capítulo 4

17 7 0
                                    


Visita a los abuelos

Luego de unos largos minutos de ser ojeado por las madres.

Logro divisar entre la gente.
Ojos celestes, cabello castaño, nariz perfilada. Definitivamente es Camille.

Se escabulle por entre las acosadoras madres hasta quedar frente a mi. Sus ojos me miran embabosadamente, comienza a hacer ese tick raro de sus manos e inspecciona cada faseta de mi cuerpo.

—¿Te gusta la vista?— digo sonriendo satisfactoriamente— ella es mi novia.— lo que acabo de decir hace que ella se sonroje y su respiración se acelere. Lo noto por que mueve su pecho rápidamente.

Camille :

Al oír estas palabras permanecí atascada en el suelo.
Las madres se hacen a un lado dándome  paso sin quitarme la mirada de encima.
Luego de sentir unas manos por mi espalda empujándome para avanzar, caminé hacia Justin. Fui con la intención de regañarlo por presentarse de esa forma a mi trabajo y sobre todo por decir que soy su novia.
Nos conocimos apenas hace unos días y ya  estaba ganando problemas en mi trabajo.

—¿Tu novia?— digo confundida.
Lo fulmino con la mirada tratando de mantenerme seria.

—¿Son novios?— cuestiona la directora de la guardería. Este es el momento en el cual necesito urgente desaparecer. Tierra tragame.
Apreto los labios y volteo en dirrección a la directora.
La señora Mary, una señora muy pulcra. De no mas de 49 años. Siempre usa en su vestimenta colores claros que hacen resaltar sus ojos grises.
Me contrato por recomendación de mi abuela. Ambas eran muy amigas en la secundaria y Mary le debía mucho a mi abuela.
Cuando mi abue me contó de los pícaros amoríos en los que le ayudó a Mary, siempre recuerdo en los amoríos en los que ayudo a Molly.

—No.

—Si.— refuta Justin.

—No.— vuelvo a decir negando con la cabeza.

—La verdad si, pero es muy tímida para aceptarlo.— le guiña un ojo a Mary. Ella se sonroja y lo mira como si fuese una hamburguesa.

(¿Qué hago pensando en comida?)

—Wao, no dejes escapar a este bombóm.— me dice pícara la señora.— pero las demostraciones de amor es fuera de la guardería. Ustedes entenderan que acá hay niños a los que se les explicará de esto del amor, pero en su debido tiempo.— ambos asentimos.

Tomo del brazo bruscamente a Justin hasta sacarlo de la guardería y de la vista de las madres acosadoras.

—¿Tu novia? ¿Acaso quieres meterme en problemas?— cuestiono seria.

—Yo...— interrumpo.

—Tapate el abdomen por favor.— suplico.

—¿No te gusta asi?— sonríe.

Maldita sea, obvio que me encanta. Pero no puedo concentrarme cuando estas así. Necesito sacar de donde sea seriedad.
Aprieto los labios.

(¡concentrate!)

—¡No!— pego un grito. Si si si, claro que si... Mentirosa mentirosa mentirosa.—  no tienes derecho a venir a mi trabajo, alocar a las madres e incluso a la directora. Decirles que somos novios y poner en juego mi empleo.

—Lo lamento.— baja la mirada.
¿Qué espera para arrodillarse y pedirme que lo perdone?
Pero no, el muy dotado se echó a reír, retorciéndose en frente mio.

—Eres un ...— me controlo al ver a las mamás muy entretenidas mirando todo el show que les estabamos dando— vete.— el asiente, se coloca la camisa y se aleja.
Justo antes de perderse entre la multitud logré ver en la parte delantera de su camiseta. Una enorme mancha.

*****

Ya ha pasado un día desde la inesperada visita de Justin. ¿Osea qué pensaba? Claro, si en realidad estaba pensando. Creo yo que una persona cuerda no haría tal hazaña. Presentarse semidesnudo a mi trabajo y encima darle a las madres una pésima imagen de mi.
¡Idiota! Si, esa palabra es la que lo define. Es un completo idiota.

Me recuesto en el espaldar del asiento del taxi.

 —J.r  San Martín por favor.— digo al conductor quien me mira por el retrovisor y asiente.
Pone en marcha el auto.

Al llegar a mi destino, bajo del auto y luego de pagarle al conductor me dirijo a la puerta de la casa.

—Pero que ven mis hermosos ojos.— dice Olivia, mi abuela. Una mujer de 60 años pero con alma de una de 25. Las arrugas son notorias en su rostro pero aún así ella es divina.

—Hola abuela.— sonrío tímida.

—Pasa cariño.— mueve su mano en signo de que entre.

La casa de mis abuelos sigue igual que siempre. Bien limpia, muy organizada, el color claro de sus paredes hace que la casa se vea más iluminada. Y los cuadros, sobre todo los cuadros hermosos que pinta el abuelo. Paisajes y retratos hermosos colgando de la pared. Hasta un retrato mío logro alagar.
Su estantería, llena de libros. Era como me lo esperaba. A Olivia le encanta leer. Así que no hay un libro que no haya leído.

—Los marcaste de amarillo, ¿Ya los leíste?— mi abuela asiente y responde.

—No hay libro que no haya leído, querida.— se oye la dulzura con la que me habla.

—Si hay libro.— intento ingeniarme algo.

—¿Cuál?— me mira preocupada.

—El mío.— sonrío victoriosa.

—¿Has escrito un libro?

—No. Pero voy a escribir uno.

—Cuando lo hagas me lo muestras para leerlo. Claro si esque ya no me he ido.

—Hay abuela, no digas eso. Tu lograrás leerlo.

Coff coff...

Se oye desde la otra habitación.

—¿Abuelo?— me acerco a la puerta y la abro despacio.

—¿Cam?— se oye la voz ronca del abuelo disminuir.

—Vine a verlos.

—Me alegro... coff coff. Me agradan tus visitas querida.— dice con una sonrisa.
Mi abuelo Rodrigo, es un hombre de avanzada edad, tiene el cabello canoso y un muy blanco bigote.
Siempre lleva consigo una pipa. Usa lentes para lectura y un baston largo.

Para la hora de la cena. Olivia y yo preparamos un rico arroz con pollo.
Servimos y alistamos la mesa.
Ayudamos al abuelo Rodrigo a ponerse de pie e ir a su asiento en la mesa.

—¿Me pasan la salsa?— dice el abuelo.

—Primero se reza Rodrigo.— oigo resondrar a la abuela.

Los tres nos tomamos de la mano y comenzamos a agradecer por la cena.
Cuando terminamos nos sorprendió que el abuelo cogió y devoró su pollo rápidamente.

—Con calma cariño, el pollo no se va a volar.— dice divertida Olivia.

—Y tu Cam, ¿como te va en tu trabajo?
—se vuelve hacia mi.

—Bien, muy bien.— mentirosa mentirosa mentirosa.

Apenas te alcanza para vivir y para tus abuelos.

—Veo la mirada de no te creo de la abuela.— ¡huh!

Solo ¿huh?

—¿Y algún chico en especial?— por segunda vez desde que nos sentamos en la mesa habla el abuelo.

Mi abuela me mira esperanzada.
Niego con la cabeza.

Mentirosa otra vez mentirosa, si fueras pinocho. Tu nariz daría la vuelta al mundo.

Aunque en partes es cierto, Justin no es más que un chico que me salvó la vida e insinuó ser mi novio.

—Que lástima.— dice la abuela tomando nuevamente el tenedor e incrustándolo en el pollo.

—Si.— dice el abuelo.

Tú y solo túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora