Capítulo 17 | El umbral de la tempestad

226K 9.9K 2.1K
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


Llegó a recogerme muy temprano por la mañana, bajé corriendo las escaleras y, sin despedirme de mi madre que me miraba con molestia, salí y me interné en el vehículo.

Me incliné hacia él, me dio un beso largo que tuvimos que parar porque se nos estaba haciendo tarde. Aceleró, yo subí el volumen de la música y abrí la ventanilla.

No quería volver a clases, no deseaba enfrentar a las chicas presumidas ni a los profesores, lo único bueno era que podría ver a Lissa.

Aparcamos en el mismo lugar en el que solíamos hacerlo, descendimos del coche y colgué mi mochila como siempre, me despedí con una sonrisita e hice el amago de caminar hacia mi facultad, pero un cuerpo se plantó a velocidad luz frenándome y haciéndome tropezar. Él me sostuvo y sonrió de lado.

—¿A dónde crees que vas, luciérnaga? —cuestionó divertido, entrecerré los ojos sin comprender qué era tan gracioso. Con su dedo índice quitó la mochila de mi hombro y se la colgó como yo lo había hecho, alzó una ceja, esperando mis reclamos y que intentara arrebatarle mi bolso. Giré los ojos e inicié el trayecto, Dave se puso a mi lado, sentí su mano acunar la mía.

Lo miré de reojo, él sonreía con suficiencia, de verdad estaba orgulloso de estar conmigo. David estaba completamente feliz, así que hice lo mismo. Sonreí y alcé la cabeza, no me importaron los murmullos ni las palabras o las miradas de las chicas; me concentré en su mano y pude hacerlo.

Llegamos al edificio, pensé que me soltaría, pero no lo hizo. Vislumbré la cabellera rubia de Lissa, quien se encontraba mirándome con emoción desde nuestra banca. La palma libre de Dave envolvió mi cintura.

Entonces, sin que lo predijera, juntó su boca con la mía y mi suelo tembló. Automáticamente todo mi alrededor se perdió en alguna parte de la dimensión, me olvidé de la gente que nos observaba con asombro; y todo porque su lengua acarició la mía y sus manos se fundieron a mi piel por encima de mi ropa. Me besaba como si quisiera decirme: «a la mierda la gente si esto se siente así de bueno». Se sentía más que bueno.

Un gruñidito me hizo recordar en dónde estábamos, así que con una sonrisa lo alejé lo suficiente como para que reaccionara, se quejó al sentir la lejanía de nuestros labios.

—¿Qué haces? ¿No quieres besarme? —cuestionó con sorna a lo que mordí mi labio inferior. Me estaba provocando, y vaya que lo consiguió, quería cerrarle la boca y que dejara de decir tonterías.

Quité su mochila y la mía de su hombro, estas cayeron ocasionando un sonido en el suelo, me pegué a su cuerpo. David me recibió gustoso y apretó todo lo que pudo. Escuché de fondo una serie de gritos para animarlo, no recuerdo muy bien porque volví a temblar. Lo besé como él minutos atrás había hecho, una de sus manos estrujó mi cabello e hizo mi cabeza hacia atrás para profundizar aún más.

—¿Cómo he podido vivir sin tus besos todo este tiempo? —preguntó con timbre ronco después de detener el beso—. No podría vivir sin ti, luciérnaga.

Luz de luciérnaga © (WTC #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora