Verónica estaba muy feliz de que le ocurriera ese pequeño accidente que dejó todo a su favor o al menos eso cree ella. No era su intención ni mucho menos pero sabía que el destino quería algo, quería que ocurriera algo entre ellos dos.
Sonrió para sí misma en el espejo y se sintió orgullosa del resultado. Simple pero bonito. Lo ideal para una cena y que no se notara que lo intentaba demasiado. La belleza natural es lo que más llama la atención y eso lo tenía ella de sobra.
No necesitaba de mucho maquillaje y cualquier ropa le quedaba de revista, no era mucho el esfuerzo que tenía que hacer para verse bien frente a los hombres.
Se soltó su cabello y lo peinó con cuidado, dejándolos al descuido con sus ondulaciones naturales.
Salió de su habitación y bajó las escaleras rápidamente pero a la misma vez con cuidado. Luego caminó libremente por la sala para llegar al gran comedor, quien ya estaba ocupado por dos personas.
Sonrió al verlos, pero sonrió más al ver a don Alejandro sentado donde ella iba. De inmediato se le ocurrió una brillante idea y no la iba a desaprovechar. Sonrió cómplice con su cerebro y se dio los cinco en su imaginación.
Los ojos de Alejandro se encontraron con los de Verónica, y supo que lo miraba. Pero la quitó rápidamente y miró su comida. Vero tomó un respiro y avanzó caminando lentamente.
-buenas noches.- saludó a todos, incluso a los empleados.
-buenas noches.- Vera alzó su cabeza pues se le veía muy ensimismada comiendo lo que llegó a reconocer era caviar.
-buenas noches.- Alejandro ni la miró, se encontraba a su lado.
-Alejandro, esa es mi silla.- este alzó su vista y tragó saliva al ver que en su mirada había maldad. Mucha maldad.
Este hizo el amago de levantarse.
-disculpa, lo he olvidado.
Vero sostuvo su hombro y lo obligó a que se sentara de nuevo.
-está bien, quedate, yo me sentaré aquí.
Verónica sonrió de lado y acarició el espaldar de la silla que estaba al lado de la de él, para arrastrarlo firmemente y luego dar la vuelta para sentarse.
Alejandro supo en ese entonces que ella tramaba algo.
-¿le sirvo, señorita?.- Maritza preguntó.
-oh no, está bien, yo lo hago. Pueden retirarse.- medio sonrió, Maritza asintió y se dio la vuelta.
Vero se levantó del asiento para servirse un poco de caviar, no tenía mucha hambre en ese momento. Pues en lo único que pensaba era en lo que iba a provocar y lo bien que se sentía con ello.
Vero se había puesto otro vestido con un gran escote en su espalda, el cual enseñaba su curva, pequeña y bronceada espalda. Su trasero solo estaba cubierto por un hilo y se notaba claramente a través de su vestido. Se sentó a un lado de Alejandro y este la miró de reojo.
ESTÁS LEYENDO
Los deseos de Verónica
RomansLos deseos de Verónica son bastantes peculiares. Al menos desde que se topó frente a frente con el prometido de su madre. Verónica Malone pensó muchas cosas antes de meterse con su futuro padrastro, pero ella tenía deseos demasiados incesantes como...