Capitulo 10

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10. La prueba
___, decidida a llevar a cabo su prueba, invitó a Nathan a acompañarla de fiesta el sábado por la noche. Él aceptó, aunque tendrían que salir a partir de las doce, cuando él hubiera terminado en el restaurante. Ya era casi la hora y ___ estaba terminando de maquillarse. Había elegido un vestido blanco atado al cuello, con un escote que insinuaba más que mostraba, llegándole casi hasta media barriga, y un acabado ajustado entorno a sus caderas. Se sentía una diva.
Nathan le dio el toque que habían acordado para avisarla de que salía a recogerla y ___ recogió todas sus cosas rápidamente. Cuando él la vio, sonrió admirado, devorándola con la mirada.
—Guapa, ¿te llevo? —le dijo tras silbarle.
Ella sacudió la cabeza, divertida. Se montó en el asiento del copiloto y cerró la puerta.
—¿Dónde tiene planeado ir la señorita, que se ha puesto tan guapa?
—Me apetece ir a la disco donde nos reencontramos.
—¿Qué? ¿Por qué? —él pareció sorprendido e incluso algo molesto.
—Me apetece bailar.
—Para bailar podemos ir a sitios más cerca. El pueblo estará animado hoy con la feria.
—No, no quiero que sea aquí.
—¿Por qué?
___ no tenía intención de revelarle todavía sus intenciones, pues podría ponerle cualquier excusa para negarse a ir. Tenía que llevar a cabo la prueba bien.
—Venga, por favor, me apetece. Yo pago la gasolina —dijo poniendo ojitos.
Cuarenta minutos después estaban en la puerta de la discoteca. Antes de salir, ___ se había tomado un café bien cargado para evitar que el trayecto la adormeciera, aunque Nathan, que no había sabido el plan de antemano, no parecía llevar el cuerpo para mucha fiesta.
—La verdad es que estoy un poco cansado. No sé si podré bailar mucho.
—Bueno, te buscaremos un sitio cómodo donde poder descansar —le sonrió ella.
Nathan no sabía en qué se estaba metiendo, era obvio. ___ se sintió mal un instante, pues había hecho que la llevara hasta allí solo para que viera cómo se enrollaba con otro. Era como un pagafantas, solo que en este caso en lugar de pagar económicamente el viaje, le había dedicado el esfuerzo de llevarla hasta allí después de haber trabajado durante todo el día. Pero no, no debía sentirse culpable, al menos no todavía. Si él pasaba su prueba y se demostraba que no la había estado engañando durante todo aquel tiempo, ya tendría tiempo para disculparse.
Pero Nathan no iba a pasar la prueba. ___ lo supo en cuanto pusieron un pie en la discoteca y los hombres comenzaron a lanzarle miradas lobunas. La reacción de Nathan fue rodearle la cintura con el brazo con la excusa de llevarla hasta la barra para que pidieran algo, pero parecía estar marcando el territorio, como si quisiera dejar claro que era suya. Aun así, ___ no dijo nada y se dejó guiar hasta la barra, donde pidieron dos cubatas. Tras darle el primer sorbo al suyo, informó a Nathan de que iba a la pista de baile. Lo tuvo detrás al momento y cuando comenzó a bailar, por mucho que se giraba e intentaba bailar sola, siempre lo tenía al lado, pegado.
—¿Te importa? —dijo alejándolo un poco—. Necesito espacio.
Comenzó a danzar de forma provocativa y, tras buscar un instante entre el gentío que los rodeaba, se decantó por un hombre que tenía a su izquierda y empezó a mirarlo con insistencia, bailando para él. No se atrevió a mirar a Nathan, aunque se moría por saber cómo estaba reaccionando y si se estaba dando cuenta de sus intenciones. No había pasado ni media canción cuando él la cogió por la cintura y, girándola hasta que quedaron cara a cara, la besó.
___ tuvo que empujarlo con todas sus fuerzas para quitárselo de encima.
—¿Pero qué haces? —le gritó por encima de la música.
—Venga, ___, estoy aquí. ¿No te apetece? —volvió a acercarse a ella, que interpuso los brazos para que no se aproximara más.
—Te ayudaré a buscar a alguna chica, ¿ok? Pero ahora déjame que me espantas a los chicos.
—Pero… yo…
—Ya he conseguido que haya ya unos cuantos fijándose en mí. No lo fastidies.
