Tras salir de la casa de la excondesa el carruaje real volvió al Palacio sin hacer ninguna escala, en el interior del mismo se encontraban tres personas.
El rey miraba al joven rubio con atención aunque sin ninguna expresión en especial. Maximilliam estaba sentado junto a Desya con una que pretendía ser preocupada pero estaba cargada de autosuficiencia y alegría. Y ajeno a aquellos dos estaba Desya. Sentado en una esquina del carruaje tenía la cabeza gacha, centrada en sus manos entrelazadas con una expresión derrotada.
No estaba digiriendo el asunto de ser el consorte real aun, ni siquiera había comenzado a pensar en su situación actual en aquel carruaje o en las palabras del rey. En su mente, solo tenía la traición y el abandono de su familia, incluso la preocupación por sus sirvientes había quedado relegada por el sentimiento de absoluta soledad y despojo.
En esos momentos Desya sentía que no tenía nada que pudiese llamar suyo, se sintió sin remedio como un perro callejero que intenta ser dócil por comida pero termina siendo echado a la calle. Había una desesperación ahogándose en su garganta, robándole el aire, manteniéndolo en el limbo entre la quietud y el llanto descontrolado.
Desya no dijo nada, no se movió, ni siquiera le dedicó una mirada a sus acompañantes. El solitario muchacho usó toda su entereza para no derrumbarse frente a aquellos que no consideraba amigos.
Horas más tarde habían llevado a Desya a la que sería su habitación hasta el día de la boda, estaba sentando en la cama con los ojos vacíos, el corazón y el alma destrozados... su familia... su hermana... su madre... el conocía perfectamente su ambición, pero jamás creyó que llegarían a tal extremo, la puerta se abrió y miró hacia ella viendo a Maximilian entrar con aquel porte elegante y aquella arrogancia característica de él.
— ¿Qué haces aquí? –miró sin ánimos al que acababa de entrar, lo que menos necesitaba en ese momento era ver a ese sujeto.
—Vengo a decirte que la boda será mañana—anunció sin ningún problema mientras caminaba hacia su premio.
Desya siguió aquella figura arrogante caminar hacia él y dibujo una sonrisa cínica en su precioso rostro.
—Te mueres por tener tu título de propiedad ¿verdad?— Se burló, aunque más de sí mismo por estar en aquella situación que de la arrogancia del otro. Derrotado bajó la mirada, Desya estaba sufriendo un duelo, aun no tenía la entereza ni la energía para enfrentarse a Maximilian, éste se sentó a su lado.
—Sí-,aceptó y no tuvo el menor reparo en hacerlo- Muero por ver el papel que me certifique como tu dueño legal—le aclaró y Desya le giró el rostro.
—Eres despreciable...— su dignidad se había ido por los suelos en una sola tarde, su familia lo había abandonado y ahora estaba por convertirse en el juguetito del hombre que lo había tenido suspirando como un idiota los últimos meses, el que había jugado fácilmente con él en la palma de su mano. Desya no tenía poder sobre su propia vida en esos momentos... sintió como la mano de Maximilian se posaba en su barbilla, aquella mano lo hizo girar a verlo, pero él se negó mirando a otro lado a pesar de no poner resistencia contra la mano en su barbilla. Desya se perdió por completo aquellos ojos azules clavándose en él con calidez.
—Voy a tratarte bien...—la voz del príncipe intentaba sonar consoladora pero a Desya le pareció una frase humillante.
—Eso es nuevo, desde luego conseguí un buen trato aquí- se mofó de sí mismo. Había tomado el camino equivocado desde el principio. Para un par de mujeres que no lo amaban y un legado que no valía la pena el había entrado en las fauces de aquel lobo. Había arruinado su vida y ahora solo estaba en espera a ser una huella más en la cama de aquel hombre, del hombre con el que había soñado tantas noches, saber que su corazón había sido tomado tan fácilmente por alguien que no sentía lo mismo dolía, pero saber que pertenecía a ese hombre lo humillaba aún mas.
-Te ofrecí ser mi sirviente de cama antes y te ofendiste, ahora te ofrezco matrimonio y aún estás molesto, ¿qué es lo que quieres? Solo dilo- las palabras fueron frías y Desya solo se hundió más en su tristeza. Él solo desearía no sentirse tan malditamente solo... no sentirse tan poca cosa.
-Agradezco la bondad de su alteza- murmuró ya sin el tono agresivo y Maximilian lo interpretó como arrepentimiento y le abrazó por la cintura besando su cuello.
-Estás agobiado por todo lo que paso, pero no tienes que preocuparte por nada más en el futuro, eres un conde, el hijo del amigo de mi padre. Mañana antes de la boda, mi padre te coronará duque, por lo que la boda no tendrá ningún problema- naturalmente para casarse con un príncipe el requisito mínimo sería el titulo de duque. El país era un país poderoso, casarse como primer consorte con un hombre y además uno de su propia gente no parecía inteligente a nivel político. Pero para complacer a su hijo mayor el rey había hecho este sacrificio, la gente podía ver cuán grande era el amor de este rey por su hijo. Pocos sabían de los viejos sentimientos en el corazón del rey que habían facilitado esta decisión.
Desya tan deprimido como estaba no luchó contra el abrazo y dócilmente se entregó al poco calor que éste le brindaba. Era lo más cercano al consuelo que recibiría por lo que su herido corazón simplemente se refugió en aquella tenue sensación de cariño. En medio del desierto un litro de agua podía ser considerado como una gran fortuna, en su situación actual, aquel abrazo significó para Desya su único y preciado refugio.
Fin de la primera parte
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The Cinderella Boy's Escape
RomanceEl padre de Desya abandonó a su madre, a él y a su hermana hace años, ahora el dinero se está acabando y su familia no quiere dejar su estilo de vida cara. Así es como Desya es obligado a robar por orden de su madre. Él no quiere perjudicar a la ge...