-¿Puedo pasar? -pide de nuevo.
Entorno los ojos muy enfrente de ella para que pueda verme perfectamente. Me odio por dejar que esos sentimientos ganen. Odio dejar que ella me convierta en una persona vulnerable. No sé cuándo dejaré de quererla.
Recuerdo todo. Cada maldito segundo. Cada gesto y palabra que salió de su boca.
Siempre los hombres tenemos la fama de ser los idiotas en una relación, pero conmigo había sido diferente.
La tengo delante de mi. Con esa mirada tierna, viva. Es todo lo que necesito para perder el control. Para recordar cada maldito momento cuando la tuve en mis brazos. Ella siempre logró que me sintiera tranquilo, feliz. Pero tuvo que llegar con una estupidez y ahora tiene que venir, diciendo que me extraña. Sin embargo, ya no puedo. Me falla mi cuerpo y mis pensamientos. Quiero detenerme y no lo logro.
En un instante ya estoy sobre ella, besándola. Me importa poco lo que ha sucedido.
Si tendré un último recuerdo con ella, quiero que sea así, tranquilo.
Odio que nuestras bocas se conozcan, pero al mismo tiempo amo que cada movimiento sea tan especial. Sus manos posadas sobre mi pecho me hacen abrazarla, en un intento de no dejarla ir y de perdonar hasta el último latido de dolor.
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