—Pero, ___, yo te deseo. Pensaba que teníamos un trato y que cuando tú quisieras o yo quisiera, lo hacíamos. Y yo quiero hacerlo contigo esta noche.
—Pero a mí esta noche no me apetece hacerlo contigo, ¿vale? —le palmeó el brazo y, sonriendo, le dijo—: Te ayudaré a que no te vayas de aquí sin tirarte a alguna, lo prometo, pero ahora déjame espacio.
Estaba siendo cruel y lo sabía, pero él seguía sin confesar. Se estaba comportando como un posesivo, pero aquello no era una prueba irrefutable de que tuviera sentimientos mucho más profundos por ella. Tenía que hacerle explotar.
Nathan se había quedado como un pasmarote junto a ella, mirándola con ojos lúgubres. La música seguía sonando a su alrededor a todo volumen, de vez en cuando luces ultravioletas recorrían la sala, haciendo destacar el vestido de la joven, que no dejaba de moverse a un ritmo frenético. Cuando creyó que el hombre que la estaba mirando estaba decidido, echó a andar hacia él. No supo si Nathan la seguía, pues no miró hacia atrás. Al llegar junto al desconocido, le ronroneó palabras provocativas a la oreja y él la agarró por la cintura, sonriendo. ___ no tardó en proponerle que fueran al baño y él aceptó, bajando la mano hasta tocarle el culo. Agarrado a su nalga, dejó que ___ lo guiara hacia los aseos, aunque aún les quedaban unos metros para llegar a la puerta cuando una mano cogió a la chica por el antebrazo.
—Nos vamos de aquí —dijo de pronto la voz de Nathan a su lado, tirando de ella.
—Ni de coña. Déjame en paz, Nathan —pero él no parecía escucharla
—. ¡Que me sueltes, joder!
—¡Te ha dicho que la sueltes, gilipollas!
Era la voz del hombre al que ___ había elegido para ser su víctima aquella noche. Nathan lo ignoró, pero el desconocido lo sujetó por el hombro y el seudofollamigo de ___ no lo dudó: se giró con el puño ya levantado y le dio un derechazo en plena cara. El desconocido perdió el equilibrio y cayó de espaldas, aunque Nathan no se dio por contento y fue tras él, dispuesto a seguir pegándole en el suelo. ___ intentó frenarle, dándole unos valiosos segundos al desconocido para reponerse y lanzar al aire una patada que alcanzó a Nathan en el vientre, haciéndolo retroceder y chocar contra ___. Lo que ocurrió después fue algo confuso y ___ solo recordaría con nitidez que alguien la cogió en volandas como si apenas pesara y la sacó de la discoteca. Nathan y el desconocido no tardaron en cruzar la puerta también a la fuerza, empujados por sendos guardias de seguridad, igual de anchos y altos que el tipo que había sacado a ___.
—A pelearos a la puta calle —les dijo uno de ellos.
Pero Nathan y el desconocido parecían haber perdido las ganas de pelearse.
—Te puedes quedar con la calientapollas —le espetó el otro.
Nathan lo miró pero no replicó ni defendió a ___ de sus ofensivas palabras, probablemente porque pensaba que se las merecía. En su lugar, se giró y echó a andar hacia su coche.
—Yo me voy ya. O te montas ahora o vuelves en taxi.
Sin mediar palabra, asustada por su tono frío y calmado, ella echó a andar tras él. Se decía que tenía derecho a echarle en cara que había roto el contrato, que podía exigirle saber si le había mentido desde un principio, pero no encontraba las palabras. Se montó en el coche, a su lado, esperando a que él dijera algo, pero Nathan no abrió la boca. De hecho, tampoco parecía que quisiera que ella la abriera, pues en cuanto salieron del aparcamiento puso la música a todo volumen, impidiendo cualquier tipo de conversación.
Nathan consiguió reducir la duración del viaje pisando a fondo el acelerador, pero aun así fueron los veinte minutos más largos e incómodos de sus vidas. Cuando finalmente el coche se detuvo frente a la casa de ___, él ni se despidió ni suavizó la expresión de su rostro. Estaba furioso y ella lo sabía perfectamente, aunque no podía irse así. Hizo girar la rueda del volumen hasta dejarla a un tono bajo.
—¿Estás enamorado de mí?
No era probablemente la pregunta más adecuada, pero fue la que escapó de entre sus labios. Él negó con la cabeza, aunque no parecía estar diciendo que no, simplemente parecía consternado.
—Vete, anda.
—Pero…
—No quiero hablar contigo ahora mismo, ___, por favor.
Pero ella no quería irse, quería discutir con él, que se gritaran, que dejaran las cosas claras por fin.
—Has roto el contrato.
—Ese contrato no vale una mierda, ___. Pero no quiero discutir, vete a tu casa.
—Puede que el contrato no sea nada legal, pero era tú palabra —insistió ella.
—___ —él se giró de pronto hacia ella, sobresaltándola—, he roto el contrato, ¿no? No he mantenido mi palabra. Pues ya está. Cada uno por su lado a partir de ahora. Olvidemos que esto ha pasado. Vete.
Lo miró durante unos instantes y después pareció darse por vencida, por lo que llevó la mano hasta el tirador que abría la puerta. Lo mejor sería dejar las cosas como estaban esa noche y aclararlo todo otro día. O quizá simplemente, como él había dicho, olvidar que todo aquello había pasado.
No había nada que hablar, ya no podían seguir siendo follamigos y entonces no tenía sentido que discutieran más sobre el tema.
Ya había apoyado sus tacones en el asfalto de la calle cuando lo oyó reírse a su espalda. Sorprendida, se volvió para mirarlo.
—¿Sabes qué es lo mejor? —interrogó él—. Que no he roto tu puto contrato. Alguna de tus cláusulas decía que mis sentimientos hacia ti no debían cambiar y no lo han hecho. He sido un gilipollas metiéndome en esto, pensaba que po… —se interrumpió, negando con la cabeza—. El tío de la discoteca tenía razón, solo eres una calientapollas.
—No te atrevas a llamarme así otra vez. Tú eres un mentiroso y un manipulador. Susana tenía razón.
—¿Susana? ¿Qué tiene que ver Susana con…? Oh, claro. Lo pensé cuando me dijiste que seguíais siendo amigas, pero no creí que fuera a acordarse. Entonces ya lo sabes todo, ¿no? —él sonaba desafiante.
—Sé que le dijiste cuando todavía estábamos en el instituto que yo te gustaba.
—Y ataste cabos, ¿no? Caíste en la cuenta de que mi modo de comportarme contigo no era el de un tío que solo quiere sexo.
—Eso ya lo sabía, y te lo dije en varias ocasiones, pero tú me mirabas a la cara y me mentías, diciéndome que no tenía que preocuparme por nada, que así te comportabas con tus amigos.
—¿Y qué querías que te dijera, ___? ¿Que estaba enamorado de ti y que la relación como follamigos no podía funcionar? He estado detrás de ti desde antes de entrar en el instituto y solo ahora me estabas prestando algo de atención. Prefería tener esto a no tener nada, tenía la esperanza de que con el tiempo tus sentimientos hacia mí cambiaran, que tus heridas se curaran y decidieras darle una oportunidad a una relación más seria. Y es que puede que tú no creas en el amor, pero yo he estado enamorado de ti más de diez años, incluso sin tenerte cerca, incluso sin verte… ¡Joder, ___! Eres el amor de mi vida, ese que no me correspondía, ¿te acuerdas?
Y tú me dijiste que insistiera para ablandarte el corazón.
—Nathan, yo…
Pero él estaba cansado de ella, cansado de todo, y no la dejó terminar:
—Si no me vas a decir que tú también me quieres, ___, vete. Te lo pido por favor.
Ella lo miró durante varios segundos sin decir nada. La última información que él le había revelado la había dejado sin palabras. Aunque Susana lo había insinuado, ___ no se lo había creído en ningún momento.
No creía en el amor y eso significaba que daba por supuesto que nadie podía sentirlo por ella, y menos durante tanto tiempo. Las palabras de él, tan sinceras y dolidas, le habían llegado al corazón y habían hecho que sus ojos se humedecieran. No le salían las palabras y ni tan siquiera podía pensar con claridad. Abrió la boca para decir algo pero él, que había vuelto a fijar su vista en la luna delantera, le suplicó de nuevo:
—Por favor.
Tragando saliva con dificultad, ___ volvió a girarse hacia la puerta, ya abierta, y con lentitud, salió del coche. Cerró la puerta tras de sí y él, que no había parado el coche, se marchó al instante. Lo observó alejarse hasta que, al dar una esquina, lo perdió de vista.
¿Si era Nathan el que no había pasado la prueba, por qué se sentía ella tan mal?


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⏰ Última actualización: Jun 11, 2014 ⏰

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