Invitalo a salir.

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Héctor miraba al pequeñín dudando de si debía o no responder quién le atraía.


—¿Y bien? —el mayor ladeó la cabeza un poco sin quitarle la vista a Miguel—, dime quién es la que te gusta, chamaco.

    No sería tan malo, ¿cierto?, sólo le gustaba un chico pero era amor y el amor tiene muchos colores. A parte, sus amigos tenían primos gays y lesbianas, era normal, ¿no?

—En el café nuevo de la esquina… hay un chico; el sobrino de la dueña, él… él me atrae… —susurró.

    Silencio. El niño no podía ver a el adulto y los ojos del adulto bailaban sobre el niño.

—¡¿El chinito?! —lo vio extrañado.

—Ese mero…

—¿Y no quieres a un mexicano así bien mamey? —cuestionó—, ese chino está bien flaquito.

—¡Héctor! —se sonrojó—, no digas eso.

—Su hermano está bien buenote, ¿a poco no?

—¡Papá Héctor!, hablo en serio, él me gusta y no sé si eso está…

    Él moreno menor volvió a agachar la mirada.

—Está bien —soltó Héctor—, mijo, no soy nadie pa' decirte qué está bien o mal—lo tomó del hombro—.

—¿No me echarás de casa por eso?

—¡No! —le sonrió—. Cada quien puede hacer de su culo un papalote y volarlo.

    Miguel rió.

—Gracias, papá Héctor.

—¿Por qué?

—Por todo —le sonrió—.

[. . .]

    Estaban en el Lucky Cat Café.
Héctor y Miguel buscaban con la mirada a el pelinegro, estaban a punto de dar el paso número uno: invitarlo a salir.
    Según Miguel, Hiro y él ya habían hablado antes, cuando la familia Hamada llegó a el vecindario ellos se volvieron amigos, después el mexicano empezó con los sentimientos al japonés.

—¿Cómo se supone que debo hacerlo? —el jovencito estaba nervioso.

—Bueno—inició Héctor—, mira: ahí viene su hermano, ¿quieres que te enseñé?

    Miguel asintió. El mayor de los Hamadas se acercó, iba a entregarles sus donas y chocolates.

—Aquí está su orden —puso sobre las mesa el pedido— ¿quieren algo más?

—Sí, este… me podrías decir tu nombre, por favor —Héctor vio coqueto a el muchacho.

—Eh… —lo vio extrañado—, Tadashi.

—Salud —el menor rió ante eso.

—No, no… mi nombre es Tadashi. Tadashi Hamada.

—Oh —se sonrojó—, ya lo sabía… bueno, ¿quieres salir conmigo está noche? Ponte guapo —y le guiñó el ojo.

—¡Tía Cass, de nuevo me están acosando!

    Al escuchar eso, el Hamada menor se acercó.

—¿Qué pasa? —Hiro se acercó a la mesa.

—Ay, no… —Miguel susurro apenado.

    Éste mismo trató de esconderse bajo su capucha roja.

—Ah, no, no pasó nada, mijo… sólo jugaba —Héctor trató de mantener el plan a flote—. Pero… pero Miguel quiere decirle algo a tu hermanito, así que ¡fuimonos!

    Héctor tomó a Tadahi de los hombros y se lo llevó lejos para dejar que los niños hablaran.

—¿Qué le pasa a tu papá? —el asiático río.

—No es mi papá —sonrió viendo a Héctor.

—Dime qué querías decirme.

    Miguel se puso nervioso pero estaba decidido, lo iba a invitar a salir, tal vez el plan sale mal o tal vez bien, pero eso ya no importó.

—¿Quieres salir? —comenzó a jugar con sus manos—, ya sabes… en una… cita.

Del cómo enamorarlo » hiroguelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora