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Feliks entró a su departamento con lágrimas en los ojos, tratando de controlar su respiración mientras que con sus manos temblorosas sacaba una taza de la alacena de su cocina, prepararía chocolate caliente y se sentaría a ver algún programa de animales o algo por el estilo.

En pleno ataque de nervios tiró la taza, regando trozos de cerámica por todos lados.

Se sentó en el piso y sintió como unos pedazos de taza lastimaban su piel pero no podía importarle menos, no podía empeorar las cosas, oh claro que no.

Se había expuesto y frente a una de las peores personas que conocía, era rara la sensación, no recordaba haberse sentido nunca tan vulnerable.

No recordaba el momento exacto en el que había empezado a llorar, pero daba igual, lo necesitaba; últimamente lloraba con demasiada frecuencia pues era la única forma en la que se podía desahogar sin molestar a nadie.

Todo eso era ahora una rutina, ver a Toris irse, llorar y fingir que todo estaba bien y que nadie estaba muriendo lentamente, consumido por su propio amor imposible.

Estaba tan sumido en su llanto que no se dio cuenta de que abrían la puerta.

Flower crownDonde viven las historias. Descúbrelo ahora