1. Golden

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He oído que el amor es sólo una cobardía. Un cobarde vínculo entre humanos, un vínculo surgido a partir de intereses en común. ¿Y si esos "intereses en común" no existieran? ¿Esas personas se odiarían? ¿Es el amor una casualidad? ¿El amor le pertenece enteramente al azar?

Estos dos jóvenes no conocen las respuestas a estas preguntas, en absoluto. Y aún así pueden comenzar a escribir una historia juntos, acompasando sus pisadas, doblando la dirección de sus caminos tan sólo para cruzarse, entrelazando sus dedos cuando sienten frío. Y simplemente arriesgan sus vidas al amor, sin cuestionárselo. 

El amor había florecido hace un mes exactamente. Los jóvenes acampaban en un bosque, a la luz de la fogata se abrazaban para transmitirse calor en el medio de la noche fría, donde las palabras salían de la boca en sombras de humo congelado.

Se intercambiaban miradas cálidas y familiares. Ambos conocían a fondo el significado de cada una de ellas, ya no necesitaban emplear palabras para comunicarse. Sus ojos: conocían los ojos del otro como conocían los suyos propios. A medida que más conocían sus miradas iban olvidando de a poco el color de sus voces. Y no sentían menos que amor. Infinito amor.

La tienda se mecía con la brisa de la noche detrás de ellos. Y no les estorbaba el sonido que la tela impermeable hacía a sus espaldas. Tampoco el revuelo de los insectos. Ni el rocío de la hierba que empapaba sus manos. Se tenían el uno al otro, y era más que suficiente.

-Tienes unos ojos muy lindos.- La contempló.

-Son lindos porque tú estás reflejado en ellos.- Retrucó ella.

Brad le acarició la mejilla precipitadamente. Ella sonrió: le gustaba la calidez que nacía en el contacto de las manos de Brad en su piel.

-Tus manos están frías.- Dijo Brad.

-Si, eso creo.- ella se las frotó. Precipitadamente Brad la detuvo para besar sus manos.

-Así está mejor.- dijo resguardando las manos frías de ella entre las suyas.

Y cuando ella dirige su mirada a sus manos entrelazadas, que contrastan sobre el jean desgastado de Brad, él la sorprende con un beso que se funde detrás de las onduladas llamas de la fogata. Sus labios estaban tán cálidos cómo el resto de él. Ella cerró sus ojos: deseaba perder el sentido de la vista para aguzar aquellos con los que sentir el beso.

Y simultáneamente, cuando sus labios se separaron, la última llama viva que iluminaba aquella fogata se fue aquietando hasta apagarse por completo. Y sus ojos comprendieron que se sentían atraídos el uno por el otro.

Brad se quitó su gorro y lo acomodó sobre el cabello de ella. Con una sonrisa, ella soltó una risa al ver el cabello desordenado de él luego de quitarse el gorro de lana negro, y se lo alborotó un poco más con la mano. Brad rió observándola, estaba oscuro, pero aún podía reconocer sus rasgos contrastando con el escenario de árboles que se mecían detrás de ella. Y desvió la mirada, se sentía observada, pero le extrañó que no le resultara incómodo. Por el contrario: le gustaba. Brad continuó mirándola y sonrió al notar la reacción de ella. Pasó uno de sus brazos por su espalda y dejó que apoyase su cabeza sobre su hombro. Una estrella fugaz cruzó las inmediaciones del cielo anochecido. Una estrella fugaz que cumpliría su deseo, el deseo explícito que estaban pidiendo ambos: permanecer juntos.

Escríbeme la vida (Bradley Simpson)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora