9. Sospechas:
—¿Tu follamigo es Nathan Sykes?
___ abrió mucho los ojos, sobresaltada. Hacía tan solo un instante habían llamado al timbre y por la mirilla había podido ver que se trataba de su amiga Susana. Nada más abrir la puerta, le había soltado aquello.
___ miró hacia atrás para asegurarse que sus padres no estaban cerca y salió al rellano, entornando la puerta tras ella.
—¿Cómo dices?
—¿Tu amigo con derecho a roce es Nathan Sykes?
—No… yo… ¿cómo te has enterado?
—¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Pero tía, está muuuy bien!
—Deja de gritar, loca. Te van a oír mis padres y todo el edificio si me apuras.
—Vamos, te invito a un helado y me lo cuentas todo.
—Pero…
—Si quieres lo hablamos en tu casa.
—Vale, vale. Déjame al menos que me ponga zapatos.
Salió instantes después de su casa, metiéndose la llave en el bolso.
Susana comenzó a interrogarla nada más comenzar a bajar las escaleras, pero ___ se giró hacia ella y le hizo una exigencia:
—Responderé a tus preguntas, lo prometo, pero primero tienes qu decirme cómo te has enterado.
—Por Facebook.
—¿Cómo que por Facebook?
—Nathan te ha etiquetado en una foto superchula. Sales debajo del agua, con unas aletas, unas gafas y un tubo. Detrás de ti se ven peces y todo. ¡Chulísima!
—Lo mato.
—Tampoco es para tanto. No tiene por qué darse cuenta más gente. Yo es que os tengo a los dos y me he dado cuenta de que salía la misma foto en los dos perfiles, y al mirarla he visto que tú eras la de la foto y él la había subido. Solo he tenido que atar cabos y…
—Lo mato —___ sacó su móvil del bolso y buscó en su agenda el número de Nathan.
—Bueno, no ha sido muy hábil por su parte, pero pobre chico, seguro que lo ha hecho con la mejor intención —intercedió por él Susana.
—¿___? —interrogó la voz de él al otro lado de la línea—. Ahora mismo no puedo quedar. Trabajo, ¿recue…?
—¿Has subido una foto mía a Facebook?
Él se quedó un instante en silencio. Se había dado cuenta de que el tono de ella era de enfado, pero aun así optó por dar una respuesta jovial, por si así conseguía calmarla.
—Sí, ¿la has visto ya? Es espectacular, ¿no crees?
—No, no la he visto. Pero tienes que quitarla ya mismo.
—¿Por qué?
—¿Cómo que por qué? Dijimos que seríamos discretos. No debía enterarse nadie de nuestro trato.
—¿Y se van a enterar por una foto? Venga, ___, no creo que la gente se ponga a mirar esas cosas y a pensar si estamos juntos o no.
—¿Ah, no? Pues Susana te manda saludos. Se ha pasado a preguntarme si me estoy acostando contigo.
—No me jodas.
—Te jodo.
—Pero eso será porque tú le has dicho algo de que te estabas viendo con alguien y ella estaba al acecho de cualquier pista.
—Tú quita la foto ya mismo.
—Vale, ahora en cuanto termine mi turno.
—¡Ya!
—Que sí, que sí.
___, furiosa, colgó el móvil sin despedirse de él. Susana, que no se había perdido detalle de la conversación, se rió.
—Menuda pelea de enamorados.
—¿Qué enamorados ni qué ocho cuartos? Este muchacho es tonto.
—La foto es muy bonita, que conste. Mira, te la he traído, para que la veas —trasteó su smartphone durante unos segundos y después le enseñó la pantalla, donde se la veía bajo las aguas transparentes de la playa en la que habían estado días atrás.
___ no la miró en detalle, no quería verla, y siguió escaleras abajo, seguida por Susana, a quien parecía divertirle enormemente la situación.
Para cuando llegaron a la heladería, seguía cabreada con Nathan pero parecía más calmada y dispuesta a hablar.
—Entonces, ¿cómo empezó todo? —le preguntó Susana.
—No le puedes contar a nadie lo que te cuente, ¿vale?
—Claro.
—Prométemelo.
—Te lo prometo.
—¿Seguro?
—¡Tía! Eres mi mejor amiga, lo que me cuentes se queda entre tú y yo.
—¿Y Marga?
—¿Qué pasa con ella?
—Estuvisteis saliendo juntas durante varios meses, ¿no? He visto algunas fotos. No quiero que se lo cuentes a ella.
Susana parecía completamente descolocada. Había ido allí a someter a su amiga a un interrogatorio y por ahora solo había respondido a preguntas ella. Intentó pensar con rapidez y de pronto cayó en la cuenta:
—¡Oh! Ya sé por qué lo dices… No te fías de ella porque intentó quitarte a Juan. Bah, no tienes de qué preocuparte. Salí con ella y su grupo durante un par de meses pero solo por probar. Aquí no hay mucha gente, ¿sabes? Y la mayoría de mis amigos, tú incluida, os fuisteis lejos, a universidades de otras provincias, y los que nos quedamos aquí intentamos apañárnoslas como pudimos. Así que sí, me fui de fiesta con Marga varias veces, pero nuestra amistad no llegó a cuajar. Lo que tú y yo tenemos, nena —le guiñó un ojo—, no lo tiene nadie. Ahora, en serio —extendió una mano por encima de la mesa de plástico y le cogió la mano—, tú y yo hemos estado mucho tiempo sin vernos, pero contigo me siento bien, tranquila y confiada. Sé que puedo contártelo todo sin problemas y yo… bueno, la verdad es que creía que tú también pensabas igual.
—Oh, Susana —___ se había emocionado con sus palabras y, poniéndose en pie, abrazó a su amiga con fuerza por encima de la mesa, dándole un sonoro beso en la mejilla—. Perdona por haber dudado. Te quiero.
—Ay, qué tonta, me vas a hacer llorar. Y yo he venido aquí a enterarme de todo el tomate que has tenido con Nathan, no a ponerme lacrimosa.
___ le contó toda su historia con Nathan: cómo se habían reencontrado, aunque ella entonces no lo había reconocido, cómo él se había presentado en su casa con la proposición de que se convirtieran en follamigos, cómo desde entonces se habían visto a hurtadillas, cómo él la había invitado a la playa y después a cenar… todo.
—Uy, uy, uy, chica, pero la mitad de cosas que me cuentas no son de una relación de solo sexo —opinó Susana cuando ___ terminó de contarle la historia.
—Ya, yo también lo he pensado varias veces y se lo he dicho a Nathan, pero él me contesta que además del sexo está la relación como amigos y que él hace ese tipo de cosas con sus amigos: ir a sierras, a la playa, a cenar…
—Sí, bueno, pero no es lo mismo y tú lo sabes.
___ suspiró.
—La verdad es que no quiero pensar en ello. El sexo con él es muy bueno y punto. No voy a darle más vueltas a la cabeza.
—¿Y ya te has vestido de colegiala para él? —preguntó de pronto
Susana.
—¿Qué?
—Es una de sus fantasías, o lo era.
—¿De colegiala? ¿Y tú como sabes eso?
—Hace muchos años, cuando todavía estábamos en el instituto, una noche que íbamos algo borrachos la conversación se fue por eso derroteros. No entre él y yo, claro, había más gente, éramos un grupito. Empezamos a hablar de qué nos gustaría hacer, qué nos ponía, con quién de la clase lo…. ¡Oh, Dios mío!
De repente, Susana abrió mucho los ojos, se tapó la boca con ambas manos y se puso muy derecha en su asiento. ___ se asuntó y miró hacia todos lados, intentando descubrir qué había sobresaltado a su amiga.
—¿Qué pasa?
—¡Oh, Dios mío!
—Susana, me estás asustando. Dime qué pasa.
—Que Nathan está enamorado de ti.
—¡Anda ya!
—Que sí, que sí. Solo me acordaba de la anécdota de que le gustaría hacerlo con una chica vestida de colegiala, pero es que acabo de acordarme que dijo que le gustaría que esa chica fueras tú.
—No lo dices en serio.
—Te lo juro.
—¿Pero estás segura de que no te estás confundiendo? En aquella época me lo habrías contado, Susana, y yo es la primera vez que oigo algo del tema.
—Íbamos bastante bebidos, la verdad, pero estoy cien por cien segura de que no me lo estoy inventando ni me lo imaginé porque al día siguiente, cuando se le pasó la borrachera, me escribió un mensaje en el que me decía que la noche anterior había dicho tonterías, que no se lo tuviera en cuenta y sobre todo, que no te lo dijera a ti.
—Pues entonces ya está, iba borracho y decía tonterías.
—Los borrachos dicen la verdad. Se desinhiben y dicen en voz alta lo que nunca se han atrevido a decir estando sobrios.
—Vale, bueno, ¿pero y qué si fuera cierto? Le gustaba en el instituto, eso no tiene nada que ver con nuestra relación actual.
—¿Cómo que no? En el instituto no tuvo su oportunidad porque tú estabas saliendo con Juan pero ahora ha visto la ocasión para acercarse a ti y encima ha sido muy listo, porque si hubiera intentado una relación normal contigo, seguro que le habrías dicho que no, mientras que con la excusa de ser follamigos, hace que le vayas cogiendo cariño poco a poco.
—¡Anda, anda! Valdrías para escribir novelas de amor.
—No, en serio. ¿Sabes cuál es uno de los problemas de una relación de amigos con derecho a roce? Que siempre hay alguno que se acaba colgando por el otro. En este caso él ya estaba enamorado de ti, así que solo quedabas tú en la ecuación para pillarte por él. Y he de decir que no le ha ido nada mal, porque ya ha conseguido que hagas la vista gorda a todos esos indicios de que vuestra relación es algo más que solo sexo.
—No, te estás equivocando por completo —___ se negaba a creer lo que su amiga le decía.
—Piénsalo, es un plan maestro. Es como el marketing. ¿Sabes que para conseguir que una persona compre una cosa, lo mejor que puedes hacer es que la vea, que la tenga entre sus manos, que la sienta? Si el cliente interactúa con la mercancía, las probabilidades de que la compre son mucho mayores y eso es exactamente lo que Nathan está haciendo contigo: te deja probar la materia prima, conocerle mejor, para que te encariñes con él.
—Que no, que no puede ser. Y además te lo puedo demostrar.
—¿En serio? ¿Cómo?
___ pensó en cómo podía demostrarle a Susana que estaba equivocada, que Nathan no sentía nada por ella más allá de la amistad y el deseo.
¿Pero cómo hacerlo? ¿Cómo podía…?
—¡Ya lo tengo! Una noche que él tenga libre, le diré que vayamos a la discoteca donde nos encontramos y allí me liaré con algún tío. Y Nathan no dirá nada porque nuestra relación es abierta y podemos estar con quien queramos. Eso demostrará que no está enamorado de mí.
Susana pareció meditar sobre aquella prueba y finalmente dijo:
—Vale, me parece bastante fiable. Pero créeme, esto va a ponerse feo.