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Ecko

Julieta no paraba de hablar.  Entrecerre mis ojos y apoye mis mano en mi cara. 

— Me cansaste Julieta — bramé con furor — Ya suficiente abriste la boca.

La morocha clavó su mirada a mí sin entender. Se cruzó de brazos e hizo una expresión inentendible.

— ¿Ahora, que tenés? 

No le respondí. No tenía las suficientes ganas se hacerlo y tampoco tenía ganas de discutir,  ya que en cada conversación te tenemos lo hacemos. 

— ¿Luz está cómoda? 

Y la gota hizo que el vaso se rebalsara. 

— ¿Por qué no vas y le preguntas vos? — bufé

— Bueno che — se defendió  — Vos estuviste toda la noche con ella. 

Un gran suspiro se desprendió de mis labios y blanquee los ojos. 

Con tan sólo pensar lo que sucedió anoche,  quería ir y golpear a cualquier cosa que tenía en frente.  No habia podido dormir,  ni dejar de pensar y todo por alguien que ni siquiera debería estar pendiente.  Pero es inevitable.

— Estás muy distinto desde que... — se detuvo cuándo la miré a los ojos.  Sonrió y negó — Nada.

— Dale,  que estupidez ibas a decir. 

— Que estas distinto desde que conocimos a Luz.

Me quedé perplejo.  Julieta me conocía de pies a cabeza, mas que yo mismo y sabía que algo raro había.

Mi cabeza se movió de lado a lado. 

— Que mal estás — murmure con una risita.

— No — habló con seguridad — Él que está mal,  sos vos y por ella. 

Me puse de pie al instante que Cazzu dijo eso,  mis labios se fruncieron y reí. 

— Vos pensá y decí lo que te cante — pellizque su pera — No me interesa. 

ΠΠΠ

Me removi incómodo en la cama, aún seguía sin dormir y millones de cosas atravesaban mi mente. 

Escuché la lluvia entre suspiros,  acomodé mi cuerpo y abrí los ojos. 

En mi mente,  se cruzaban unos ojos verdes con largar y finas pestañas y una sonrisa que si la veías era imposible de olvidar.  Sí, me gustaba la chica.
El día que la tomé como rehén supe que iba a cambiar nuestras vidas, pero jamás imaginé de esta forma.  Sentía tanto arrepentimiento por haberla besado pero también tenía tantas ganas de hacerlo,  qué hasta estás le ganaron a la conciencia. 

Una luz blanca hizo que girase en la cama,  estiré mi mano y lo agarré.

Díez llamadas pérdidas de Julieta.  Está chica no podía hacer nada por sí sóla. La llamé enseguida. 

N-Nacho... — oí su voz temblorosa. 

— ¿Que mierda querés?

Por el otro lado de la línea se escucharon sollozos. 

— ¿Julieta?  — la llamé pero no obtuve respuesta — ¿Cazzu?  ¡Hey! 

cállense putas — esa voz varonil que tanto odiaba — Buenas noches, querido Ignacio.

Mis dientes crujieron al escucharlo, la respiración se aceleró y me contuve de no gritar. 

— ¿Cómo las encontraste? 

¡Por favor,  las tenías en el departamento de Dtoke!  — me irritaba de tan sólo oírlo — ¡Hasta la policia podía encontrarlas! pero ¿adivina quién las tiene ahora? 

— ¿Qué querés?  — pregunté con asco. 

Lo único que yo quería era encontrarlo y romperle el cuello. 

Ya sabes lo que quiero — añadió — Tenés que hacerlo mañana bien temprano,  no tememos tiempo. 

¿Por qué haces esto? 

Porque sos mi hijo — mi puño impactó contra la dura y fría pared — Y un hijo tiene que seguir los pasos de su padre. 

 

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CRIMINAL → EckoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora