십 |Fin|

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Pequeñas gotas caían de manera continua sobre un papel arrugado, amarillento, junto con marcas de dobladas en ella, que indicaba el envejecimiento y las repetidas leídas que se hicieron en ella.

JongIn se encontraba en esos momentos sentado sobre una roca de manera despreocupada y con la guardia baja, leyendo una y otra vez las letras escrita en ese papiro de color celeste pálido característico, recordando el paseo de todo un día que había compartido con el príncipe KyungSoo.

En esos momentos no le importaba el clima helado que se impregnaba hasta en los huesos, tampoco le importaba la nieve que cubría la mayoría del bosque.

Su mirada se posó en ese rio, actualmente congelado, donde solía disfrutar junto a KyungSoo incontables horas de juegos aunque todo eso se iba disipando conforme iban creciendo y tomaban más responsabilidades.

Las pesadillas eran de manera constantes y siempre las mismas, donde él se encontraba en el patio del palacio su príncipe observando la escena sangrienta sin poder hacer nada. Hasta en su misma pesadilla tenía las manos atadas, siendo completamente inútil.

Cuando su hermana le relató los acontecimientos de ese día, se sintió demasiado conmocionado como para que alguna palabra de dolor saliera de sus labios. Solo sintió como su corazón se le desgarraba por dentro, el nudo en la garganta que le impedía gritar, el aire de sus pulmones escapando rápidamente y las lágrimas acumulándose en sus ojos.

El llanto de aquel día fue tan desgarrador que se olvidó del dolor de sus propias heridas, le importó poco que estas se abrieran ocasionando nuevamente un leve sangrado que mancharon las vendas de manera instantánea asustando a su hermana y padres.

Fue inevitable que sus padres se enteraran de toda la relación oculta y prohibida que mantuvo con el príncipe. Estos sabían que ambos fueron muy cercanos desde pequeños así que entendían su dolor, pero cuando su madre escuchó detrás de la puerta las incontables palabras pidiendo perdón a su príncipe, comprendió todo.

Al contrario de lo que pensó, al momento que su madre se enteró lo acurrucó en su pecho como si de un niño se tratara, tratando de calmar el dolor de su corazón pero lamentablemente ni el abrazo más cálido y reconfortante podía eclipsar la pérdida de un ser amado.

Los días trascurrían junto con su rápida recuperación. Su madre le había dicho que pese a su dolor, la vida y responsabilidades debían de continuar. Pese a todo, realizó lo que su madre le ordenó.

El alcohol fue su mejor aliada en esos días. En el pasado solo había bebido por compromiso pero de la noche a la mañana se convirtió en un hábito. La quemazón del alcohol que se deslizaba por su garganta minimizaba un poco el dolor de su corazón y desplazaba los recuerdos dolorosos. Y ese hábito trajo el comienzo de otoño de su miserable corazón.

>> -Sírveme otra vez. –Ordenó a uno de los soldados de bajo rango, con la voz visiblemente afectada por la bebida.

-Creo que es suficiente, general. –Aconsejó Park ChanYeol. –Deberíamos llevarlo a su hogar.

JongIn resopló quitándole de manera brusca la botella, pero antes de que este se sirviera solo un poco este le fue arrebatado. Miró a quién había osado realizar esa acción encontrándose con la expresión de furia y decepción en el rostro de su padre.

-Ministro Kim. –ChanYeol fue el primero en reaccionar levantándose para dar una reverencia respetuosa al ministro. – No debería estar en un lugar tan denigrante como este.

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