Capítulo 5: La Nueva Integrante

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—Presiento cierto malestar a tu alrededor, Evie —dijo Ethan mientras ambos nos encontrábamos en la mesa del comedor.

Aunque la noche anterior había podido dormir de manera continua, sin levantarme de improviso a causa de imágenes no gratas para mi cabeza, ciertamente continuaba encontrándome molesta por lo que había ocurrido con Christian el día anterior. Solamente había sido un simple cruce de palabras, pero no podía evitar pensar que me era molesto que todos en la ciudad se las ingeniaran para fastidiarme de alguna manera u otra. Ser inmortal no sonaba deseable cuando estaba destinada a ser el objetivo de las bromas de los demás. Tenía ciento sesenta y siete años, y de todas maneras me comportaba tal como lucía por fuera, como una típica adolescente de diecisiete años.

—No es nada —mentí por no querer parecer inmadura.

Ethan no solamente había deducido que estaba molesta porque mi serio rostro lo dejaba en evidencia, sino porque él siempre tenía sus métodos para descubrir el estado de ánimo de los demás y percibir las características del ambiente que nos rodeaba. No sabía cómo hacía, pero siempre advertía cuando alguien se hallaba bajo de ánimos o en otro estado. Suponía que ser brujo le otorgaba ciertas ventajas, como hacer que decidiera soltar palabra en aquel momento.

—Solamente estoy cansada de que todos bromeen con nosotros —manifesté sin brindarle detalles.

—No eres la única —dijo alzando ambas cejas.

Dejé caer mi espalda en el respaldo de la silla y me crucé de brazos. Él soltó una pequeña risita al notarme enfadada, pero de un segundo a otro su sonrisa se desvaneció e incluso pareció estar más que preocupado. Su mirada se tornó seria y su rostro empalideció.

—¿Qué ocurre, Ethan?

Nada bueno sucedía cuando él semejaba estar intranquilo.

Dirigió su mirada hacia mi derecha antes de hablar.

—Hay alguien aquí —articuló.

—¿Alguien... los mellizos quizás?

—No, hay alguien aquí —repitió levantándose.

No dudé en seguirlo cuando se aproximó a la puerta de la entrada. Nadie se presentaba en la mansión y la presencia de Madame Alannis no era algo que alertara a Ethan. Nunca recibíamos visitas esperadas ni tampoco sorpresas.

—¿Llamo a los mellizos? —le pregunté en voz baja.

—Ya están bajando —respondió al mismo tiempo que escuché pasos bajar las escaleras.

Alcé ambos brazos para preguntarme cómo hacía para percibir las presencias de todas las personas que conocía, pero supuse que luego de cinco años de encontrarnos juntos, no hacía falta que continuara sorprendiéndome con sus cualidades. Tampoco me extrañó que Elisabeth estuviera totalmente despreocupada y con un libro en su mano, mientras que Edmund estaba listo para asestarle un golpe a quien fuera con el bate de béisbol que sostenía con firmeza. Me alejé de él en caso de que por error quisiera embestirlo contra mi pecho, pero de todas formas los cuatro permanecimos cerca de la puerta.

—Es imposible que haya alguien que no conozcamos —susurré.

Todos éramos conscientes de que nadie se acercaba a la propiedad ni se perdía aunque tuviera el menor sentido de la ubicación. Y también éramos conscientes de que ninguno de los cuatro éramos completamente normales, y que aunque contábamos con pasados que preferíamos dejar en el olvido, aquellos podían seguirnos hasta el final de los tiempos. El nerviosismo se apoderó de mí cuando Edmund aferró aún más sus manos al bate, Ethan se incorporó por completo, y Elisabeth continuó leyendo su libro mientras la perilla de la puerta comenzó a girar.

La Familia Smirnov [Evie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora