Capítulo 19

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—¿Estás loco, acaso? —le preguntó ella nerviosa.

—Por vos, un poco —aseguró él.

—¿Te estás escuchando, Matteo? Te arriesgaste demasiado por mí.

—¿No te gustó mi sorpresa?

—Obvio que sí, me encantó, pero no podés ir por la vida escapándote de la escuela para verme, podías darme las rosas por la tarde o--

—Yo quería venir ahora, por vos. La escuela pierde sentido si no estás ahí.

—¿Qué voy a hacer con vos? —le preguntó sonriendo y acercándose a él.

—Besarme, sería una buena opción ahora.

Queen A❤
Mi madrina no va a dejar que pases.

Se notaba que quería advertirme para volver a la escuela, pero ya era un poquito tarde.

Matteo
No vine a ver a tu madrina, vine a verte a vos. Abrime o soy capaz de saltar la reja.

Y yo hablaba muy en serio. Creo que Ámbar también lo sabía porque al par de minutos ella se acercaba hasta la entrada, volteando continuamente hacia atrás para no ser descubierta.

—¿Estás loco, acaso? —me preguntó con molestia—. No estoy segura de cuántas veces vengo diciéndote lo mismo. ¡Dejá de escaparte del Blake!

—Perdoname, pero quería verte.

—Podías venir después de clases.

—Ya estoy acá, ¿no crees que ya es muy tarde?

Sus ojos me miraron acusadores y después, negando con su cabeza, abrió el portón de la mansión permitiéndome el acceso.

—Vení —me dijo—. Iremos al patio trasero.

—Bien.

Yo la seguí, cuidadoso procurando que ningún empleado de la casa nos viera porque podría ocasionarle problemas a ella.

Ámbar iba frente a mí, y caminaba con la misma seguridad de siempre. Yo podía ver su cabellera rubia volar con el viento; hace mucho no se cortaba el cabello y éste le había crecido aproximadamente como a la mitad de la espalda.

Por fin llegamos a una parte más oculta de los ojos de los demás en aquél gigantesco jardín. Sólo podrían vernos si entraban a la habitación de Ámbar, pero yo sabía que ella siempre que salía la cerraba con llave.

Ella se sentó en el piso, y yo me senté con ella. Estaba desarreglada, sin maquillaje y con un atuendo que casi podía ser su pijama; su vista se posó en mí, como esperando algo.

—¿Por qué viniste? —preguntó por fin tras notar que yo no planeaba decir nada.

—Sabía que no estabas enferma.

Apartó su vista de mí y se encongió de hombros.

—Sólo no quería ir a la escuela y ya.

—Sé que hay un motivo —insistí.

—No podés saberlo.

—Tus amigas me lo contaron —ella abrió sus ojos y maldijo por lo bajo—. Ámbar, yo no quiero que vos estés mal.

—Dejalo así, no fue tu culpa —le restó importancia.

—Me siento culpable porque yo fui el que te invitó a salir, y porque yo fui el que te puso en esta situación tan incómoda.

—Está bien, no pasa nada.

Me acerqué a ella y sin previo aviso la abracé.

—Hacés mal en mostrar tus problemas como si fueran menos. Creo que ese siempre ha sido tu error, el pensar que lo que a vos te pasa no tiene valor o importancia —sentí que quería apartarse de mí, pero no la dejé—. Soy tu amigo y me importa lo que sentís; yo no quiero que vos estés mal por mi culpa o por la de alguien más.

Al final se dio por vencida y se dejó abrazar. Los dos nos quedamos en un silencio tranquilo, en el que se escuchaban lejanos el canto de los pájaros que visistaban la mansión Benson.

—Es divertido porque, hace un par de semanas antes, habrías sido una de las primeras personas en dudar de mí y ofenderme —murmuró, y yo no respondí—. Sé lo que la gente piensa sobre mí, sé lo mucho que me odian y sé que soy una mala persona. Pero no todo es verdad, vos me conocés desde mucho antes, y sabés todo lo que he sufrido para ser como soy ahora —su voz se quebraba, y sentí una humedad en mi hombro derecho, supuse que eran sus lágrimas—. La gente sólo sabe de mí lo que yo quiero que sepan, pero nunca van a entenderme; por eso no fui a la escuela hoy, porque sabía que aunque no hice nada malo, nadie me va a creer a mí porque soy la mala del cuento, y aunque antes me porté mal ahora realmente quiero arreglarlo —sorbió por su nariz—. Es injusto porque todas esas personas me insultaron, y deseaban verme para poder seguir haciéndolo, y querían verme con la frente en alto, como si yo no pudiese romperme, como si yo no pudiese llorar, como si yo no pudiese sentir.

Sólo soy una chica con problemas, tengo un corazón que puede romperse y que antes ya fue lastimado. Pero no soy un monstruo, y tengo derecho de sentir.

Y era verdad, todo lo que decía era cierto; antes yo mismo habría dudado de ella, y ni loco la habría escuchado. Yo era un idiota, al igual que la mayoría de personas que día a día se esforzaban por hacerle daño a una persona que había vivido toda su vida siendo lastimada.

Nuestro reino no ha caído || MambarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora