Capítulo 10

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 • Narrador •

Después de que el joven conde se marchará del dormitorio de Leo, se fue a su despacho con un leve sonrojo teñido en sus mejillas. Realmente no podía creer lo que acababa de hacer en el dormitorio de la chica hace algunos minutos. Estaba muy avergonzado y se recrimina por dicha conducta, no apta para un noble caballero como él. Sin más  alejó esos pensamientos con un movimiento de mano.
Como era de esperarse Leo no sintió ni el más leve tacto que le dio el chico. Una vez que duerme nada la despierta. Ni la más suave patada puede despertar a esta chica una vez que Morfeo la carga en brazos.

| En el comedor de los sirvientes. |

— No puedo creer que Lady Leo hiciera un milagro con la carne quemada. — comentó Bard mientras probaba la comida.

— Yaaaah, la comida esta super rica, tiene un sabor muy especial... — comentó feliz Finnian con estrellas y corazones en los ojos.  

 — Woah, ¡Lady Leo es asombrosa! — dijo después de probar un bocado. — ¡La salsa junto con la carne tiene un sabor estupendo! — dijo con un corazón en cada ojo y poniendo la mano en la mejilla mientras degusta la comida.

— Ho Ho Ho. — dijo Tanaka. 
— Tanaka-san tiene razón. — comentó Bard. (^_^') 

— Por cierto, ¿qué  no se supone que ya acabó nuestra hora de comida? — comenta Finnian. 

— Ahh, es cierto, bueno hay que esperar a que venga Sebastián para que nos diga que hacer. De mientras tomemos un descanso. — comentó Bard mientras tomaba un poco de té. 

A los segundo se escucha la puerta abrirse y de está entra Sebastian con un aura maligna. 

— Les dije claramente que no hicieran ruido, que no rompieran nada y que no molestaran a la señorita Leo. — comentó con voz terrorífica mientras los miraba despectivamente. 

— Lo sentimos mucho Sebastian-san. — dijeron al unísono mientras se postraban al suelo pidiendo clemencia. 

— Espero y no se vuelva a repetir. — comentó un poco más relajado. — Su castigo es no comer ni cenar en lo que resta del día de hoy. — comentó con voz espeluznante.

Los sirvientes no esperaron más y huyeron de la cocina antes de que a Sebastian se le ocurriera otra forma de castigarlos.

— No puedo creer que ellos sean unos completos inútiles en sus trabajos de la mansión. ¿Acaso son así de inútiles todos los humanos? — cuestionó más para sí mismo que para la nada.

Levantó todos los platos aún con comida en ellos y por segunda vez en su vida probó una comida que era hecha por alguien más y no por sí mismo. Y se asombró no por el sabor sino por los sentimientos por el cual fue hecho, con un toque de amor y otro de desesperación. Una agridulce combinación para el paladar de un ser demoníaco como él, pero un excelente festín para el paladar humano.

— Nada mal Lady Leo. — comentó mientras se lamía los labios.

La tarde paso y entró la noche.

— Lady Annie ya es hora de la cena. — dijo Sebastian después de tocar la puerta de la habitación.

— Voy en un momento. — comentó con rostro alegre. 

Sebastian solo asintió y se retiró de la habitación.

Se dirigió a la habitación de Leo. Ya en la puerta tocó varias veces y al no tener respuesta entró a la habitación.

En la cama de encontraba Leo durmiendo muy feliz abrazando una almohada mientras que en su cabeza estaba el polluelo durmiendo cómodamente entre los cabellos magenta de la chica. La escena era muy graciosa y tierna al mismo tiempo, tanto que Sebastian dudo en despertar a la chica. Pero sabía que si perdía más tiempo se atrasaría en atender a su amo y a sus invitadas. Así que con un pesar tan grande, que hasta, a él le sorprendió le quitó al polluelo y comenzó a despertarla.

— L-Lady Leonela, por favor despierte, es hora de cenar. — susurró con voz suave mientras movía despacio su hombro.

— N-No quiiierooo com-er e-sooo... Mamá~ — balbuceo mientras se giraba y hacía un puchero. 

— Despierte por favor. — comentó de nuevo.

— Mamá~ yaa s-sabess qu-e la carnee de-l puer-co meee hah-ce muy maal... — balbuceo de nuevo.

Sebastian ya colmado, la zarandeo mucho al grado de casi arrancarle los brazos. Pero ni así despertó.

— ¡Leo es hora de comer! — gritó su hermana entrando a la habitación sin tocar. Se acercó y vio a Sebastian intentando levantar a su hermana. — Ni te esfuerces, ella no se despertara aunque le lances agua hirviendo al rostro. Observa como lo hacen los profesionales. — dijo con autoridad mientras Sebastian soltaba a la chica. — Leo... Es hora de comer... Despierta ya pequeña enana... — susurró a su oreja mientras Leo fruncía el ceño. 
— Tú... Maldita... ¿A QUIÉN LE LLAMAS ENANA TANTO QUE LA PUEDES PISAR? — gruñó despertando de un salto mostrando fuego en sus ojos.

— Emmm... Leo-neechan nadie dijo algo como eso. Así que tranquilízate. — dice Annie alzando las manos en ademán de tranquilizar a su explosiva hermana.

— Grrr... ¿Dijiste qué ya es hora de comer? — preguntó más tranquila.

— Si, ahora baja de la cama, pequeña Godzilla. — comentó Annie.

— Hai, hai.— recito en respuesta bajando de la cama. Se estiró pero al hacerlo sintió un dolor profundo en los brazos. — Auch. Creo que me caí de la cama. — comentó sobándose los brazos.

Annie vio disimuladamente a Sebastian el cual se sonrojó en pena al saber que él fue el causante de dicho malestar en la jovencita.
Llegaron al comedor y cenaron.
La comida consistía en empanadas de carne con verduras, pie de manzana y el indispensable té negro.
Fue la cena más silenciosa que las chicas habían tenido. Pero la culpa era de que Leo tenía una cara de pocos amigos.
Y al parecer eso causó la incomodidad en la hora de la cena.
Cuando acabaron de cenar se retiraron a sus habitaciones. 
Mientras iban por las escaleras Annie no aguanto más el mal genio de su hermana.

— ¿Podrías dejar de hacer tu cara de mala leche? ¿Por qué estás tan irritada?— dijo molesta.

— ¿Mala leche? No es eso, es solo que sentí algo... Algo que me erizó la piel. — dijo sin cambiar su expresión.

— ¿Cómo? ¿De qué tipo de presencia? — preguntó Annie preocupada.

— ¿Te acuerdas del general Angcroft, y su incomparable aura maligna? — respondió. A lo que su hermana asintió. — Pues sentí una mil veces más terrible en la hora de la cena. — aseguró.

— ¡No lo puedo creer! — comentó asombrada. — El general Angcroft era una blasfemia de ser vivo, ya que a él no se le puede considerar humano. Me atrevo a decir que su nivel de crueldad va de antemano con el de Hitler. — dijo razonando. — ¿Cómo puede existir otro ser más malévolo que Hitler? — preguntó con ironía.

— Tienes razón... Por ahora hay que mantenernos alerta mientras estemos en esta época. No por algo es la época oscura. — dijo en susurros a lo que Annie asintió.

— Cambiando de tema, mañana empezará nuestra cooperación en la investigación de ambos condes. Así que duerme bien y descansa que mañana será un día pesado. Oyasuminasai onee-chan. — se despidió Annie de su hermana.

— Hai... Oyasumi. — contestó Leo para irse a su habitación.

| A la mañana siguiente. |

— Lady, ¿Puede levantarse ya? — dijo suavemente en el oído de Leo.

— Grrr... Lárgate... — dijo como respuesta.

Sebastian suspiró y se acercó de nuevo a la chica.

— Leo, despierta pequeña mierda. — dijo usando la voz de Annie.

Ella despertó dándole un puñetazo al rostro a Sebastian. Él lo esquivo y tomó la muñeca de la chica. Eso la hizo molestar y le lanzó una patada que está vez Sebastian no vio venir.

— ¿A quién le dijiste pequeña mierda tanto que la puedes pisar? — dijo con voz ronca y un aura negra emanando de ella.

— No, se equivoca Lady Leo, en ningún momento dije algo como eso. Que bueno que ya se levantó, es hora de ir a desayunar. - dijo con una sonrisa fingida, recuperándose de la patada en el rostro que ella le dio.

- Sebastian ¿Qué haces en mi habitación? - le pregunto ya despierta.

El mayor solo se quedó confuso por el repentino cambio de humor de la chica y solo suspiró profundamente como ademan de no entender a aquella humana.

- Lady... El desayuno ya está servido... Por favor bajé a degustarlo. - dijo mientras esperaba a que ella bajará.

- Hai... Ya voy... ¿Por qué sigues aquí? - manifestó mientras se frotaba con un puño el párpado.

- Me temo que no me iré a menos que usted bajé a desayunar. - anunció mientras se ponía en la entrada de la habitación.

- Sebastian me ofendes... Yo no planeaba seguir durmiendo. Menos cuando mi estómago reclama comida. - comenta mientras va al baño. - Enserio... No me estés perturbando más de lo normal. O ¿Acaso no puedo ir al baño hacer pipí? Dime para qué me evite la fatiga de ir hasta allá y mejor me hago aquí. - declaró con burla retando con la mirada al mayor, a lo que él solo dio otro suspiro.
- Tiene razón Lady... Perdón por hacerla sentir incómoda... Me retiro. - respondió con una reverencia antes de irse.
- Realmente no entendí está situación... Pero en fin... Ya no creo llegar... ¡Me meo coño! - reclamo corriendo a hincadas al baño.

Pasaron 10 minutos y Leo bajo hasta llegar al comedor donde los chicos la esperaban para comer.

- ¿Nani? ¿Por qué no han empezado a comer? - dijo sorprendida.
- Te estábamos esperando. - respondió Ciel.
- ¿Owww enserio? ¡Qué lindos! Pero no lo hagan ya que es una pérdida de tiempo y yo no lo haré. - respondió con sorna.
- Te lo dije Cielito... Ella es así. - dijo comenzando a comer.
- Tks... - dijo mirando a Leo con enojo.
- Wow... quieto, enserio agradezco que te hayas tomado ese pequeño detalle... Pero no lo encuentro necesario. Lamento si sonó mal como lo dije en ese instante pero sonó mejor en mi mente. Así que todo perdonado, ahora a comer se ha dicho! - dijo alzando el tenedor con una mano.

Ciel solo suspiró en derrota, ya que al parecer no es fácil comprender aquella chica pelirroja.
Cuando acabaron de desayunar Ciel llamó la atención de las chicas.

- Necesito que hoy vayamos a investigar al centro de la ciudad. - dicto para después tomar un trago de su té mañanero.
- Pero... - Annie estaba a punto de defender a Leo pero la interrumpió Ciel.
- Sé que Leonela está herida, pero es necesario que vayan ambas. - dijo serio a lo que ellas solo asistieron.
- ¡Bien! Entonces iré a alistarme. - dijo después de agradecer la comida y salir del lugar.
- Insisto, Leo debe de guardar reposo. - aseguro Annie mientras hacia un puchero.
- Te entiendo pero es necesario que ambas conozcan a mi contacto para que ustedes sepan a quien acudir cuando yo no me encuentre presente. - contestó Ciel terminando su té.
Ambos se retiraron para alistarse para el viaje.
20 minutos después todos ya se encontraban dentro del carruaje.

See you 😽

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⏰ Última actualización: Mar 18, 2018 ⏰

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