Voices.

| Capítulo 1 |

     Era un día cualquiera, en una pastelería cualquiera. Bueno, no tan cualquiera. Se trataba de la mejor pastelería de toda la ciudad, claro está, con los mejores pasteles. Gente de todos lugares. De diferentes gustos. Gente que siempre salía con una sonrisa, pues el servicio era excelente, a pesar de tener pocos empleados

 -Bienvenidos, ¿que tipo de pastel desean?- Skippy a simple vista era una persona seria. La mayor parte del tiempo se la pasaba en su oficina y no frente a la caja registradora. No era mucho de entablar conversaciones largas con los clientes, pero unas simples palabras y un trato amable, hacían que las personas salieran con una gran sonrisa.

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     Aventó sus cosas a el sofá y se echó en la cama. 

     Recordó que hoy era el cumpleaños de su padre, pero se negó a llamarlo, tenía mucho tiempo que no hablaba con él, no recordaba cuando fue la última vez que le habló, pues desde muy joven dejó su hogar, no por estudios, sino porque lo habían corrido.

     Su padre nunca creyó que llegaría a ser alguien en la vida, con su familia siempre pensó que seria un bueno para nada, un inútil, a pesar de darle una buena educación, en todos los lugares donde vivían, ¿un simple chef?, eso era decepcionante para toda su familia. Una familia de empresarios y doctores, todos creían que Skippy no triunfaría, pero, lo hizo, les cerró la boca a todos.

     El sabía que ser pastelero era su sueño, siempre lo tuvo claro, y lo mantuvo.

     ¿Acaso su padre lo odiaba? Tal vez, pero eso no le importaba, dejó de importarle hacía mucho tiempo.

     Quiso dejar a un lado sus pensamientos, tuvo un día algo ajetreado y necesitaba algo con que aclarar su mente. Decidió salir a dar un pequeño paseo por un parque cerca de su departamento.

     Bajó las escaleras hasta llegar a la puerta del edificio, se detuvo un momento cuando un pequeño niño lo reconoció diciendo que sus pasteles eran lo mejor, dedicándole una sonrisa, a lo que Skippy correspondió.

     Mentiría si dijera que eso le desagradaba, al contrario, le parecía algo reconfortante que las personas admiraran su trabajo.

     Se sentó en una banca un poco mas alejada de las demás, quería relajarse, dejarse llevar por la cálida brisa que se envolvía en su cuerpo. Pero no duró mucho, ya que vio algo que captó su atención.

     A lo lejos, visualizo a una pequeña niña con un vestido azul, se veía tan feliz, tan hermosa, con ojos encantadores, cabello rizado, tomada de la mano de lo que parecía ser su madre. Sentía que la conocía de algún lugar, sus facciones, sus gestos, quien sabe, tal vez era una de las muchas personas que visitaban su pastelería.

     Estaba por irse cuando vio la cara de la mujer. No pudo hacer ni decir nada, se quedó totalmente estático, casi temblando.

     Oh no, no puede ser ella, esa mujer.

     Esa maldita mujer...