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- ¡Hola, Agustina!

Agustina cerró los ojos, respirando profundamente.

¿Por qué, señor? ¿Qué he hecho yo? ¿Matar a un animal indefenso? ¿Torturar a alguien? Y aunque fuese así, ¿no es este un castigo demasiado cruel?

A Agustina le encantaba la soledad y el silencio. ¿Por qué tenía que venir Jimin a estropearle su remanso de paz tan temprano?

Estaba sentada en las escaleras al lado de clase, escuchando música. Probablemente lo que más le gustaba hacer en el mundo.

Había aprovechado el haber llegado temprano para despejarse un poco antes de empezar la jornada lectiva.

Además, los pasillos estaban desérticos y así evitaba tener que socializar con el resto de alumnos, que a esas horas aún estaban en el patio o llegando.

Se maldijo a sí misma al no recordar que los delegados tenían reuniones cada mañana con los profesores.

Miró detrás del delegado, observando que estaba solo.

En fin, algo es algo.

Finalmente le devolvió la mirada, aún sin decirle nada.

El muy idiota le brindó una sonrisa de bobalicón. Agustina le frunció el ceño.

- Me percaté ayer de que te saliste al patio cuando era segunda hora...

Ah, sí.

Fue en un intento de huir de esos plastas después de la clase de matemáticas.

- ¿Sí? Pues yo te vi muy cómodo tras los casilleros - Jimin se sonrojó hasta los topes poniendo una expresión alarmada, tensando sus músculos - ¿Y qué hacíais con Taehyung? ¿Mímica?

- ¡E-Eso no-!

- ¿Sí? - preguntó Agustina alzando una ceja.

Jimin se paró en seco.

- Yo...

- Si vienes a molestar - lo interrumpió ella -, como hicisteis ayer tus amiguitos y tú, ya te puedes largar.

- ¡No, no, Agustina! ¡No es eso! Y... - se mordió el labio mirando hacia otro lado - Yo... - Agustina elevó una ceja viendo como jugueteaba con sus dedos, ¿a qué venía esto? - Yo no quería... no quería molestar...

Agustina puso los ojos en blanco.

- Poco importa lo que quisieras, el caso es que siempre sois un grano en el culo.

Eso hizo que Jimin abriese los ojos y diese un brinquito en su sitio.

Es cierto que normalmente los ignoraba y no decía lo que pasaba por su cabeza, pero Agustina no iba a retirar sus palabras por muy mal que le sentasen. Lo que era cierto era cierto.

Un pensamiento asaltó a Agustina.

- Espera, ¿le has dicho a nuestro tutor que he faltado?

- ¡No, no! ¡Te he cubier-! Es decir... - se interrumpió a sí mismo volviéndose a morder el labio, ¿es que era una costumbre del chico o qué? - Yo n-no haría algo como eso - ¿algo como qué? ¿cubrirme? -. Solo supuse que tendrías un buen motivo para faltar y por eso no se lo he comunicado a nadie - las facciones de Agustina se relajan tras las palabras del delegado. Fijate tú por dónde, me está empezando a parecer soportable y todo -. Porque... tienes un buen motivo, ¿no? ¿Tú no harías pellas, cierto?

Agustina rodó los ojos.

- ¿Y qué si hago pellas? - Jimin enmudeció al oír el comentario de la chica - ¿Algo más?

- Pues esto... Que también te has saltado bastantes horas... - continuó Jimin titubeante - Y que todas ellas coinciden con la clase de optativa. Me preguntaba... yo me preguntaba si cuando llegaste aquí te apuntaste a algún club-

- Nadie me dijo nada, ¿es obligatorio?

Frunció el ceño ante la idea de no tener esos ratos libres mientras el resto se iba a optativa. Ciertamente nadie le había dicho nada cuando llegó, pero ella tampoco dijo nada cuando vió que no la habían apuntado. Nadie pareció darse cuenta así que...

- Ehm, sí, es obligatorio.

Agustina chasqueó la lengua y se quedó mirando a Jimin con molestia, como si él fuese el responsable de la situación.

Un segundo... yo a este le gusto, ¿no?

- Pero... tú eres el delegado, ¿no? - Agustina se puso en pie mientras decía esto, con la voz más melosa que podía poner.

- ¿Q-Q-Qué?

Jimin, con las mejillas rojas como un tomate, levantó la vista hacía ella, ya que estaba unos escalones por encima.

- Digo... - bajó un escalón y observó a Jimin, quién tenía la boca abierta.

Por dios, esto es demasiado fácil. Pensó Agustina entre molesta al ver babear al chico y divertida por ser tan simple de conseguir.

- Solo tú te has enterado, ¿cierto? - continuó Agustina bajando otro escalón.

- B-Bueno, yo... - Jimin apartó la mirada de ella y frunció el ceño - ...y los chicos.

Cierto, ellos también estaban allí ayer.

El chico le devolvió la mirada, apenado, casi disculpándose. ¿Acaso la culpa es tuya, tonto?

- Pero... - Agustina bajó el último escalón que los separaba y escuchó como Jimin retenía su respiración por la cercanía.

Cuando ella elevó la vista, casi hace lo mismo.

Vale, esto es raro. Estamos a menos de un palmo de distancia. Me he pasado.

Él la observaba... embobado. Como un niño pequeño que ve algo por primera vez. Una mezcla de interés y emoción se podía ver reflejada en sus ojos.

Ella más bien... tiene una mezcla de asco y sorpresa.

- ¿Sí? - dijo Jimin para que ella continuase.

Agustina parpadeó, saliendo de su ensoñación.

Oh, por dios. ¿Realmente me lo he quedado mirando?

Algo se estrujó en su estómago y un ligero tono rosa no tardó en aparecer en sus blancas mejillas, abochornandola.

A decir verdad, no se había sonrojado mucho, pero su piel increíblemente clara la delataba enseguida. Y seguramente, si Jimin no hubiese estado tan cerca, no se hubiese dado cuenta del sonrojo de la chica.

Agustina, presa del pánico, lo apartó de un empujón.

- ¡Nada! ¡No he dicho nada! - respondió malhumorada bajando los últimos escalones.

Caminó por el pasillo intentando alejarse del estúpido delegado.

- ¡Espera!

Ella no se giró y decidió apretar el paso.

Que cosa más rara, pensó abochornada mientras se alejaba.

Cuando ese día llegó a clase, mucho más tarde de lo normal - no es como si quisiera evitar a Jimin, a ella ese delegaducho le daba igual -, vio sobre su mesa la hoja con las diferentes optativas.

Decidió que no iría a reclamarle porque aún seguía sin saber qué había pasado esa mañana. Además, cuanto menos lo viese mejor.

Agustina pensó, torciendo los labios, que no le quedaba otra que apuntarse a una optativa porque sino Jimin volvería a hablar con ella.

Se sentó con un suspiro, y gracias a los dioses, Jimin no la miraba ni hacía ningún intento de conversación - no como si lo hiciese nunca, eran más bien los otros babosos, él siempre se quedaba a un lado riéndose de lo que sus amigos decían -.

Agustina agradeció por una vez en su vida el jaleo que montaron esa panda de molestias en cuanto la vieron entrar.

Eso la distraía de la incomodidad que sentía y de sí misma preguntándose porqué carajos se sentía incómoda.

¡Hola, Agustina!Where stories live. Discover now