En busca de ayuda.

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Sus manos sudaban; iba a ser la primera vez que hablaba de amor con alguien, ¿cómo no estar nervioso cuando hablas sobre la persona que hace que tu corazón tiemble como suelo pisado por una carroza tirada por caballos de fuego?
    Se sentó a la mesa, donde Héctor estaba componiendo una canción, tomó una gran bocanada de aire y sólo lo soltó.

—Papá Héctor… —comenzó el pequeño.

—Dime, chamaco —dijo sin dejar de ver la guitarra.

—¿Cómo enamoraste a mamá Imelda…? —comenzó a jugar con sus manos.

    Volteó a ver a el menor, juntando las cejas para después sonreír.

—¿Por qué? —lo vio pícaro—, ¿te gusta alguien? —bromeó.

    Y la cara de Miguel se volvió roja.

—T-tal vez…

    Héctor logró verlo; esos ojos brillozos que gritan la veo y me siento en el cielo, así que hizo a un lado la guitarra y el cuaderno.

—Mira, mijo, la historia de cómo fue puede esperar, pero del cómo lo hice te puedo enseñar —le sonrió—, ¿sale?

    Miguel sonrió y se paró de la silla para ir a abrazar a Héctor, quien correspondió.

—Bueno, ya —se separó y vio a el pequeño a los ojos—, ¿quién es la niña que te gusta?

    Niña. No era niña, era un chico llamado Hiro Hamada.

Del cómo enamorarlo » hiroguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora