse del papel desordenado.

-¿Se supone que eso es un zorro? Neta, estoy pensando seriamente en llevarte con algún médico, para que te chequen ese cacahuate dentro de tu cabeza...–tomó un sorbo de su bebida de manzana, me reí.

-¿Por qué tantas...patas? –señaló Isabella a las diversas tiras de papel que colgaban del supuesto zorro.

-No son patas, son colas, ¿acaso no viste Naruto? –dijo con obviedad. Como si su basura tuviera alguna forma clara.

-Lo siento, teníamos mejores cosas que hacer como chicas sociales y ambiciosas que somos. –mintió, se quedaban toda la tarde en su casa para ver Amor Inquebrantable. Diagnosticadas desde los 7 años con trastorno de ansiedad social, por la mamá de Jessica y la revista Healthy Kidz. 

-¿Cómo qué? ¿Acosar a Michael? –no podían negarlo, Jessica solía hacerlo. A decir verdad todavía lo hace, pero desde que se hizo amigo suyo, ya no hay necesidad de acosarlo constantemente. Siempre salía con ellos.

-Oh cállate, Señor No puedo hacer un mugre zorro decentese rieron. Hablaban, lo usual de todas las salidas, mientras esperaban a Kurt para que les echara un aventón. Isabella de pronto se percató de la larga ausencia de Kurt. Se estaba preguntando si estaba con la maestra de biología o besuqueándose con Melanie. La segunda era más probable, pero recordó la inquietante calificación que se había sacado el chico en el parcial entonces optó más por la primera opción. Kurt se dejó ver con su fachada de chico malo, caminando como si no tuviese ninguna vergüenza de mostrar el chupetón de su clavícula y el cigarro de su bolsillo.

-Hey –posó su mochila oscura sobre las demás- ¿Qué hacen, basuras?

-Esperándote, cara de orangután–dijo Isabella e hicieron su pequeño saludo especial. Hizo lo mismo con el par.

-¿Dónde está Lizza? –preguntó de repente Kurt.

-No sabemos, pensé que tú sabías –Isabella comentó y Kurt se limitó a mostrar una mueca, moviendo su piercing del labio también.

-La vi un poco rara antes de que fuera con Michelle, de hecho hace unos pocos minutos me topé con esa. Parecía como si el novio la hubiese cortado, y no tengo ni puta idea o interés de lo que le pasa a Michelle... -se sentó a lado de Leonardo empujándolo- su grupillo de gatas salió del baño molestas y me miraron como si yo fuese quien se las cogió mal -rió-. Y aquí estoy.

-Esas tipas tienen un problema, o de plano no tienen ningún jodido negocio que hacer en su vida–contó Jessica.

-Jajaja, nos odian con ganas –agregó Leonardo- Kurt, ¿Qué te parece mi zorro? –Kurt tomó el origami y lo analizó detenidamente.

-¿Tú lo hiciste? –asintió Leo como niño mimado- Oh, muy bien, me parece... mph, una deslumbrante obra de arte, digna para un lugar muy especial.

-¿Cuál lugar especial? –pregunta inocente-.

-La basura –lo tira al bote de modo que encestara y Leonardo le expresó su gratitud con un signo vulgar con su mano. Después de un rato, decidieron llamar a Lizza y dejarle mensajes pero no contestaba. Se preocuparon, más que nada Isabella, porque no era de 'Lizza' hacer éste tipo de cosas.

-¿Dónde estás, Liz?...

Pájaros en el áticoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora