Assassin's love

Part 8

Melanie, tumbada en la cama, no hacía más que pensar. Intentaba recordar quien podría querer algo así de ella. Pero nada. No tenía nada, ni conocía a nadie.

Johnny, a su lado la miraba. Quería ayudarla, pero no sabía cómo. Sentía que se le iba a partir el corazón. La buena de Irina, que tanto les quería y les ayudaba, estaba ahí fuera sufriendo. A saber qué le estarían haciendo. Y a parte de eso, podía ver el dolor en los ojos de Melanie. Ella quería a Irina más que nada en el mundo, habría dado su vida por ella. Y aunque pareciese increíble, sabía lo que sentía. Pese a su apariencia de chico malo, su carácter arisco y todo lo que él era, mucho tiempo atrás había sentido el mismo amor por alguien  que el que Melanie sentía por Irina. No quería contárselo a nadie, pero a lo mejor ayudaba a Melanie a soportar el dolor. ¿Qué hacer? No se sentía preparado para contarlo, pero tampoco podía soportar verla sufrir.

-Oye, Melanie...-comenzó. Al instante cambió de opinión.

-¿Si?- Melanie tenía la mirada perdida y, por una vez, parecía vulnerable.

-Nada, que... Nada.

-Dime, Johnny. Por favor.

-Nada, tan sólo quería contarte algo para entretenerte, pero ahora que lo pienso, tal vez no es buena idea. No es una historia muy feliz.

-Más adelante,entonces.

-Si.

Y se volvieron a quedar en silencio. Pero para Johnny era tarde, el cajón de los recuerdos se había abierto.

                                                                               ****

En una antigua casa en medio del bosque, dos muchachos corrían alegremente. Saltaban, brincaban por los alrededores de la imponente estructura. Un joven Johnny de unos doce años, y su amigo. Reían. Reían sin parar, como sólo dos inocentes criaturas pueden hacerlo.

Una voz cantarina les llamó.<<Niños, entrad en casa>>. La madre de su amigo. Una mujer joven, con un cabello rubio que caía en cascada por su espalda. Tenía unas facciones suaves y dulces que hacía que todos confiasen en ella. Johnny estaba a gusto en aquella casa, sentía todo el amor que le había faltado. Merendaron charlando alegremente, y cuando terminaron, volvieron a salir.

El bosque que rodeaba la casa era de una belleza extraordinaria. Altos árboles de hojas ocres crecían hasta casi tocar el cielo, y muchas veces ambos niños se habían preguntado cómo sería el subir hasta ahí arriba. Cuando se alejaron lo suficiente de la casa, se cogieron de las manos y siguieron andando, esta vez mostrando el verdadero sentimiento que sentían el uno por el otro. Cuando consideraron que ya estaban lo suficientemente lejos de todo, se sentaron bajo uno de los grandes árboles, abrazados.

-Me enfada que no podamos mostrar nuestro amor al mundo.-dijo Johhny.

-Siempre lo mismo. Es peligroso. Nos juzgarían, nos repudiarían.

-No lo entiendo.

-Nunca lo harás.-le besó. Le besó con el más puro sentimiento de amor. Con ese que sólo las personas que no conocen todo lo malo del mundo y de la vida pueden sentir. Con ese amor que sienten las personas que no han sido corrompidas aún por la sociedad. Y a pesar de lo que ellos sabían, que si alguien les veía sentiría asco, para Johnny sería lo más bello y puro que podría haber.

-Tan solo quiero que podamos ir cogidos de la mano siempre, y no sólo en el bosque. Quiero que todo el mundo sepa que te quiero. Y no, no entiendo porqué nuestro amor no vale lo mismo que el de los demás. No entiendo porqué nos tenemos que esconder y el resto no.

El chico se encogió de hombros. A la luz del sol, Johhny contempló el rostro por el que sentía amor. Sus ojos color avellana relucían con el sol, y su cabello rubio como el de su madre parecía oro. Su cara de felicidad y dulzura hacía que todo su dolor desapareciese. No quería que se fuese nunca.

Y, de repente, un golpe. Sintió que le abría la cabeza, y lo último que pudo ver fue el rostro de miedo del amor de su vida, arrebatado por una sombra negra.