Capitulo 3

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3. Frente al espejo : 


Pasaron tres semanas sin que volviera a saber nada de su pretendiente a follamigo. Nathan no la llamó ni intentó ponerse en contacto con ella.
___ ni tan siquiera se guardó su número de teléfono, aunque tampoco lo borró del registro de llamadas de su móvil.
Muchas noches, tumbada en la pequeña cama que había ocupado como adolescente y que ahora se veía obligada a usar de nuevo, pensaba en Nathan y su propuesta. Al principio le había parecido completamente descabellada, pero lo cierto era que cuanto más lo pensaba, más razonable lo veía. Eran dos adultos sin pareja estable que vivían en una ciudad cuyos habitantes tenían como afición principal el chismorreo, como en todos los pueblo. Si intentaban ligar con cualquier persona de su ciudad o incluso de pueblos de alrededor, el rumor correría como la pólvora y hasta el último mono del pueblo se enteraría en menos de una semana. Por ello ___ se había ido a una discoteca de una ciudad a casi una hora de distancia y mucho más grande. Estaba segura de que allí nadie la conocería, pero de entre todos los hombres de la disco había tenido que tirarse a un viejo compañero de clase. Y ahora él le venía con aquella propuesta que sonaba a anuncio de prostíbulo de calidad: «le ofrecemos buena compañía y la máxima discreción». Solucionaba buena parte de sus problemas: no tendría que gastarse un dineral en gasolina para conseguir sexo de una noche y podría satisfacer las necesidades que su vibrador y sus manos a veces no llegaban a cubrir.
Más de una vez se encontró mirando el teléfono de Nathan en su registro de llamadas y mordiéndose las uñas, pero no llegó a llamarle.
Era ya junio cuando su amiga Susana volvió a la ciudad tras acabar el curso en la universidad y quedaron para tomarse un café. Las dos amigas, que se conocían desde parvulitos, solían hablar por las redes sociales y WhatsApp, pero ___ no le había contado lo de Nathan ni tenía intención de hacerlo en breve. Su amistad no se había roto tras el instituto pese a que cada una se fue a estudiar a una universidad distinta y dejaron de verse, pero la confianza no era la misma, y menos desde que ___ sabía por fotos de Facebook que Susana salía con Marga. Aquella puta había intentado quitarle a Juan y le había hecho la vida imposible durante su último año de instituto. Jamás se lo perdonaría. No obstante, las reticencias que tenía para hablar de ciertos temas con su amiga Susana no le impidieron sonsacarle información sobre cómo les iba la vida a sus compañeros de colegio, prestando especial atención a Nathan.
—Creo que ahora mismo está trabajando con su padre en el restaurante que tenían, el Firol. Ese que está en la plaza donde los viejos juegan a la petanca por las tardes. Me parece que lo despidieron hace un año de la empresa en la que estaba. Pero ha cambiado bastante, ¿sabes? Lo vi hace unos meses y estaba todo buenorro. También es cierto que hacía unos meses que había roto con su novia y se había puesto super cachas en el gimnasio. Ya no sé si habrá dejado de entrenar después de poner un poco celosa a la ex o qué.
Aquella información satisfizo la curiosidad de ___, al menos por el momento. Sin embargo, siguió sin decidirse hasta el principio de verano.
El 21 de junio, al volver de correr, buscó el número en su móvil y, tras dudarlo un instante, lo llamó. Él tardó cuatro tonos en descolgar.
—¿Sí?
—Nathan, soy ___. ¿Tu oferta sigue en pie?
Un largo instante de silencio.
—Sí, claro que sí.
—¿Podríamos… quedar?
—¿Cuándo?
—Ahora.
Él pareció dudar un momento pero en seguida preguntó:
—¿Dónde?
—En mi casa.
—Estoy allí en cinco minutos —y colgó.
Se retrasó un poco, tardando casi el doble de lo que había previsto, pero cuando ___ le abrió la puerta de su casa, lo recibió envuelta en una pequeña toalla que apenas llegaba para cubrirle el pecho y el trasero a la vez. El pelo, húmedo, le caía suelto por la espalda.
—Has tardado —le dijo, pidiéndole que entrara rápidamente para que ningún vecino los viera allí si decidía salir en aquel momento al rellano.
—Aún te he pillado recién salida de la ducha.
—Esa era la idea —y soltando el agarre de la toalla, la dejó caer al suelo, quedando completamente desnuda ante él.
A Nathan le faltó la respiración ante el repentino espectáculo.
—¿Puedo… puedo preguntar a qué se debe tu cambio de opinión? Ya pensaba que no me llamarías.
—¿Importa? —interrogó ella, acercándose a él para desabrocharle el cinturón. Pese a ser por la mañana, iba vestido muy formal, con unos pantalones negros y una camisa blanca, y al acordarse de las palabras de su amiga, ___ supuso que aquel era su atuendo como camarero.
—La verdad es que no, pero si me cuentas qué te ha excitado, quizá yo también me excite.
—¿No te excito yo ya? ¿No te excita mi cuerpo? —desabrochándole tres botones de la camisa, le besó el cuello a la vez que sus manos volvían a dirigirse a su entrepierna, donde una erección la esperaba—. Yo diría que sí te vale solo con mi cuerpo.
—Ya con tu llamada se me ha puesto dura —confesó Nathan y cogiéndola por el culo, la arrimó a él—. Pero dime qué te ha puesto a ti. Quiero oírlo.
