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Marzo, 1968. Rishikes, India.

Conocía a John desde hacía poco más de diez años. Habían visto como pasaban de ser un par de niños huérfanos y solitarios a hombres hechos y derechos. Naturalmente, con tanto tiempo que pasaban juntos, tenían conflictos A veces pasaban días sin hablarse. Sin embargo, siempre lograban resolver lo que sea que los tuviera peleando.

Con excepción de un tema. Uno que había empezado como una pequeña e inofensiva flama y que ahora los estaba consumiendo a ambos, volviéndolos cenizas. Y aunque renacieran, las cosas entre ambos jamás serian iguales después de aquello

"¿Por qué no admites que eres bisexual y ya, Paul? No tiene nada de malo"

Llevaban ya poco más de un mes en la India. Habían ido a ver al Maharishi. Y estaban totalmente limpios. Nada de alcohol, LSD o marihuana. Ni siquiera cigarrillos normales. Eso y las sesiones de meditación habían hecho nacer en ambos bastantes ideas interesantes. No sólo hablando de música. Algunas de las ideas de John involucraban bastante a Paul. Tenía planes para el futuro de ambos.

Sentado sobre su cama, Paul jugaba con su guitarra y una melodía dulce, que llevaba varios días en su cabeza, cuando John entró en su habitación. Llevaba un ramo de rosas con él. Doce rosas. Traviesamente se acercó hasta Paul y le acomodó una rosa en la oreja. Lo abrazó por detrás. Paul dejó la guitarra y se fundió en los brazos de su amante. Estaba bastante acostumbrado a esa posición y le resultaba bastante cómoda. Las rosas cayeron cerca de ellos.

No habían tenido demasiado tiempo a solas desde que habían llegado. Tanto que ya extrañaban al otro. Y era que, durante el año pasado, como grupo y como pareja, al fin habían conseguido libertad y un poco de privacidad.

Paul y John prácticamente vivían juntos. Pasaban las tardes tocando en el jardín, iban al estudio en un mismo coche, compartían la ropa y sacaban a pasear a Martha (Una perrita que Paul había adoptado recientemente). A veces seguían encontrándose con algún fan loco que les tomaba fotos sin que ellos lo notaran, más no era nada grave. Su secreto seguía a salvo.

Sin embargo, necesitaban hablar de ello y allí en la privacidad de esa habitación parecía el momento y ambiente justo.

Entre pequeños y dulces besos y demás, empezó a surgir el tema que se mantenía siempre en la mente de John.

—Paulie... ya no somos niños. ¿Por qué no dejamos de fingir y le gritamos al mundo que nos amamos?

Paul se tensó en el abrazo. Intentó que el temor no se le notara en la voz.

—Ya lo hemos hablado, John. Hay demasiados riesgos. Incluso podrían....

— ¿Llevarnos a la cárcel? Esa ley dejó de ser válida hace un año.

Se quedó callado. Incluso empezó a temblar un poco. Con lo maravilloso que había sido todo el año pasado, se había olvidado de ese detalle. John estaba cansado de lo mismo. Se enojó

— ¿Y cuál es tu puta excusa ahora, Paul? —John prácticamente lo aventó y se paró de la cama.

No contestó y tampoco pudo mirar a John a los ojos. Volvió a sentarse. Por su mente pasaron algunas de las posibles respuestas que tenía. Llevaba años pensando en ellas y valorando los riesgos que correrían si alguien se llegaba a enterar de su relación.

"Todo nuestro trabajo de años se irá al carajo"

"A la gente le va a importar. Y mucho. Nuestras carreras quedarán arruinadas"

"Arrastraríamos a George y Ringo con nosotros. Ellos no se merecen esta mierda"

"Nos destruirán, John"

"Tú eres fuerte y lo resistirás; pero yo no."

"Porque lo que siento por ti es demasiado grande y eso me aterra"

"Porque... Tengo miedo a que te aparten de mi lado, Johnny"

"Porque, en general, me muero de miedo. Soy un cobarde"

John pareció molestarse aún más con su silencio. Escupió una pregunta.

¿Sientes algo por mí, o sólo soy alguien con quien te gusta jugar cuando estas drogado o ebrio? ¿Significo algo o simplemente te gusta follar conmigo?

Fue un golpe bajo. Aquellas palabras se habían sentido como una daga en su pecho. ¿De verdad John estaba tan cegado por su enojo? Paul levantó la vista.

—John... eres mucho más que eso. Eres la persona más importante de mi vida. Tú empezaste todo. Yo...

Pero las dos palabras restantes no salieron de su boca. Fue como si se le hubieran roto las cuerdas vocales. Pensó que era verdad y se sintió aún más aterrado. Las repitió en su mente... sin resultado alguno. I love you, Je t'aime, Ti amo, Te amo... Podía pensarlas, las sentía y eran suyas. Más de sus labios no pasaban. Paul rompió a llorar de tanta frustración y dolor.

John, quien también estaba destrozado, tomo este acto como una respuesta llena de culpa por parte de otro. Era incapaz de ver lo aterrado que Paul estaba. Le resultaba incomprensible. No queriendo llorar frente a él, se dispuso a salir de la habitación. Paul, sintiendo que si lo dejaba salir jamás volvería a verlo, se abalanzó hacia él y rodeó fuertemente su cintura. No podía dejarlo marchar así.

El mayor se permitió disfrutar del contacto unos segundos, luego se apartó. Paul, sin embargo, fue insistente. Por más que John intentara soltarse, él volvía a abrazarlo. Entre forcejeos, terminaron cayendo sobre la cama, luchando cada uno por obtener el control. En el proceso, destruyeron las flores que aún estaban sobre ella. En un segundo de distracción, John logró someterlo.

Se quedaron quietos. Los ojos de ambos apenas podían contener el llanto.

—Ya no quiero sostener más tu mano. —Dijo John. Y soltó a Paul. Se acomodó la ropa y salió sin mirar atrás.

Paul se quedó allí tirado sobre la cama. Las lágrimas empezaron a brotar lentamente. Él casi ni lo notó. Tampoco notó cuando el agotamiento lo hizo quedarse dormido. Despertó varias horas después, cuando el sol ya estaba alto en el cielo. Como un autómata, se dispuso a recoger su equipaje. Luego se tomó su tiempo para alistarse el mismo. De alguna manera, la rosa de su oreja se había mantenido en su lugar. Se la quitó y simplemente la arrojó al suelo. Fingió la mejor de sus sonrisas.

Una vez reunidas todas sus pertenencias, salió a buscar una forma de largarse de allí. Ya después encontraría una excusa decente. Nada había pasado la noche anterior.

En la habitación –ahora vacía- habían quedado los pétalos destrozados y las sábanas revueltas. Y en el suelo, una única rosa, entera y solitaria, que pronto habría de marchitarse.

From me to youDonde viven las historias. Descúbrelo ahora