Del cómo enamorarlo » hiroguel

Primera cita.

Hiro abrió un poco la boca, lo estaba pensando o estaba dudando, sus ojos lo decían por cómo bailaban al rededor de nada.

—¿Una cita? —dudó el asiático—, como… ¿como pareja?

—¡No!, claro que no… a-a menos que tú quieras…

    El de cabellos despeinados se quedó callado, ahora dejando en el suelo sus ojos.

—Si no quieres no hay problema… —dijo Miguel, agachando la cabeza y jugando con sus manos.

—Sí quiero, Miguel —le sonrió—, te veo en la plaza mañana a las 8:00㏘, ¿okay?

—¡Okay! —sonrió amplió y con cierto rubor en su rostro—, gracias.

[ . . . ]

    Miguel y Héctor estaban sentados en la sala con el más pequeño emocionado y  hablando demasiado rápido y con un papá Héctor tratando de adivinar qué decía.

—¡Ya, pues! —silenció—, ¿qué te dijo el chinito?

—¡Qué sí!

—Te dije, chamaco; con mi ayuda serás todo un Don Juan —dijo con cierto ego.

    Miguel sonrió y se encogió en hombros.

—No te van a dejar volver al café.

[ . . . ]

    Un asiático estaba es su recamara, viendo al techo desde la silla de el escritorio, aún pensando en lo que pasó hace unas horas.

—Tadashi… —llamó a su hermano.

—¿Qué sucede?

—¿Has tenido una cita?

—Sí. Obvio.

—¿Con hombres?

—Tal vez.

    El menor se giró con la silla para ver a su hermano fijamente.

—¿Cómo lo hago? —preguntó.

—Si no querías ir —cerró el libro que leía—, hubieras dicho que no.

—No es eso —se rascó la nuca—, tengo miedo de arruinarlo todo.

    Tadashi suspiró y fue donde su hermano menor.

—Llévate a Baymax; sorprendelo con algo —le guiñó el ojo con una sonrisa.

[ día de la cita ]

—P-pero, mamá Imelda… —trató de convencer a la mujer.

—Nada de peros, Miguel, no puedes salir tan tarde —declaró en postura firme.

    Héctor y Miguel se vieron preocupados y regresaron la vista a la mujer.

—Imelda, déjalo ir —abrazó a la de vestido morado—, tiene buenas notas, se porta bien, trabaja, ¡se lo merece!