No todo es por casualidad. No creo en las casualidades, y posiblemente nunca lo haga.
Pero... ¿Será que después de todo, hay cosas que si pueden llegar a pasar?
°
Me enredo en las sábanas de mi cama y quiero dejar de pensarla, quiero dejar de soñarla, porque creo que todos llegamos a ese punto en el que por más que deseemos algo, pero si constantemente nos hace daño, no sirve de nada el resto.
Me repito una y otra vez que debo levantarme e intentar hacer algo para distraerme, algo para que me saque de la realidad o al menos para evitarla, necesito sentirme vivo por una vez en la vida. Es difícil tener que admitir que has perdido, pero me niego a aceptarlo, o al menos enfrente de los demás. No quiero ser vulnerable o sentirme como tal en medio de mis amigos.
Por primera vez acepto que soy el chico que intenta ser rudo pero que en su escondite de mierda sigue siendo una persona que puede llegar a ser afectada por algo simple.
Me rehúso a seguir sintiéndome vacío.
Decido quedarme en mi habitación, acostado, tan sólo unos minutos más, o al menos hasta que los primeros rayos de sol alumbren mi cuarto; la noche apesta, mi cuerpo está cansado de no poder dormir. Estoy agotado mental y físicamente. Pienso en ella y un torbellino se forma en mi cabeza, algo que no puedo evitar. Siento el roce de sus dedos en mi espalda, recuerdo su deslice en mi piel, su nariz entre mi cuello, deseando estar así de nuevo.
Algo que me hace odiarme más. Tomo la almohada y grito o gruño sobre ella, no sé lo que sale en realidad. Pero de alguna forma suena a súplica o al menos eso es lo que escucho yo. Siento que las sábanas son mi refugio y me cubro hasta la cabeza.
<Niñadas> me digo.
Maldigo para mis adentros y digo que es suficiente. Me levanto, salgo a correr sin dejar mis audífonos y mi música. Necesito empezar a crear un nuevo mundo, uno en el que ella no se haga presente ni un segundo más.
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