Algún día del 2017

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Siempre me pongo poética y caótica, no solo al compartir orgasmos, sino a la más mínima señal de desestabilidad de lo común, al hecho de no encajar, de no estar presente para nadie, para nada.

En algún punto del día o de la semana o del mes llega esa cosita que derrumba mis planetas y crea terremotos en dónde había atardeceres soleados, así normal que la gente tenga miedo, no miedo, pena ajena, no sé.

¿Quién quiere relacionarse con alguien que planea su muerte a cada fin de mes? Normal que todos se vayan ¿no?.

Me tocó una vez escuchar que había gente que la pasaba peor que yo, pero es que el dolor como la belleza, es relativo y puede que mis huracanes sean pequeñas lluvias en otros mundos, aquí todo duele.

Una simple ausencia de palabras puede hacer que explote mi mente y divague en lágrimas y rencores.

Estoy divagando, yo sabía que hacer un escrito sobre esto no era buena idea porque soy más caótica que poética y esto terminará siendo un reclamo a cada pobre alma humana que se cruzó en mi vida, reclamo por no quedarse en ella, por irse. Ya ven, ya empecé.

Y sí, seguramente todo se resume en el miedo de ser abandonada por milésima vez, de escuchar al eco responder ‘estoy sola’, pero es que en mi universo todo duele diez veces más y estar sola supone a la mayor de las tragedias.

Seguramente podría mantener a mi terapeuta con las de sesiones que se llevaría al leer esto, por eso también lo dejo entre los pedazos caóticos.

Verán, mi universo tiene planetas visibles e invisibles. Los visibles son una realidad simulada donde todo va bien. Los invisibles es este mar de desgracias. Cómo decía, así normal que todos se alejen de mí.

No es una historia de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora