Octavo susto, somos novios [Final]

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En una mano tenia una presa de pollo, con la otra seguía rebozando la pechuga. Su sonrisa era radiante, sus pómulos bien marcados mientras que todos sus dientes se notaban perfectamente filosos. Una expresión reluciente y feliz era el absoluto que se apreciaba. Parecía que estaba disfrutando el aroma, la sensación de cocinar.
Y lo hacía, pero no por las razones que uno creería. Kihyun se balanceaba contento de cocinar para su humano.

En la mesa, justo a un metro de él, Hyungwon estaba sentado, mirándole de reojo en lo que leía un libro perezosamente. Su hámster humanoide de tamaño subnormalmente pequeño estaba haciendo la cena. Tenía una remera negra que le llegaba por debajo de las pequeñas y respingonas nalgas. El rubio tenía una sonrisa suave y complaciente. Adorando la vista a costa de su integridad emocional.

—Kihyunnie. ¿Ya terminaste de ponerlos a freír?—. Hyungwon palmeó sus piernas al terminar la frase y el marmolado se giró enseguida que escuchó el sonido, sus ojos muy abiertos y sus labios haciendo un pequeña trompita. Saltó en el lugar un par de veces, aún le faltaba poner una presa. Lo hizo rápido, sus dedos trastabillando entre sí y -trotando en el lugar- terminó de lavarse las manos para salir correteando hasta él. Su cuerpo saltando enérgicamente al otro.

Las caricias no se hicieron esperar, las largas y delgadas manos acariciaban la nuca y la barriga ajena. Se paseaba por detrás de las orejas hasta dejar al chico acurrucado en su pecho, apretando la tela de la camisa de pijama con fuerzas.

Los dedos de Kihyun estaban hundidos y su nariz hecha un nudo, sus mejillas tenían un profundo rubor que se deslizaba hasta las orejas. Pequeños ruiditos dejando su garganta. Segundos más tardes las falanges de Hyungwon se acercaron a acunar el pequeño rostro, acariciando las mejillas con cada pulgar.

—No, no pares. ¿Por qué paraste?— se quejó en voz alta el más bajito, chillando y moviéndose para buscar los mimos. Hyungwon le sonrió y suspiró, apoyando la frente en la ajena, le miraba a los ojos con total encanto. El roedor no era otra cosa que lo más bonito que había visto alguna vez.

Y le pertenecía. ¿No?

—Kihyunnie. ¿Puedo tocarte más?

El animal no parecía haber entendido la pregunta. Movió la cabeza en varios ángulos y pestañeó enérgicamente con curiosidad.

—Te estoy pidiendo que toques, ¿qué clase de pregunta es esa?

Algo enojado y frustrado acercó su cara, su diminuta lengua estirándose para lamer la mejilla y luego los gigantescos labios que tenía Hyungwon. Le costaba abarcarlo con su lengua así que se apresuró para dar varios toscos lengüetazos. Lamió un par de veces más, superficialmente, como si tratara de decirle algo con ello.

Correcto.

La expresión del más alto era una incertidumbre, tenia las mejillas rojas y los ojos dilatados, sus labios lubricados por la saliva del roedor. No sabía si debería empezar a reírse o qué. Probablemente se volvería loco si seguía así.

En sus cálculos no estaba la posibilidad de descubrir el sabor de su saliva antes que el de sus labios. Pero lo amaba, amaba su sabor y sin duda el de su piel le iba a fascinar aún mas.

Con cuidado tomó su rostro nuevamente, acunándolo entre los dedos, acariciando sus mejillas a medida que lo acercaba a su cara. Kihyun mantenía sus ojitos bizcos, tratando de enfocar en algún lado, algo curioso sobre lo que el chico le estaba haciendo.

Cuando los labios chocaron solo fue un aplastamiento inexperto. Hyungwon había besado en el año que habían pasado separados, pero nada demasiado profundo. No había durado ni para meter la lengua con aquella chica de su universidad y ahora no estaba seguro de qué hacer. Se dejó guiar por el instinto que lo estaba torturando, la necesidad de saborearlo era tan fuerte como también vergonzosa.

La casa embrujada [Hyunghyun]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora