Capitulo 1: Cascada de oro

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Un grito de terror escapó de su garganta cuando en su intento de cerrar la puerta fue empujada con fuerza, sintió el escozor en su costado izquierdo, al parecer había golpeado algo al caer, pero no identificó con que ya que su primer instinto fue levantarse del suelo y correr.

El pequeño apartamento en el que había vivido durante un año y medio, casi dos años, por primera vez le había parecido demasiado pequeño. Los únicos cuartos en los que podía esconderse en aquel lugar eran el baño y su habitación, lastimosamente el baño estaba muy cerca del aterrador hombre, por lo que sin tener más opciones corrió hacia su habitación.

Por primera vez agradeció que Hyo la obligará a trotar con él los fines de semana por la mañana para mantenerse en buena condición física, aunque este lo hacia mas para ayudarla a desestresarse por el trabajo, sus intentos de aplicar a la universidad y olvidar por un rato los malos momentos desde que había demandado a su padre. 

Cerró la puerta y puso el seguro justo cuando ya escuchaba los pesados y furiosos pasos que se dirigían hacia ella.

Pero no alcanzó a alejarse cuando sintió como algo empezaba a golpear con ira y fuerza, gritó mientras daba unos pasos atrás. No sabía que retumbaba más, si la puerta o el corazón en su pecho.

El terror no la dejaba pensar con claridad, en sus oídos retumbaban los gritos desvariados del hombre que estaba a las puertas de su habitación, casi podía oler el alcohol que destilaba en cada poro aun a pesar de estar divididos por una puerta, su cuerpo temblaba ante cada amenaza que él soltaba.

Él realmente la iba a matar.

Algo vibró en su bolsillo trasero, finalmente dándole unos segundos de claridad.

Cuando miro el nombre de Hyo en la pantalla casi se lanzó a llorar.

—Hola pequeña, ya estoy saliendo de la oficina, quizás me demore un poco ya que el tráfico está —Lo interrumpió.

—¡Él está aquí! —gritó desconsolada, en ese punto las lágrimas ya salían de sus ojos.

—¡¿Cómo mierda está allí?! —Ni siquiera tuvo que preguntar quién era, ambos conocían perfectamente a la persona que la había atormentado por años.

La puerta seguía retumbando, la azabache se acurruco contra una esquina mirando fijamente la puerta.

—No se como me encontró... —Por unos segundos se quedó sin palabras cuando esta vez escuchó como la madera crujía ante otro golpe— ¡Va tumbar la puerta! ¡Hyo!

—Mierda, mierda —Lo escucho al otro lado de la línea, sus manos temblaban mientras sostenía con fuerza el celular— Cariño, ya estoy llegando, pero debo de llamar a la policía y para eso debo colgar.

—¡No me dejes! —suplico con la voz entrecortada.

—Paulina, solo será un segundo, te volveré a llamar apenas termine —La voz de Hyo era suave, quizás en un intento de calmarla—. Por favor, será un segundo cariño.

La chica sollozó con fuerza, no quería colgar, no quería quedarse sola acurrucada en esa esquina con la amenaza de que ese hombre entrara en cualquier momento.

Pero era solo un segundo.

—Un segundo —susurró y colgó ella misma la llamada.

Apretó su celular entre sus manos, esperando impacientemente la llamada prometida.

Sollozos escapaban de sus labios, encogida en su rincón, deseando desaparecer en ese instante. Millones de pensamientos y escenarios pasaron por su cabeza, recuerdos de las tantas veces que se había tenido que esconder en su vieja habitación o en la casa de su vecina para escapar de las palizas de su padre. Ahora tan solo le quedaba contar cada segundo hasta volver a escuchar a Hyo.

La Esperanza FaltanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora