-¿Tardaremos mucho, señor Meyers? - preguntó Gabriel.
-Soy Brad, niño - rió el papá de Juliana. - Y no tengo idea.
-Se supone que los encontraríamos aquí cerca - dijo el teniente Shepherd. - No deberíamos tardar en encontrarlos.
Llevamos caminando durante muchísimo tiempo. Hace unas semanas, los sovs bombardearon nuestro pueblo, matando a casi la mayoría. Sólo un puñado logramos escapar con vida e intactos. Hemos estado caminando desde entonces, intentando localizar al grupo rebelde con el que habían hecho contacto hace tiempo.
-¿Quién sabe? Tal vez puedan ayudarnos - dijo Sara.
-¡Ah! ¡Optimismo! ¡Tenía mucho de no escuchar algo así! - se burló Gabriel.
-Cállate, Gabriel - dijo Juliana. Tomó mi mano luego de eso.
Cada uno de nosotros llevábamos mochilas llenas con suministros hasta el tope. Algo sobrevivió del bombardeo, ¡y vaya que lo aprovechamos!
De pronto, uno de los marines vino corriendo hacia nuestra posición.
-Creo que hicimos contacto, señor - informó el soldado, jadeando.
-¿Soviéticos? ¿O de los nuestros? - preguntó Brad.
-Creo que lo segundo, señor, pero no estoy seguro.
Brad levantó la mano, indicando que nos detuviésemos. Mi corazón comenzó a acelerarse, y pronto sentí los efectos de la adrenalina sobre mi cuerpo.
Fue en ese momento en el que casi me estalla el corazón: varios soldados se presentaron alrededor nuestra, todos apuntando sus armas contra nosotros. Llevaban uniformes soviéticos. ¡Mierda! ¡No de nuevo!
-¡Bajen sus armas! ¡Bajen sus armas! - gritó uno de los sovs en nuestro idioma. Por lo que escuchaba, se notaba que hablaba fluido el inglés, no se escuchaba ningún tipo de acento. - ¡Atrás, soldados! ¡Atrás!
Una figura con el uniforme típico de soldado soviético se acercó. Colocó su rifle de asalto en la espalda.
-¿Niños? ¡Niños! ¡Son ustedes! - gritó la figura cuando nos vio. - ¡Dios mío!
El soldado misterioso se quitó el casco y la máscara que le protegía la cara. Millones de personas habitando nuestro encadenado país. Cientos de posibilidades, y yo me topo con mi padre. Hecho prisionero de guerra, tenía años de no volverlo a ver, y justo cuando más lo necesitaba, apareció de nuevo.
-¡Papá! ¡Papá! - gritó Sara mientras corría hacia él.
David, en cambio, no salía de su asombro. Me acerqué a él y lo rodeé con el brazo.
-¡Sara! ¡Oh, Dios mío! ¡Están bien! - dijo papá al abrazar a Sara y elevarla por los aires.
Con Sara en sus brazos, papá se acercó a David y a mí. Cuando David lo tenía a unos centímetros, simplemente se arrojó a sus brazos. Hundió su cara en el pecho de papá y no se apartó de él.
-Ya estoy aquí, niños. Ya estoy aquí. No los volveré a dejar nunca más - dijo papá.
Luego de unos segundos, papá hizo a un lado a David y a Sara y me vio directamente a los ojos.
-¿Hijo? ¿No le darás un abrazo a tu padre? - sonrió papá.
Veía a Juliana de reojo, quien afirmaba con la cabeza intentando no llorar.
-P-papá. ¿Eres de verdad? - le toqué la cara.
El mismo capitán Trawler. Papá tenía cicatrices en la cara nuevas, no imagino ni cómo diablos se las hizo. Tenía el cabello corto y lleno de canas, y una barba gris que lo hacía ver completamente rudo.
-Claro que lo soy, Sammy. Estoy aquí y no volveré a irme nunca - me abrazó.
Devolví el abrazo con todas las fuerzas que tenía. Pude sentir los brazos de papá rodeando mi espalda y su calor corporal que necesitaba desde hace años.
-Los trajiste aquí, hijo. Estoy muy orgulloso de ti.
-No a todos, papá. Esos hijos de puta mataron a mamá - no pude contenerme las lágrimas.
No escuché nada de papá, solamente su respiración sobre la mía.
-Haremos pagar a esos hijos de puta por eso - dijo finalmente mi papá.
Y con una mierda que así sería. Pagarán cada gota de sangre que derramaron sobre Dantop.
FIN
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Tierra de nadie
Ficción GeneralSu país, su hogar, su futuro. Pero no es su guerra. Tercer lugar en la categoría Ficción General de los Tinta Awards 2018