-Hablé con mis amigos en la Resistencia – dijo el papá de Juliana mientras nos compartía algo de sus raciones. – Podrán sacarlos de Dantop en unos días, dejarán Montana para cruzar la frontera con Canadá.
-¿Cruzar la frontera? ¿No es peligroso? – preguntó David.
-Mis chicos saben cuidarse, no te preocupes por eso – sonrió el papá de Juliana levemente. – Estarán más a salvo que el mismo Jefe de Estado.
El papá de Juliana nos entregó la comida servida en los platos. No sabía igual, por supuesto. Ya nada era igual. Mis hermanos comenzaron a picotear la misteriosa mezcla con sus tenedores y cucharas. Vi que estaba a punto de salir, por lo que me levanté de mi silla.
-Gracias... Brad, no sé cómo agradecerle por tanto – sonreí levemente.
-Ya te lo dije, Sam: no lo menciones nunca – sonrió Brad, me daba un golpe amistoso en la espalda. – Lamento no poder quedarme aquí todo el día, pero tengo que ir a la comisaria. ¿Estarán bien ustedes aquí?
-Sí, supongo que lo estaremos.
-Bien, intenten esconderse. Que no los vean, nadie puede enterarse que están aquí.
Dicho eso, Brad me dio la mano la cual yo estreché segundos después. Era un apretón duro, por alguna razón, me dio mucha seguridad. No siempre hablabas con el papá de tu novia con toda confianza, y mucho menos te habrá sacado de un par de apuros.
Brad salió de su casa, cerrando con llave la puerta principal. Iba a quejarme de aquella acción, pero fue inteligente: nadie podía saber que estábamos aquí, y dejar tu casa sin seguridad luego de que supuestamente estuviese vacía... daba mala espina, eso es todo.
Regresé al comedor dónde Sara y David intentaban comer. David estaba llevando bastante bien la muerte de mamá; y no lo digo porque no estuviese llorando, o deprimido. Estaba en todo su derecho de estar así. Tal vez estaba consciente que no podíamos llorar a mamá, no en las condiciones en las que estábamos.
Sara, en cambio, no ha levantado el semblante en todo el día. Media cara la tenía cubierta con el cabello, y apenas si había tocado su comida. Sé que todos manejan el dolor de forma diferente, es sólo que me preocupa verla así; tan distante.
-¿Cuál es el plan ahora? – preguntó David.
-Supongo que esperaremos a que regrese el papá de Juliana con más información. No sé cuánto tiempo más podremos estar aquí.
-¿Lo supones?
Me estaba a punto de quebrar frente a mis hermanos. No sabía lo que era mejor para ellos, ¡ni siquiera sabía lo que estaba haciendo!
-L-lo sé. Digo, no lo sé. ¡No lo sé! ¡No sé qué pensar! – cubrí mi cara con ambas manos. – ¡No sé lo que tengo que hacer, mierda!
Tanta presión acumulada en mí me hacía sentir impotente. Me hacía sentir inútil. En algún momento tenía que estallar, y este era el momento.
Sin embargo, no estaba solo. Sentí una mano en mi espalda rápidamente, y otra en mi hombro. Cuando levanté la vista, me di cuenta que se trataba de Sara y David, quienes se habían parado y acercado a mí mostrando su apoyo.
-Estaremos bien, Sam. Sea lo que se venga de ahora en adelante, sé que siempre y cuando los tres estemos juntos, podremos enfrentarlo – sonrió Sara, ligeramente.
-Y estás haciendo un buen trabajo, quiero que lo sepas – dijo David. - ¿Por qué no vas a descansar un momento? Yo me quedaré aquí vigilando, no te preocupes por nosotros.
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Tierra de nadie
General FictionSu país, su hogar, su futuro. Pero no es su guerra. Tercer lugar en la categoría Ficción General de los Tinta Awards 2018