Capítulo #5

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Pensé que no vendrían tantos. Pensé que apenas si podríamos llenar un solo equipo, pero me equivoqué. Delante de mí estaban decenas de chicos, algunos de mi clase, otros eran de grados menores. Todos estaban dispuestos a pelear junto conmigo, lado a lado. Derramaríamos sangre, sudor y lágrimas juntos. De esto se trataba todo esto, de la hermandad que se originaría de nuestras leyendas. Se escucharán canciones en nuestro honor, los niños pelearán por interpretarnos en sus juegos.

-Es sólo un juego, Trawler – me cortó uno de los chicos, se llamaba Mike y estaba en mi clase. – No seas tan presumido.

Era el primer día de práctica. Estábamos esperando en los casilleros del gimnasio, ya que nos vendrían a dar una pequeña plática. Todos estábamos ansiosos, pero creo que yo era el que sobresaltaba en la Multitud de los Ansiosos. Estaba sudando, y ni siquiera había empezado la práctica. Es sólo que esto de liderar no es lo mío. Jamás me he visto como un líder, y supongo que jamás lo seré. Pero no se lo digan a estos chicos, debo mantener una imagen impecable hacia ellos.

La figura del Jefe de Estado apareció entre la multitud. Pudimos verlo cómo lo acompañaban dos soldados soviéticos de diferente uniforme. Unos dos más se le unieron mientras sostenían una enorme y pesada caja.

-Buenos días, chicos – sonrió Spencer Smitherson, mientras los soldados se quedaban en la puerta. – Es un gusto verlos a todos aquí reunidos. Sé que la mayoría de aquí están en obligación de participar, pero ¡no dejemos que eso arruine nuestro espíritu deportivo!

Hizo una pausa para que un hombre se pudiera acercar. Yo lo conocía. En el pasado, dirigió al equipo de fútbol de la escuela a dos finales consecutivas. Nunca supe su nombre, y apenas si recordaba su apellido. Tenía una gorra blanca, un silbato y una barriga que sobresalía por el pantalón.

-Él es el entrenador Dan Mitman, y estará a cargo de nuestro equipo de fútbol durante estos días. Y espero por su bien que lo haga de manera eficiente – el JE lo vio de reojo.

Spencer Smitherson nos vió de nuevo y dio un pequeño salto y un aplauso de emoción.

-Así que, les conseguí estos. No lo desperdicien, ya que valen una fortuna en nuestros días – dijo mientras destapaba la caja que los soldados traían.

Eran uniformes, unos increíbles uniformes. El casco era de un negro mate mientras el dibujo de un cuervo caricaturesco se materializaba en el frente del casco, al mismo tiempo que dos alas se situaban, una en cada lado del casco. El uniforme era una combinación de negro con gris.

-Confíen en su quarterback – dijo el JE mientras me arrojaba el casco. – Él sabrá qué hacer.

Todos me voltearon a ver. Me sentía muy incómodo. Toda la atención, responsabilidad y decisiones caían prácticamente en mí. Si perdíamos, pase lo que pase después, el peso del poder caería directamente en mí.

-Bien, probaremos la jugada Caída en picada 74 – dijo el entrenador Mitman al ver su tabla de jugadas. – Trawler, esperarás a que Johnson se libere por la izquierda. Después lanzas.

-Entendido – dije sin dudar.

Había muy poca gente observándonos. Sin contar a Gabriel, Thomas y Juliana en la banca, estaba mi hermano, para mi sorpresa. Además, unos cuantos chicos de grados diferentes se encontraban hablando sin prestarle atención a nuestras torpes jugadas.

Los chicos se acercaron a mí. El casco era molesto para ver, sólo tenía una visión de campo del cincuenta por ciento. Las hombreras eran pesadas, y no hablar del peto que pesaba una maldita tonelada. Era como intentar jugar con una armadura de caballero de la Edad Media.

Tierra de nadieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora