Capítulo 4: El Célebre Ciudadano

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Quizás mi cerebro no era eficiente como el de Elisabeth porque su nivel de inteligencia superaba todo limite posible, pero tras haber transcurrido la secundaria por cuarta vez, los temas que dictaban en clase se habían tornado aburridos, repetitivos e incluso fáciles de memorizar. Incluso los ejercicios de Matemáticas habían comenzado a resultarme fáciles de resolver. Usualmente solía mantenerme concentrada y hacía preguntas en clase para simular que mi coeficiente intelectual era parecido al de los demás presentes, pero aquella tarde únicamente había podido mantenerme enfocada en el episodio que había tomado lugar algunas horas atrás. Mi mente me había hecho imaginar sucesos que no habían sido reales y podría haber lastimado a Elisabeth así como ella a mí si no hubiera vuelto a la normalidad en pocos segundos. Quería descifrar por qué había perdido la noción de la realidad, pero únicamente continuaba confundiéndome más cuanto más tiempo intentaba encontrar el sentido.

—¿Evie, nos acompañas? —oí que me preguntó Michelle.

Rápidamente asentí con la cabeza para que no notaran que mi mente se encontraba en cualquier otro lado menos donde debía hallarse, y noté que había aceptado acompañarlas a la cafetería durante el receso una vez que salimos del aula y nos dirigimos allí. Sin embargo, permanecí sola observando las bebidas de la máquina expendedora mientras bebía la mía propia y ellas regresaron al aula por haberse olvidado el dinero.

Alguna que otra vez había probado algunas de los refrescos que la maquina poseía, pero no había encontrado nada que se semejase al dulce y deleitoso sabor que la sangre tenía en mi paladar. Era la droga imprescindible que necesitaba para vivir y que me proporcionaba energía, y que nadie podía enterarse que tomaba semejando ser adicta al refresco de uva.

—¿Dónde conseguiste el que estás tomando? No veo que se encuentre en la máquina.

La voz repentina  detrás de mí hizo que me diera un pequeño susto y girara de manera atolondrada. Y por segunda vez en el día, me encontré con aquellos ojos azules que habían acaparado mi atención así como también mi interés.

—Lo siento, no quería asustarte —dijo observándome.

Las ondas rubias de su cabello caían de manera atractiva sobre su frente y noté la pequeña franja de pecas sobre su nariz y mejillas. Me pasaba en altura y sus músculos eran notables incluso debajo de la remera que llevaba encima, aunque no planeaba decirle que era más fuerte que él por tener ciento sesenta años más. Sus ojos poseían un pequeño destello verde a la izquierda y tragué en seco antes de soltar palabra.

—Está bien —articulé.

—Soy Christian, Christian Brown —manifestó extendiendo su mano hacia mí.

Quise estrechar su mano, pero no lo hice tras recordar que mi gélida piel solamente lograría atraer su atención.

—Evie Smirnov —me presenté sin unir nuestras manos, e incómodamente él retiró la suya.

—Soy nuevo en la ciudad, creo que estamos en el mismo año aunque en cursos separados.

Escuché una seguidilla de risas no tan lejos de nosotros y arqueé una ceja cuando avisté a algunos del curso al cual él había comenzado a asistir, observándonos y riéndose entre ellos. Christian sonrió de manera agradable pero yo no.

—Eres nuevo pero no has dudado en parecer un auténtico ciudadano —expresé. Él pareció confundido al escucharme y miró de reojo a aquellos que se reían. Al parecer cruzar palabras conmigo era toda una destreza por demostrar—. ¿El ritual para sentirse bienvenido es molestarme porque soy una Smirnov? Dile a tus amigos que has logrado pasar la prueba, pero no te recomiendo hacer lo mismo con mis hermanos y mi hermana porque no serán tan generosos como yo.

Christian abrió su boca para decir algo pero no lo dejé soltar palabra alguna tras alejarme de él mientras acerqué mis labios a la pajilla para controlarme y no dejar que mi verdadera personalidad aflorara. Tal como había supuesto, alguien nuevo en la ciudad solo significaba alguien más murmurando estupideces sobre mí sin siquiera saber cómo era. Ser los hazmerreír del pueblo era entretenido para todos menos para nosotros. 

Michelle y Lauren me observaron confundidas cuando pasé junto a ellas y lancé el refresco en la basura tras haber terminado mi ración de la tarde de manera tan rápida.  

La Familia Smirnov [Evie]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora