6. Chupetón :
Era demasiado temprano cuando el móvil de ___ volvió a sonar. Abrió un ojo pero al ver que todavía no entraba casi luz por la ventana, lo volvió a cerrar. Fue cuando el teléfono sonó por segunda vez cuando, quejándose, ___ estiró el brazo y cogió el móvil. La luz de la pantalla la cegó y durante varios segundos no distinguió nada, aunque después vio que le había llegado un mensaje de WhatsApp. Pensó en que quizá sería Nathan y murmuró algo por lo bajo. ¿No había tenido suficiente con el encuentro de la noche anterior?
Pero no era Nathan sino Susana, que la invitaba a tomar churros con chocolate en la churrería que había en la esquina de su casa. ____ se frotó los ojos para cerciorarse de que había leído bien y le iba a escribir a su amiga que si es que estaba loca cuando sus tripas sonaron. El ejercicio de esa noche en el mirador le había pasado factura y estaba hambrienta.
Durante un instante intentó decidir qué era lo que más la acuciaba, si el sueño o el hambre, y finalmente se decantó por esta última: nunca había sido capaz de dormirse con hambre.
Se vistió con lo primero que pilló y al salir de su habitación se encontró con su padre en la cocina. Él, muy madrugador, estaba preparando el café y pareció sorprenderse cuando ella le dijo que había quedado a tomar churros con una amiga, aunque no hizo ningún comentario.
Cuando ___ llegó a la churrería, Susana ya estaba allí y había pedido sus chocolates y sus churros. Con solo ver cómo iba vestida y arreglada supo que venía de fiesta, y por su expresión supo que algo muy emocionante le había ocurrido. Así era, en cuanto se sentó comenzó a relatarle que había salido por la capital para celebrar el jueves universitario y que se había encontrado con un ex. Se habían acostado y él le había confesado que la echaba mucho de menos y que quería volver con ella.
Pero Susana, con una sensación de triunfo, le había dicho que ella lo había olvidado por completo y que no le echaba de menos en absoluto. Además, había comparado su pene con un cacahuete.
—Qué mala.
—¿Cómo que mala? ¿Sabes lo que me hizo ese cerdo? Se rió en mi cara después de dejarme. Ahora que se joda si se arrepiente. Lo tiene bien merecido. Además, la comparación que hice de su pene con un cacahuete estaba fundada —añadió, acompañando sus palabras con un gesto de sus dedos pulgar e índice que dejaba claro que su ex era diminuto.
—¿En serio? ¿De ese tamaño? ¡Qué lástima!
—¡Lastima yo, que tuve que apañármelas con un cacahuete durante un año!
___ estalló en carcajadas.
—Oye, oye, oye, ¿y esto qué es? —interrogó de pronto Susana, extendiendo la mano hasta la mandíbula de su compañera y haciéndole girar el rostro hacia la derecha.
—¿Qué llevo?
—Pues hija mía, un señor chupetón. ¿Quién te lo ha hecho, pillina?
___ se llevó la mano al cuello para ocultar la marca que la boca de
Nathan le había dejado en el cuello, pero era demasiado tarde. ___ ya lo había visto y no dejaría de preguntar hasta obtener respuestas.
—Vale, vale, te lo cuento —capituló después de varios minutos de intento de interrogatorio—. Pero no se lo puedes decir a nadie.
—Te lo juro por Snoopy.
____ puso los ojos en blanco ante aquel juramento pero no dudó en seguir hablando. Lo cierto es que quería contarle a alguien la situación en la que estaba. Se inclinó sobre la mesa para decirle en voz baja:
—Tengo un follamigo.
—¿Quéeee? ¿Quiéeeen?
—Ah, no, se dice el pecado pero no el pecador.
—¿Es de aquí?
Ella asintió.
—¡Ayyy! ¿En serio?
—Muy en serio.
—Dime que no tiene un cacahuete.
—No. Este chico podría poner una verdulería llena de pepinos y calabacines de medio kilo… O bueno —dijo tras mirar la porra que tenía en la mano untada en chocolate—, también podría poner una churrería.
Susana se llevó la mano a la boca, tosiendo. Se había atragantado por la risa.
—¿Y cómo fue empezar?
___ no creyó que fuera peligroso decirle cómo se habían reencontrado, aunque omitió que lo conociera del colegio pues Susana habría localizado enseguida a Nathan.
—Y entonces, cuando tú tienes ganas o él tiene ganas, simplemente os llamáis, os veis y lo hacéis, ¿no? Y después tan normales.
—Exacto.
—Quien pillara algo así. Yo tengo que conformarme con cacahuetes viejos que ya no quiero.
—¡Anda ya! Pero si tú estás muy bien. Si esta noche has estado con tu ex y no con un tiarrón es porque tú has querido.
—No es tan fácil ligar como parece, ¿sabes? Eso o a mí se me da fatal. ¿Y en serio no me vas a decir quién es? ¿Me vas a dejar con la intriga? Igual podría contarte algunos chismes sobre él. Imagínate que tiene novia.
—No, no te voy a decir nada.
—¿Lo conozco?
—¡Que no te voy a dar pistas!
—¡Eso quiere decir que sí! Si no lo conociera, no te importaría decirme quién es. ¿Es del colegio, del instituto, de la pandilla con la que solíamos salir…?
—¡Qué pesada! No te voy a decir ni mu.
—Tú sí que eres mala, me pones la miel en los labios y después me dejas así… en ascuas.
___ ignoró su voz lastimera y se metió un churro en la boca, decidida a no decir absolutamente nada más. Después de todo, en el contrato que habían firmado decía expresamente que debían ser discretos.