Él no era idiota.
Sabía que María era una zorra.
Esas sonrisas alegres, esos comentarios divertidos, esas risas en grupo.
La zorra estaba provocando a sus amigos, quería estar con ellos y dejarlo solo.
Si ella quería estar con ellos, al menos él obtendría algo a cambio.
Vendió muchas veces a su esposa, escuchaba sus gritos y súplicas.
Era excitante escucharla.
Pero, debía mantenerla callada y atada. ¿Como lo haría?
Sonrió con maldad pura, ese plan era perfecto.
La alejó de su hija, no la dejaba a solas. Le hizo saber que si él moría se llevaría a su hija consigo.
Si es que esa bastarda era su hija.
Consiguió hacerla callar.
Sus amigos le advirtieron que si le hacía algo a la niña, él desearía morir de inmediato.
A pesar de hacerlos obedecer, nadie le pondría una mano a Susan.
Le irritaba que amaran tanto a la niña, es probable que ni siquiera sea suya.
¿María?
Ya no gritaba.
Ya no rogaba.
Se había resignado.
Y eso no le gustaba.
Eso le molestaba, le hacía hervir la sangre.
Comenzó a golpearla, la obligó a hacer cosas horribles, la haría sufrir hasta apagar su alma completamente.
¿Por qué?
Porque no se quedaría solo. La enterraría en el infierno junto a él para vivir su retorcido felices por siempre. Y la pequeña no estaba en ese cuento de terror neoyorquino.
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Desventuras en NY
General FictionUna madre abusada, un prostituto, dos policías presuntamente corruptos, dos informantes de la polícia, tres profesoras feministas, dos adictos, un juez federal, dos capos británicos, un traficante y muchos niños inocentes. ¿Qué tienen que ver? Todo...