Primero se llevaron a papá. Luego mataron a mamá en nuestra propia casa. Finalmente mataron a uno de mis mejores amigos; eso sin contar que habían convertido a Dantop, mi hogar, en todo un campo de guerra. Una completa tierra de nadie, en todo su esplendor. Los sovs parecía que habían hecho esto completamente personal.
Vi que ya comenzaba a adentrarme al bosque de Dantop. La sangre de Thomas aún ensuciaba mis manos, no se diga mi ropa. No quería que me viesen así, pero no tenía con qué quitármela. Salvo mis lágrimas, pero no alcanzarían.
Al acercarme a nuestro escondite, vi que dos figuras me esperaban con ansias. No tenía el corazón ni el valor para explicarles lo que había pasado con nuestro amigo sin siquiera desmoronarme.
-¡Sam! ¡Sam estás vivo! – gritaron las dos figuras.
Pude ver a Juliana y a Sara salir corriendo para mi encuentro. Pronto, las recibí a las dos con un gran abrazo. Me sentí nuevamente en casa.
-¿Qué fue lo que pasó? ¿Y Thomas? – preguntó Juliana luego de abrazarme.
Solamente pude verla a los ojos y negar con la cabeza. Juliana se llevó las manos a la cara, muy sorprendida. Sara entendió poco tiempo después; y una que otra lágrima logró escapársele por sus ojos.
-¡Mierda! ¡Oh, mierda! – gritó Juliana.
La volví a abrazar después de esto. No volveríamos a ver a Thomas, escuchar sus teorías, sus ideas. No volveríamos a escucharlo reír, o quejarse de lo aburrida que es la vida en Dantop. De haber sabido que hace unas horas sería la última vez que lo vería, no lo hubiese soltado nunca.
-¿Y Gabriel? ¿Está bien? – pregunté a Sara.
-Está herido, pero bien. Una bomba explotó cerca de su casa e hizo estallar los cristales de la ventana, hiriendo su cabeza.
-Será difícil contárselo.
-Tanto a él como a David. Tu hermano lo consideraba un genio – dijo Juliana.
Cuando bajé a la Ratonera me di cuenta que mi hermano y Gabriel no eran los únicos que estaban aquí. Ben y su padre, dos ancianos cuyo nombre desconocía, pero sí sabía dónde vivían, y la maestra de química de David estaban aquí.
-Les dije que aquí estarían a salvo – me susurró Sara. – Lamento haberlo hecho.
-¿Por qué? Hiciste bien, hermanita – la abracé. – Mientras más salvemos más nos estaremos vengando de esos idiotas.
David le estaba vendando la cabeza a Gabriel. Estaba bastante magullado, pero me alegraba verlo sano y salvo. Cuando se dio cuenta que bajé a la Ratonera, se levantó de un instante y me abrazó.
-¿Tus padres...? – pregunté.
-Están bien. Nos dividimos en el bombardeo – dijo Gabriel al hacer una mueca de dolor. – Tuve que regresar a casa por provisiones, y fue cuando la bomba explotó la ventana de mi habitación.
Inmediatamente, Gabriel volteó a ver a mi hermana.
-Sara me despertó justo a tiempo – sonrió. – Tu hermana es como un ángel guardián.
Sara bajó la vista, muy ruborizada.
-Y dime, ¿dónde está Thomas? – preguntó Ben, quien escuchaba atentamente a nuestra atención.
-Sí, ¿dónde está ese idiota?
Bajé la vista inmediatamente y negué con la vista.
-¿"No"? ¿No qué? ¿No vendrá? – preguntó Gabriel.
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Tierra de nadie
General FictionSu país, su hogar, su futuro. Pero no es su guerra. Tercer lugar en la categoría Ficción General de los Tinta Awards 2018