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 - ¡Hola, Agustina!

Agustina rodó los ojos, con desagrado. No había puesto ni un pie en la clase y ya le estaban hablando esa panda de babosos. 

Fulminó con la mirada a Jimin, quién la había saludado. Pero el encantador delegado de clase no perdió su sonrisa. 

La chica arrugó su frente. No le gustaba la actitud de ese chico. Siempre tan amable.

 - ¿Qué? ¿Te has vuelto a despertar con el pie izquierdo? - preguntó un sonriente Hoseok.

Sino le gustaba la actitud de Jimin, la de Hoseok la detestaba.

 - Aish, si sigues frunciendo tu ceño así te saldrán arrugas. ¡Pero yo te querré igual, Agustinita!

Y la de Taehyung la aborrecía.

 - Chicos, chicos. Dejen respirar a Agustina - pidió Jin mirando directamente a la chica y pasando una mano por su propio pelo, en un intento de ser sexy.

Y la de Jin la odiaba.

Agustina resopló por el panorama que ya tenía de buena mañana. Escuchó la carcajada de Hoseok mientras se sentaba en su asiento.

 - ¿Esa es tu manera de ser seductor, hyung? - se burló del idol.

Síp, un famoso idol de una boyband por la que todas las chicas se morían. Menos Agustina, claro. 

 - Yo siempre soy seductor.

¿Ha mencionado ya que odiaba la actitud de Jin? Porque, de verdad, le repateaba cuando su ego hablaba por él. Es decir... siempre.

Jin le lanzó un beso, con una gesticulación algo exagerada, por lo que Taehyung y Hoseok no tardaron en reírse. Más aún cuando vieron como Agustina se hacía a un lado para esquivarlo.

La puerta de clase se abrió y los chicos se giraron para ver a JungKook entrando en el aula. Saludó a sus amigos antes de dejarse caer en la silla al lado de Jimin. Ignorando a Agustina. 

La verdad, para ella él era el más soportable. Menos cuando hacía eso.

Sí, lo que estaba haciendo en esos momentos. Mirarla de soslayo, con una mueca imperturbable y los brazos cruzados. Agustina, como siempre (ya venía siendo una costumbre con el chico), le alzó una ceja, interrogante.

Y él, como siempre, apartó la mirada hacia la ventana. Como si nunca hubiese reparado en la existencia de su compañera.

Agustina suspiró mirando hacia delante.

Aunque podía llegar a ser molesto, prefería esas miradas furtivas a...

 - Agustina, ¿te has leído este manga?

 - Agustinita, ¿quieres un caramelo? Me sobran de-

 - No agobiéis a mi futura novia, ¿no veis que por vuestra culpa le saldrán patas de gallo?

 - ¡Pero yo la querré igual!

... a esa constante desesperación por obtener un poco de su atención.

Miró de soslayo a Jimin, quién se reía de las ocurrencias de sus amigos. Ese chico no perdía nunca esa molesta sonrisa. Agustina se preguntó cómo se lo hacía para soportar a esas pesadillas andantes que tenía como amigos. Después recordó que él también era una de esas incesantes molestias que la atormentaban y no le pareció tan extraño que perteneciese a ese grupito de granos en el culo.

Jimin elevó la mirada hacia a ella y Agustina, lejos de avergonzarse por haber sido pillada observándolo, le frunció el ceño. Como si hubiese sido al revés y él fuera el que la había estado contemplando.

El chico apartó la mirada abochornado y con las mejillas ligeramente coloreadas.

Menudo tonto, pensó ella. ¿Quién se sonroja por tan poco?

El profesor llegó justo en ese momento, con prisas, un café en una mano y un maletín a rebosar en la otra. Todos se sentaron en sus respectivos asientos, dando por iniciada la clase.

Y Agustina agradeció a los cielos (como cada mañana) que no tenía que sentarse con ninguno de esa panda de pesados. Ni con nadie. Lo que significaba aún más alivio. Si podía estar sola sin nadie que la estorbase, mejor para ella. 

Al haber llegado a mitad de curso tuvieron que ponerle un pupitre aparte. Ya todas las parejas estaban hechas. Y pese a todas las quejas y sugerencias que el tutor recibió (por parte de seis idiotas), el hombre decidió que se sentaría sola.

Ese día casi le besó los pies. Aún recordaba cómo estuvo a punto de ceder bajo la insistencia de los chicos en sentarse con ella.

Pero por suerte, no fue así. 

 - Abrid el libro por la página 78 - pidió el magistrado en historia.

Agustina sacó su libro de la mochila y lo dejó sobre la mesa. Ella apartó su cabello con ambas manos hacia atrás, porque le estaba entorpeciendo la vista.

Cuando de repente se escuchó un estruendo a su espalda.

Los chicos estaban demasiado embobados para haber visto lo que había ocurrido. Todos embalsamados por la belleza de Agustina. Sino hubiese sido por ese estrépito, se hubiesen podido escuchar varios suspiros de enamorados. 

Qué guapa... Tenían los chicos grabado en sus rostros, mientras apoyaban su mentón en sus manos.

Era increíble como con un simple gesto Agustina ya los tenía comiendo de su mano. Y lo más importante, callados y tranquilitos. 

Si lo hubiese sabido, lo hubiese hecho hace ya rato.

Aunque si había algo que le molestase más que las irritantes voces de los chicos, eran esas miraditas cursis. No las soportaba.

Toda la clase se giró hacia NamJoon, quién había tropezado con sus propios pies y tirado algunos libros de la estantería en su camino. Llegaba tarde, como siempre.

 - Lo siento... - dijo con una sonrisa avergonzada a toda la clase.

Todos sus compañeros se rieron por lo bajo, viendo como NamJoon tenía las mejillas teñidas de rojo. Para todos era bastante obvio porqué se había tropezado.

NamJoon el buenazo, el manazas... Agustina volvió su mirada enfrente, desinteresada.

La que se arma por un simple gesto, pensó molesta.

¡Hola, Agustina!Where stories live. Discover now