Eran las diez de la noche, y no parecía que fuese esa hora. Las calles eran iluminadas por el fuego de antorchas y algunas bombas caseras fabricadas con alcohol casero. Thomas y Gabriel ya se habían ido hace horas; Juliana, David, Sara y yo estábamos en la sala, esperando impacientemente al padre de mi novia para saber si él tenía noticias de cómo estaban las cosas allá afuera. Aunque, a juzgar por lo que he visto y oído desde la ventana, todo esto pinta para mal. Muy mal.
Juliana había encendido algunas velas, ya que la luz se había cortado. No sabemos si fue una medida por parte de los soviéticos o incluso la misma revuelta cortó la luz. Estábamos así hace más de media hora.
-Hay algo extraño con el fuego - dijo David mientras acercaba su mano temerosamente a la llama de la vela. - Puedo verlo durante horas y nunca me aburriré de él. Es casi como...
-Mágico - interrumpió Juliana. - Da mucha paz cuando lo estás viendo.
David aún no apartaba las manos del fuego. No las había acercado tanto como para quemarse, pero aún así me daba algo de ansiedad el hecho de que tuviera sus manos tan cerca.
-Recuerdo que fuimos a casa de Alicia a estudiar con unos amigos después de clases - dijo David, sin siquiera ponernos atención. - Jugamos esa estupidez de Verdad o reto.
Todos escuchábamos atentamente a lo que David decía. Era de las pocas veces que él hablaba tan abiertamente.
-Estábamos Alicia, Frank, Carl, Nataly, Stephanie y yo. Dios, Stephanie. Siempre tan linda. Siempre tan amable.
Mi hermano me estaba contando acerca de su interés amoroso y mamá no podía verlo. ¡Diablos! Estoy seguro que lo está disfrutando allá arriba.
-Al principio, nadie se animaba a pedir un reto. Las preguntas de niños de siempre. "¿Qué harías si X chico o Y chica se desnudase en frente tuya?", "¿Qué piensas de Carl, Nataly"?
Juliana me hizo una sonrisa de complicidad. También estaba seguro de lo que estaría a punto de contar.
-Fue en ese momento en el que Frank escogió reto, al igual que Nataly. Tres chicos, tres chicas. Creo que enterado en qué consistían los retos. Stephanie decidió retarlos a que se besaran durante diez segundos en el armario. Nunca supe si lo hicieron o no, pero a juzgar por la cara de orgullo de Frank, estoy seguro que fue así. Después fue el turno de Carl y Alicia. ¡Diablos! ¡Los 10 segundos más eternos de mi puta vida!
Todos soltamos una carcajada. Noté que hasta Sara había esbozado una sonrisa. David podía ser un salvavidas cuando se lo propone.
-Finalmente fue el turno de Stephanie y el mío. Diablos, ¡estaba tan nervioso! Aún puedo recordar cómo se veía ella a la luz del único foco del armario. Su cabello tan brillante, al igual que sus ojos. De un momento a otro, sólo vi cómo sus labios se aproximaban a los míos. Está de más decirles que nos tardamos más de diez segundos allí dentro.
Mi hermano lo contaba con una sonrisa de oreja a oreja. Nunca supe de esta experiencia, y me siento muy bien por él.
-Es extraño. Aún puedo verla mientras bailaba a escondidas en clase de matemáticas - la sonrisa de mi hermano aún no se borraba de su rostro. - Nunca la olvidaré.
-¿Y qué fue lo que le pasó? - preguntó Juliana.
-Los sovs descubrieron que su hermano contrabandeaba armas y suministros a la resistencia. Eso fue hace meses.
-¿Y ese fue tu primer beso? - preguntó Sara.
David asintió con la cabeza.
-El mío fue un chico mayor. Mathew Brooks. ¡Diablos! ¡Eso fue hace unos años! - sonrió Sara mientras lo contaba. - Pedía permiso para ir al baño y me escapaba a escondidas para poderlo ver en el pasillo; era alto y con el cabello negro. Ojos color verde, era todo un cielo conmigo.
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Tierra de nadie
General FictionSu país, su hogar, su futuro. Pero no es su guerra. Tercer lugar en la categoría Ficción General de los Tinta Awards 2018