Ella sonrió y le hizo girar hasta que quedó de espaldas al espejo de la entrada. Terminó de desabrocharle el pantalón, que se cayó solo, y le bajó los calzoncillos. Miró el reflejo del culo masculino en el espejo.
—Cuando he salido a correr había un rubio con un culo espectacular. No te puedes ni imaginar cómo me ha puesto correr tres kilómetro detrás de él.
—¿Y por qué no te lo has tirado? Podrías haberte puesto a su lado y haberle propuesto hacer otro tipo de ejercicio mucho más… completo —él movía la cintura para que su erección creciera todavía más al rozarse y frotarse contra el vientre de ___.
—Iba con una chica más espectacular todavía que él y la he visto con las uñas preparadas para defender su tesoro.
Bruscamente Nathan se giró y se puso detrás de ___. La besó en el cuello a la vez que le pellizcaba los pezones. Ella protestó pero no se apartó.
—¿Te gusta el espejo? —le interrogó él al oído a la vez que hacía descender su mano por el vientre femenino hasta llegar a una zona más íntima—. Brasileña —ronroneó con aprobación al pasar por la franja de vello púbico que ___ se dejaba con la depilación. Le sumergió los dedos más allá, trazando suaves círculos con las yemas de sus dedos y jugando con los labios de su vagina mientras no dejaba de mirarla de manera provocativa a través del espejo.
___ no pudo evitar gemir y con su mano buscó la erección de Nathan.
No obstante, él no dejó que se la alcanzara y, empujándola delicadamente pero con decisión por el hombro, la hizo inclinarse hacia delante y abrir las piernas. Volvió a llevar su mano hasta la vagina de ella, esta vez por detrás y la excitó con una mano mientras se agachaba y con la otra buscaba algo en el bolsillo de su pantalón. Sacó un preservativo y se lo puso con rapidez, volviendo enseguida a dirigir sus dedos a la húmeda entrada que ya lo esperaba. Tras asegurarse de que sería bien recibido, con una mano agarró a ___ por la cadera y con la otra se sujetó el pene, dirigiéndolo con exactitud hacia su objetivo. Entró con un poco de dificultad y a Nathan le excitó sobremanera ver que ella cerraba los ojos y entreabría la boca al sentir como su henchido miembro se abría paso dentro de ella. Cuando estuvo totalmente dentro, retrocedió con lentitud y volvió a entrar suavemente una, dos, tres veces, hasta que sintió que ya se deslizaba con mayor facilidad. Entonces sujetó con ambas manos las caderas de ___ y comenzó un movimiento constante hacia dentro y hacia fuera. En el reflejo del espejo podía ver los pechos de ella rebotar y moverse alocados cada vez que la penetraba y su cuerpo chocaba contra su culo. Se inclinó para apresárselos y sobárselos mientras la tomaba por detrás. Después sus manos subieron hasta sus hombros y a la vez que la embestía, tiró de ella hacia sí, hundiendo más su pene en las profundidades de ___. En la cara de ella aparecía una mueca cada vez que lo hacía y de su boca escapaba un gemido, Nathan no sabía si era de placer o dolor.
—¿Te hago daño?
—No pares.
Aquellas dos palabras pusieron a Nathan a mil. Se incorporó y volvió a agarrarla de las caderas, tirando de ella para clavarla contra su pene. Ella tuvo que apoyar las manos contra el espejo para mantener el equilibrio.
—Sigue —le pidió, sabiendo lo excitante que resultaban sus palabras—. Sigue.
Las embestidas de él ya eran frenéticas. Alzó la cabeza hacia el techo y su cara se contrajo a la vez que su respiración agitada se convertía en gemidos. ___ se concentró en las sensaciones que sentía en su interior, en todos los puntos sensibles que el pene de él tocaba, y dejándose llevar por los excitantes ruidos del orgasmo masculino, se dejó arrastrar por una oleada de placer que manó de sus entrañas.
Tardaron casi un minuto en conseguir que sus respiraciones se acompasaran y volvieran a tener un ritmo normal. Entonces Nathan salió de ella y se quitó con cuidado el preservativo, anudándolo y dejándolo a un lado mientras se subía los calzoncillos y los pantalones, metiéndose la camisa por dentro antes de ponerse el cinturón. ___ volvió a cubrirse con la diminuta toalla que no llegaba a taparla del todo.
—Me gustaría quedar contigo. ¿Qué te parece esta tarde o esta noche?
—¿Una cita? Esto era solo sexo, ¿recuerdas?
—Bueno, también quedamos en que nos faltaba la parte de ser amigos, pero no, no te estoy pidiendo una cita. Tenemos que hablar sobre horarios, sitios…
—¿Cómo que sobre horarios? Me dijiste que cuando tuviera ganas, te llamara.
—Sí, ya, pero yo trabajo. Me has pillado limpiando mesas y solo he podido escaparme porque el jefe es mi padre, sino, no habría podido venir.
Además, también deberíamos hablar sobre qué sitios tenemos para hacerlo y qué nos gusta, para sacarle el máximo provecho a esta… relación.
___ comenzó a negar con la cabeza pero Nathan no le dio tiempo a decir nada. Abrió la puerta de acceso y mientras salía, dijo:
—Me tengo que ir o mi padre me mata. Te espero esta tarde en la cafetería Siroco. A las cinco. ¡Adiós!

Los FollaAmigos// Nath y Tu ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora