Capítulo 02 | Recuerdos de graduación

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Dieciséis años de edad

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Dieciséis años de edad.

Su carita estaba pálida, sus ojos eran agua triste.

Estaba junto a Richard, pero en cuanto vio a Dave llegar a aquel lúgubre sitio, corrió hasta él y se aferró a su cuello. David la rodeó, la abrazó con tanta fuerza que pensó que era extraño que no se rompiera, no podía evitarlo, solo quería sostenerla y arrullarla hasta que se calmara, quería borrar los centímetros afligidos de su rostro. Carlene sollozaba, inconsolable.

—Se fue, D. —Aspiró y se enroscó aún más a su alrededor—. Tita se ha ido.

Él cerró los párpados, sintiendo el dolor como suyo. Recordó a la anciana sonriente, quien había sido una de las personas más amorosas y cariñosas que alguna vez conoció. La mujer siempre los había recibido con una sonrisa que se extendía por todo el ancho de su rostro y, después de darles dos besos tronados en las mejillas, les cocinaba galletas con chispas de chocolate. En ocasiones la habían ayudado a plantar flores en su jardín y como premio los dejaba comer golosinas hasta tarde —a escondidas de sus padres—. Cuando había llovizna, salía con ambos a jugar debajo de la lluvia, cantando una canción infantil sobre gotas con sabor caramelo, juntos abrían las bocas para dejar entrar el agua proveniente de las nubes; Tita también había sido como una abuela para él. 

Acarició su suave cabello y la estrujó.

—Tranquila, cariño. —Repartió besos en su sien mientras sentía las gotas caer sobre su pecho, mojando su camisa nueva. No le importó, no le importaba siquiera si una bomba le explotaba en la pierna siempre que ella estuviera a su lado para vendarlo—. Tranquila.

—La voy a extrañar.

—Es un ángel, cielo, los ángeles siempre regresan a su lugar junto a Dios.

—No me dejes sola, Dave, te necesito.

El pecho se le infló cual globo, ella no solía soltar ese tipo de comentarios, lo cual significaba que de verdad lo necesitaba, de verdad lo quería ahí.

Después de enterarse de la noticia no había estado seguro de ir, todavía le afectaba ver a Carly con Richard. Ni en sueños imaginó que esta, al verlo, correría como si fuera un oasis en su desierto y se colgaría de su cuerpo sin dejar espacios entre ambos. No la dejaría, nunca lo haría.

La abuela Sweet murió de un infarto, había sufrido muchos con anterioridad, pero nunca uno tan grave.

La aferró más y percibió su aroma, a pesar del tiempo aún no entendía qué era lo que se rociaba en el cabello, siempre olía tan agradable; olía a su perdición.

Alguien se aclaró la garganta: Richard.

¡Joder, no! No estaba listo para soltarla.

—Ahora no, Rich, necesito a Dave. Él creció conmigo, me entiende en esto.

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora