22. Manjar de dioses

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Narra Aitana

Abrí uno de los cajones de su armario y allí encontré una pila de camisetas básicas. Cogí una celeste, recordaba habérsela visto puesta en varias ocasiones. Me acerqué la camiseta y la olí, su olor me transportaba a un remolino de recuerdos felices vividos en la academia. Decidí dejar a un lado la nostalgia y ponerme en marcha. Me desnudé y me puse su camiseta, me llegaba hasta las rodillas.

Me encontraba sola en su cuarto y la tentación de curiosear en sus cosas era superior a mí. Después de contemplar el desastre en la maleta que utiliza como armario en la academia, pensé que su habitación sería una fiel representación de un lugar sometido a la fuerza del "Katrina". Nada más lejos de la realidad, la habitación estaba pulcramente ordenada. La única nota discordante era un papel arrugado encima de su escritorio. Fui poseída por mi vieja del visillo interna y me lancé hacia ese pedazo de información. Era un trozo de una nueva canción, la letra me parecía desgarradora. Escuché un ruido y solté rápidamente el papel, no quería que Luis se enfadara por cotillearle sus cosas sin permiso.

Salí de su habitación y lo encontré en la cocina. Estaba de espaldas a la puerta mirando el microondas, ese era el ruido que había escuchado. Sentí el impulso de saltar y engancharme en su espalda pero antes de poder hacerlo él se giró.

Se quedó callado observándome de arriba abajo, había algo en su forma de mirarme que hacía que se me elevara la temperatura. Se me nublaron los pensamientos y sólo quería poner a prueba la resistencia de la encimera de su cocina. Entonces el microondas terminó su labor y dio el aviso sonoramente. Ese ruido nos despertó a ambos del trance en el que estábamos.

-Te he calentado un trozo de tortilla de patatas.-Me dijo. Abrió el microondas y lo sacó. Me pasó el plato y fue a buscar un tenedor. Nos fuimos al salón y nos sentamos uno frente al otro, tenía una mesita baja que me permitía comer sentada en el suelo. El sofá había quedado descartado debido a que ambos preferíamos mantener nuestro culo seco. Estaba hambrienta y empecé a comer rápidamente. La tortilla era una delicia.

-¿De dónde es la tortilla?-Le pregunté.

-¿No te acuerdas?, en la academia ya publicité que mi plato estrella era la tortilla de patatas.-Me dijo. Siempre había creído que se estaba tirando un farol cuando se vanagloriaba de sus dotes culinarias. Ahora empezaba a creer que en realidad había sido humilde, esta tortilla era un manjar de dioses.

-Está buena, pero no te emociones que no es para tanto.-Le dije intentando picarle.

-Pues aunque digas que no es para tanto, la estás devorando.-Me dijo jocoso.

-Es sólo que estaba al borde de la inanición.-Le dije exagerando.

-Deja de comer, que vas a tener pesadillas.-Me dijo. Lo que él no sabía era que esa era mi verdadera intención. Prefería tener pesadillas a arriesgarme a tener otro de mis sueños con él, teniendo en cuenta que narraba el contenido del sueño a viva voz mientras dormía. 

Soñando ContigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora