Capítulo 1

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—¿Me das un beso?

Humm... depende.

—¿De qué?

—De cuánto lo quieras, en una escala del 1 al 10.

—20.

Ella rió divertida, y convencida por aquello sólo se acercó a él, para plantarle un beso en una de sus mejillas.

—¡Hey! Eso es trampa.

—Nunca dijiste dónde.

—Ámbar, te quiero.

—Lo sé —sonrió—. Yo también te quiero.

—Matteo, despierta —escuchaba que me hablaban.

—¿Dónde estoy? —pregunté yo desorientado.

—En mi casa, en mi cuarto —me respondió a cambio una voz muy familiar—. Creo que no te gustó la película.

—Lo siento, Luna. No fue mi intención quedarme dormido.

—Tranquilo. No quería despertarte, pero tu celular está sonando desde ese rato.

—Gracias.

Cuando tomé el aparato entre mis manos pude notar que mi padre me había marcado y escrito varios mensajes, lo cual me pareció un poco extraño. Él no llamaba a menos que fuera algo realmente importante.

—¿Estás bien? —me preguntó la chica junto a mí.

—Sí —la tranquilicé—. Pero creo que ya es hora de irme. Perdoname, cariño, te compensaré la película en otro momento.

Vi cómo ella hacía un gesto despreocupado con las manos, y de un momento a otro se acercó a mí para rodearme con sus brazos.

Yo correspondí su gesto y luego comenzamos a caminar tranquilos, con dirección a la puerta de la mansión.

—Te veo mañana en el Roller —me dijo ella, sonriéndome cálidamente.

—Claro.

Al momento de abrir la puerta, la tensión se hizo presente. Luna se quedó estática al ver frente a ella a Ámbar, al igual que yo. Ella vestía impecable y lucía realmente hermosa. Pero sus ojos lucían fríos, como siempre.

Nos miró lentamente, primero a Luna y después a mí.

—¿Te podés quitar del camino? —preguntó dura—. Quiero llegar a mi habitación, movete.

—Sí, lo siento —la voz de mi novia casi fue inaudible.

—Sentilo más —y sin más cruzó la puerta y caminó con dirección a su cuarto.

Yo sólo pude mirarla partirse. Verla me había traído de manera fugaz el recuerdo de mi sueño.

En realidad, lo que soñé en la habitación de Luna sí había pasado ya. Fue una de esas veces en las que su madrina se la pasaba vigilándonos cuando apenas comenzábamos con nuestra relación.

Vaya que las cosas habían cambiado desde entonces.

—Luna —la llamé.

—¿Sí?

—¿Me das un beso?

Ella sin pensarlo mucho se acercó a mí y depositó un beso en mis labios.

No era lo que esperaba, pero de cualquier forma le correspondí. Es decir, era mi novia. Y yo la amaba.

—Hasta mañana, chico fresa —dijo al separarse de mí.

Y luego de eso sólo cerró la puerta. Dejándome solo afuera de su casa, hecho una bola de pensamientos.

—Papá, voy en camino a la casa —fue el mensaje de voz que envié a mi padre.

Emprendí mi camino a paso lento. No quería llegar a mi casa todavía; era realmente aburrido cuando estaba solo.

Antes no era tan difícil llegar porque Ámbar siempre me acompañaba cuando podía y la pasábamos haciendo cosas absurdas, pero divertidas.

No conocía la razón pero últimamente tenía ese tipo de pensamientos intrusivos hacia la rubia.

Yo me sentía bien; tenía una maravillosa relación, mis estudios iban de maravilla, las cosas con mi padre estaban tranquilas y además las cosas con Gastón iban mejor de lo que imaginaba  —porque para tener una amistad a distancia, nosotros estábamos llevando muy bien la situación—. Y aún así, Ámbar estaba colándose en mis pensamientos sin mi permiso.

No era la primera vez; había soñado con ella más de lo que soñaba con Luna. Pero no sabía el "por qué" exactamente, y yo necesitaba la respuesta.

Nuestro reino no ha caído || MambarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora