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Cuando salí pude ver con toda claridad que la excitación de los primeros momentos de nuestra llegada se había esfumado por completo. Caminamos en silencio, con Rodney a la cabeza, a través de calles humildes en las que apenas penetraba el sol, de aceras tan estrechas que a menudo teníamos que avanzar en fila india. Fue un alivio desembocar al fin en High Street, donde el ruido hizo que no resultara tan obvio nuestro ánimo sombrío. Cuando cruzamos por un paso de peatones a la acera más soleada de la calle, pude ver que Rodney y Chrissie se consultaban algo en voz baja, y me pregunté en qué medida el mal ambiente entre nosotros se debería a su creencia de que les estábamos ocultando algún gran secreto de Hailsham, y en qué otra al hecho del ofensivo desaire infligido por Ruth a Tommy.
Entonces, en cuanto cruzamos High Street, Chrissie anunció que Rodney y ella querían ir a comprar tarjetas de cumpleaños. Ruth, al oírla, se quedó anonadada, pero Chrissie añadió: -Nos gusta comprarlas en grandes cantidades. Así a la larga nos salen mucho más baratas. Y siempre tienes una a mano cuando llega el cumpleaños de alguien. - Señaló la entrada de un Woolworth's-. Ahí se pueden conseguir muy buenas, y muy baratas.
Rodney asentía con la cabeza, y creí ver un punto de sorna en las comisuras de sus labios sonrientes.
-Por supuesto -dijo-. Acabas con un montón de tarjetas, como en todas partes, pero al menos puedes poner tus propias ilustraciones. Ya sabéis, personalizarlas y demás.
Los dos veteranos estaban de pie en medio de la acera -los sorteaba gente con cochecitos de niño-, a la espera de que nos mostráramos disconformes. Veía claramente que Ruth estaba furiosa, pero sin la cooperación de Rodney poco podía hacer.
Así que entramos en Woolworth's, e inmediatamente me sentí mucho más alegre. Incluso hoy día me gustan los sitios como éste: grandes almacenes con miles de pasillos con expositores llenos de brillantes juguetes de plástico, tarjetas de felicitación, montones de cosméticos, y quizá hasta un fotomatón. Actualmente, si estoy en una ciudad y dispongo de tiempo libre, suelo entrar en algún sitio parecido, donde puedes vagar y disfrutar, sin comprar nada, y sin que a los dependientes les importe un comino que no lo hagas.
Pues bien, entramos en aquellos grandes almacenes y enseguida nos fuimos separando y tomando distintos pasillos. Rodney se quedó cerca de la entrada, junto a un gran expositor de tarjetas, y más adentro vi a Tommy bajo un enorme póster de un grupo pop, hurgando entre las cintas musicales. Después de unos diez minutos, cuando me hallaba al fondo de la tienda, creí oír la voz de Ruth y me dirigí hacia el lugar de donde procedía. Había ya entrado en el pasillo -lleno de animales de peluche y de grandes rompecabezas en cajas-cuando me di cuenta de que Ruth y Chrissie estaban juntas al otro extremo del pasillo, manteniendo una especie de tête-à-tête. No sabía qué hacer: no quería interrumpir, pero era hora de que nos fuéramos y tampoco quería darme la vuelta y seguir vagando por los pasillos. Así que me quedé quieta donde estaba, fingiendo mirar atentamente un rompecabezas, a la espera de que me vieran.
Y entonces me di cuenta de que estaban de nuevo hablando de aquel rumor. Chrissie estaba diciendo, en voz baja, algo como:
-Pero me sorprende que durante todo el tiempo que estuviste allí no te preocuparas más de cómo se hacía. A quién había que ir a ver y todo eso.
-No entiendes -decía Ruth-. Si fueras de Hailsham, lo entenderías. Para nosotros nunca fue tan tremendamente importante. Supongo que siempre hemos sabido que si queríamos saber más del asunto no teníamos más que hacer que nuestras preguntas llegaran a Hailsham.
Ruth me vio y dejó de hablar. Cuando dejé el rompecabezas y me volví hacia ellas, vi que me estaban mirando airadamente. Al mismo tiempo, era como si las hubiera sorprendido haciendo algo que no debían, y se separaron como con vergüenza.