Capítulo 7

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CUANDO ALEJANDRA SE LEVANTÓ, Juliann ya no estaba a su lado, mas un suave aroma a comida deliciosa provenía de la cocina; el desayuno estaba listo. Miró el reloj: tenía media hora para prepararse y desayunar. Sería suficiente como para salir con tiempo y llegar bien al trabajo. Se envolvió con una bata y caminó hasta la cocina en sus pantuflas, sabiendo que seguramente lucía desastrosamente por lo poco que había dormido esa noche y a causa del maquillaje que no se había lavado.

Para su sorpresa, su marido no se encontraba en la cocina, ni en el baño, ni en la otra habitación.

—¿Juli? —lo llamó, asomándose por el balcón. Sin embargo, él no estaba allí. ¿Habría subido a la terraza?

Tomó la taza de café caliente que él había dejado preparado y había comenzado a untar una tostada con manteca cuando vio la nota en la heladera. Se levantó para verla de cerca.

«Salí a caminar. Necesito aire fresco. J.», decía. Alejandra suspiró. Evidentemente, Juliann la estaba evitando. Le dolía que eso sucediese.

Intentó no pensar más en ello mientras terminaba su desayuno y se preparaba para ir al trabajo. Ese día sería importante porque colocaría los nueve cuadros en la pared que se les había asignado. Nadie estaría mirando ya que esa sala aún no se encontraba abierta al público. Estaba curiosa por saber qué ocurriría cuando los pusiera en su correcto orden. Sabía bien cómo hacerlo gracias a la ayuda que le había brindado Kevin y la chica de su sueño. Le habían dicho que algo importante sucedería una vez que los colocase en su debido lugar. No podía esperar más, moría de la curiosidad.

Tomó sus llaves dispuesta a salir de su departamento. Dado que las había dejado sobre un estante, delante de unos libros, cuando lo hizo un libro se cayó al suelo. Lo puso otra vez en su lugar, pero no pudo evitar darse cuenta de que no calzaba bien, sino que quedaba más adelante que el resto. Se subió a una silla para poder tener una mejor visión de lo que había detrás y descubrió que contra la pared se encontraba una llave dorada con incrustaciones de piedras preciosas.

«¿De dónde ha salido esa llave? ¿Será de Juli?», se preguntó. No recordaba haberla visto, pero algo le decía que era importante para descubrir su pasado. La puso en su bolsillo, dispuesta a observarla con mayor detenimiento cuando tuviera tiempo en el trabajo.

Después de ese incidente salió tranquilamente y caminó hacia la galería de arte, mirando las vidrieras de algunos negocios mientras lo hacía ya que tenía unos minutos de sobra y no necesitaba apurarse. Una tienda de antigüedades le llamó especialmente la atención, no por las antigüedades en sí sino porque en la vidriera se exhibía un cuadro similar al que ella estaba pintando sobre el mundo de las hadas, solo que se notaba que este era muy antiguo.

«¿Qué hace una obra así en este lugar?», se preguntó. Alejandra se tentó a entrar y averiguar el precio de ese tesoro, pero como supuso que sería exorbitante, prefirió seguir su camino. Tal vez a la vuelta se detendría a preguntar por ese objeto que tanto le había llamado la atención; quizás incluso podría obtenerlo algún día, si ahorraba lo suficiente.

***

Esa mañana fue bastante agotadora. Alejandra tuvo un millón de cosas que hacer. Su jefe le había solicitado un informe acerca de los cuadros y la forma en que pensaba ordenarlos, exigiendo que detallara las razones para hacerlo así. Quería estar convencido de que ella no estaba haciendo nada absurdo.

Ella escribió su informe y se lo envió, aunque por supuesto no mencionó ni hadas ni psíquicos como fuente de información. Él lo leyó y pareció complacido, por lo que le dio permiso para ubicar los cuadros de la manera en que ella sugería.

Ya era cerca del mediodía cuando le llegó el permiso y le dieron la llave de la sala donde se exhibirían esos cuadros. William abrió la caja fuerte y los sacó, ordenando a uno de los empleados que ayudase a la joven a llevarlos a su nuevo lugar.

Sangre Olvidada: Sangre enamorada #3 (Versión original)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora